Por: J.J. Caballero
Parece mentira que hayan pasado ya quince años desde la primera vez que escuchamos a los valencianos Señor Mostaza, una banda que empezó siendo la pasión absoluta de los miles de beatlemaníacos que en el mundo somos por las maneras y los conceptos musicales que manejaban, y terminó resultando imprescindible para mantener la buena salud general del pop hispano en los inicios del siglo XXI. Luis Prado, el líder de aquel proyecto, llegó a un punto en el que no le salían canciones “grupales” y prefirió grabarlas en solitario, en un ejercicio de “yo me lo guiso, yo me lo como” en el que grabó todos los instrumentos –mención aparte para las secciones de metal y cuerda, en las que no obstante metió mano en cuanto a arreglos- y dio forma a un trabajo conceptual que entendió merecía ser publicado al margen de sus compañeros. El resultado es este brillante ‘Mis terrores favoritos’, un disco con una deliciosa portada inspirada en los trabajos para el cine del mítico Saul Bass y una artesanía sonora realmente impresionante. La experiencia que avala al que ha sido teclista de gente tan fiable como Rebeca Jiménez, Los Zigarros o M Clan, entre mucha otra, se refleja en la construcción de unos temas que oscilan entre el vitalismo y la oscuridad para contar la historia de Ángela (el tema bautizado con su nombre es el que más claramente recuerda la procedencia sonora de Prado) y F., los atribulados miembros de una pareja de mediana edad a la que asolan los miedos inducidos por la decadencia física y social con todo lo que ello conlleva. Un gran guión sobre el que edificar los correspondientes capítulos con los detalles justos.
Su amistad con José Nortes, uno de los más prestigiosos productores actuales, le ha llevado a repartir la tarea de arreglar, siempre con el piano como base, los respectivos temas en los que se desmenuza la aventura vital de los personajes. En "Estoy gordo", por ejemplo, ya se sabe por dónde van los tiros desde el mismo título, aunque la mínima aportación de Guille Milkyway en la versión alternativa que cierra el disco tampoco ayuda a hacerla mejor de lo que ya es. Esas cuerdas a lo McCartney son una de las claves del sonido general del álbum, repetido en momentos como el de "Fue por tu canción", un guiño a los Wings que capitaneó el mismo hombre durante los setenta. Entre cortes más pausados y homenajes a los Stones más cercanos al soul ("Ahora me caes bien" es una simpatiquísima letra incluida en dicha estructura), cuestiona a la sociedad y sus absurdas normas autoimpuestas en "Quieres cambiar", se burla de ciertas celebridades que hacen del narcisismo su única razón de ser en "Colgado de mí mismo" y vuelve a meter el dedo en la llaga de las turbulencias vitales que pueden dar al traste con lo mejor de una vida en "Tan joven y tan operada" (esa melodía lleva la firma de The Who al dorso). Mientras vamos descubriendo las razones de la inseguridad que lleva a la pareja a un aparentemente triste final, nos regala otras muestras de su enorme talento en "Eva al desnudo" y "Sala de espera", otro tema con clara vocación de cantautor. Al fin y al cabo, lo que el señor Prado es, ni más ni menos.
No debemos olvidar que este músico de altura ha trabajado con algunos de los grandes de la música de este país, y por eso Miguel Ríos en "Ya no así" y Coque Malla en "Da igual" parecen encantados de devolverle el favor metiendo voces y prestigio en el tracklist de un disco sin desperdicio alguno. Si alguien podría grabar un álbum con unas características tan concretas y con tanto tino, Luis Prado sería indudablemente uno de los nombres llamados a hacerlo. Nobleza obliga, y su alcurnia es ya tan respetable como sus canciones. Sus tremendas canciones.