Madrid, El Sol, Jueves 13 de Enero de 2011. Público: ¾ de entrada.
Litoral y Mishima tienen muchas cosas en común: ambas son bandas nacidas en Catalunya, formadas en su mayoría por componentes de esta comunidad, que cantan en catalán, que poseen canciones de letras profundas y poéticas y que pertenecen al ámbito del indie -la primera folk y la segunda más rockera, bien es cierto-; sin embargo, son tan opuestas en sus sonidos, en sus propuestas, en su actitud en directo y en el resultado final de sus composiciones; como la noche y el día. Vamos, que en el escaso margen de una hora, pasé del profundo pozo en el que me sumió la actuación de Litoral, al gozo que me provocó la original y fresca propuesta de Mishima.
Pero vayamos por partes. Abrió la velada la nueva banda de Pau Roca (La habitación roja) e Iván Cuevas, acompañados por otros viejos conocidos de la escena indie nacional: Edu Baos (bajista de Tachenko), Pablo Magariños (batería de Abraham Boba), Manu Moreno (cuerdas en Autumn Commets) y la belga Guillaine a los teclados. Con tan sólo un E.P. publicado hasta la fecha: “#1”, su andadura es todavía bastante corta, igual de corta que el título de este disco; que por cierto, por escueto y minimalista, sirve para describir perfectamente el monótono y monocorde estilo de esta formación, que se mueve con desgana por las melancólicas aguas del folk y la canción de autor catalana, más anodina e indolente. Y es que paradójicamente, pese a su amplia nómina de integrantes que a su vez tocan una no menos amplia retahíla de instrumentos: teclados, violín, guitarras, ukelele, metalófono…, todas sus canciones (“Un segle de paisatges”, “Una dona que dorm”, “El nostre meridià”…) parecen una repetición insustancial del mismo sonido plano y uniforme, sin apenas matices ni toques dramáticos que enriquezcan el conjunto. Lo mismo ocurre en el plano vocal, también exento de matices, cambios de ritmo o de tonalidad, lo que acabó provocando un sopor que fue en aumento, subyugando al desaliento hasta al más optimista y feliz de los corazones. Tampoco ayudó en su directo la excesiva apatía de todos y cada uno de los miembros de la banda, que más que estar interpretando su música sobre un escenario parecía que estuviesen a punto de caer desnucados presa del abrazo de Morfeo en el sofá de sus casas. Si fuese médico y tú querido lector, tuvieses tendencia a sufrir crisis depresivas, te recomendaría encarecidamente que jamás escuchases ninguna de sus canciones. Y si eres feliz y no quieres comenzar a padecer dichas crisis, tampoco.
Pero como todo veneno tiene su antídoto, la alienación provocada en mi espíritu por Litoral, tuvo una rápida cura desde el mismo momento que Mishima saltó al escenario y tocó los primeros acordes de la espectacular “L`estrany”. La banda encabezada por David Carabén (que por cierto, cada vez me recuerda más en la tonalidad de su profunda voz a Ruper Ordorika), presentó en la capital el que es su último largo, el trepidante “Ordre y aventura”, una lógica continuación a sus discos predecesores, sobre todo desde que decidieron cambiar el inglés (lengua en la que cantaban en sus dos primeros albums: “Lipstick traces” y “The fall of public man”, de los que por cierto no interpretaron ni una sola canción) por el catalán, desde la publicación de esa pequeña joya que es “Trucar A Casa. Recollir Les Fotos. Pagar La Multa” (2005). En la onda de sus anteriores trabajos, “Ordre y aventura” es un nuevo compendio de melodías oscuras, profundas, envolventes y etéreas, pero con un mayor grado de distorsión que les entronca definitivamente con la corriente del post-punk con la que no obstante, ya antes habían coqueteado. Para los que seguimos de cerca la evolución de esta banda desde hace ya bastante tiempo, no es una sorpresa esa caída a los infiernos de sonidos más profundos y cavernosos, ya que dos de sus más destacados miembros, Dani Vega y Dani Acedo, firmaron con otra banda paralela -Vyvian- en 2007, uno de los mejores discos de rock oscuro que se han publicado en este país en la última década, el muy recomendable “Life in hysteria”. Elegantes, intensos y con una clase incuestionable interpretaron las nuevas: “Tot torna a començar”, “Una cara bonica”, “Neix el món dintre l’ull”, ‘”Guspira, wstel o carícia” y ya en la recta final la que da nombre a su último trabajo “Ordre y aventura”. Entrelazadas con los nuevos temas, recordaron también muchos de sus grandes títulos pasados, entre las que destacaron la épica “No et fas el llit”, la muy rockera “Una part de tu”, la oscurísima “Vine” y como no, ese hitazo que es “Un tros de fang”.
Desde la infinita tristeza que poseen muchas de sus letras, la banda catalana consiguió dibujar en nuestros rostros la más grande de las sonrisas, fundamentalmente porque Mishima suenan única y exclusivamente a Mishima, y eso en un panorama en el que predomina una insultante falta de originalidad, es algo que posee un mérito incuestionable. Una apuesta segura, sin duda.
Texto y Fotos: David Lorenzo "El Chulón"
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