Billy Nomates: “Cacti”


Por: Skar P.D.

Uno de los lugares donde la gente más baila es en su propia casa, cuando hacen las labores caseras o en ese lugar llamado cocina que funciona a veces como una discoteca particular donde puedes ensayar todos esos pasos que, a lo mejor por timidez, no te atreves a ejecutar en público por aquello de la vergüenza ajena o más bien de la auto vergüenza. En las cocinas incluso se puede hasta diseñar y pergeñar el disco que dé continuación a aquel que, difuminado un tanto por la pandemia, dejó atisbos ciertos de una construcción más callejera, como si hubiera sido compuesto en el patio trasero de tu casa, ese que tiene una puerta alternativa que es la que en ocasiones utilizas para salir a la calle de una forma casi clandestina aunque sea para ir sola a los conciertos. Tor Maries, que es el verdadero nombre de Billy Nomates, ha cambiado, en este su segundo disco, las aristas callejeras del concepto post punk de los patios traseros por los desnudos emocionales del baile en su cocina. Incluso es muy probable que ya no vaya sola a los conciertos, que a fin de cuentas es lo que reflejaba su nombre escénico,  ese aclaratorio Nomates.

Sin embargo, y a pesar de la variación en el enfoque de su lírica, hay un concepto que continúa siendo un rasgo distintivo de la chica de Bristol y es el "háztelo tú mismo" distintivo de las nuevas generaciones rodeadas de una tecnología efectiva a su alcance. No es el "DIY" de Black Flag, claro,  pero al final es el "tengo la suficiente capacidad para hacerlo" el que actúa como punto de encuentro. Para este disco ha cambiado de productor, aunque el "Portishead" Geoff Barrow, que se encargó del primero, tiene una breve aparición en uno de los temas que componen este "cacti". En realidad, para la producción se ha aliado con el ingeniero James Trevascus de los Invada Sudios, o sea que seguimos en Bristol, utilizados para la grabación, y para decorar y dar rienda  suelta a las canciones que Tor Maries había diseñado en la cocina de su casa, seguramente por la decisión de Billy Nomates de expandir sus registros, esos que le llevaron a colaborar con Sleaford & Mods. Se trata de una orientación más "new wave" e intimista, difuminando, pero no obviando, el post punk originario. Más pop, en resumen, pero que nadie se engañe, Billy Nomates no es un clon del autotuneado pop femenino tan en boga. Mas bien se sitúa en las antípodas del negocio. 

La guitarra con la que comienza "Balance Is Gone" y el tempo bailable del bombo hacen que Billy Nomates nos transporte a una pista de baile de indudable sabor ochentero, incluido ese riff tan New Order que aparece hacia la mitad de la canción mientras hace una primera declaración de intenciones: "No tuve las palabras adecuadas en el momento adecuado". ¿Cómo recuperar el equilibrio? Pues la respuesta es "Black Curtains In The Bag" que es una canción que traspasa la frontera de la piel para abrazarse a las neuronas mientras señala a un tal John del que, al parecer, no guarda muy buen recuerdo. El espíritu ochentero, y no es nada peyorativo el término, de la melancólica "Blue Bones (Deathwish)" recoge el influjo de un éxito menor de aquella época llamado "Goodby Horses", popularizado por su aparición en la emblemática película "El Silencio De Los Corderos" hasta en las sentencias que ocupan parte de la letra y que muestran a una Billy Nomates mucho más segura y que parece haber dado un paso hacia el frente: "Si quieres morir, entonces hazlo, no necesitas mi permiso". 

Casi autobiográfica, en el sentido emocional, se muestra en "Cacti",que de alguna forma describe el espíritu con el que está concebido el disco en su conjunto, el paseo que la de Bristol está dispuesta a dar por muchos desiertos hostiles que tenga que afrontar, cosa que refrenda en "Saboteur Forcefield", cantada con un tonalidad y una sensibilidad que la sitúan a medio camino entre una introspectiva Chrissie Hynde y la Shania Twain más emotiva. Y es que Billy Nomates entona muy a la americana, lo que sin duda ejerce de contraste en una música deudora de la mejor época del Synth pop británico ("Roundabout Sadness") en la que no resulta difícil imaginarse a una rebelde Cindy Lauper cuando en "Spite" entona "Solo yo tengo poder sobre mi" sobre las guitarras desgarradas del inicio. Y si hay que darse un paseo por los desiertos americanos, se da, porque el aroma campestre que destila la sobria "Fawner"  no es negociable.

Que este "Cacti" ha abandonado las carreteras secundarias de su homónimo disco de debut es absolutamente perceptible, pero no por ello discurre por caminos en los que no haya curvas, aunque estas las resuelva con mayor soltura, a pesar de que su punto de partida, como la propia Nomates dice, sea el de alguien en principio tan alejado de ella como el dúo Hall & Oates y ese "Maneater" que no se le iba de la cabeza en el tiempo de composición de 'Same Gun'. Mas oscura se vuelve en "Vertigo", que parece el eslabón de unión de aquel post punk primigenio con la desenvoltura emocional de las tonalidades pop, de hecho recupera parte del "Sprechgesang", ese "a medio camino" entre hablar y cantar de canciones como "No", presentes en su primer disco. Que difumine el post punk no significa que reniegue de él. En la nihilista "Apathy Is Wild" reivindica la necesidad de romper con todo para encontrar un nuevo lugar de acomodo, "¿Dónde te sientas ahora en el nuevo mundo?", y de nuevo ese arrastre perezoso de la melodía vuelve a poner en perspectiva el influjo de otra mujer poderosa. Otra vez  Hynde, un efecto que se reproduce en "Blackout Signal" y su necesidad de seguir adelante apoyado en unas baterías dobladas que retrotraen a aquellas mezclas casi imposibles de los dj's valencianos de los ochenta, aunque presumiblemente no sea algo buscado. En un disco de perspectivas interioristas, esta canción, que cierra el disco, se muestra como una puerta de salida: "No puedo esperar a la señal de apagón".

Este "Cacti", segundo trabajo de Billy Nomates, tiene visos de disco importante y espacioso porque transcurre por diversos subgéneros, todos ellos impecablemente producidos a pesar de jugar con el imponderable de atesorar una propuesta no precisamente mediática en los tiempos actuales. Es un disco de matices, lleno de palabras con doble sentido y que explora las sensaciones que van más allá de lo que podemos ver, pero que cuenta con la clarividencia de una cantautora que además lo narra de una forma más que inteligente, y muy honesta por otra parte. De hecho parece diseñado desde el corazón y cuando se diseña desde el corazón cobra sentido el cambio audaz hacia estructuras más pop y más abiertas, sobre todo en la evolución del uso de la voz, sin que le parezca temblar el pulso porque suenen más tradicionales.