Llora mi corazón Mod

Por: Javier González
Fotografía: Mary Wilson

Hoy es un día triste, más bien diría que muy triste. Es la media noche del día en que Alejandro Díez Garín, Alex Cooper, o tan solo Cooper a secas, acaba de anunciar en un escueto comunicado que ésta será la última gira que llevará a cabo defendiendo su brillante carrera musical.

Lo cierto es que la noticia no me pilla de sorpresa, estaba en los mentideros musicales, y siendo del todo sincero hace algunos meses que la escuché de viva voz del propio Álex, en una conversación telefónica que me dejó semibloqueado. 

Evidentemente los motivos esgrimidos me los guardo para mí, cual secreto de confesión, ya que debe ser él quien se encargue de explicarlos, si así lo desea, o mantenerlos en silencio sí lo cree más conveniente.

No sería mal momento éste para glosar todo su legado al frente Los Flechazos, mi banda mod favorita, cosa que no encierra gran mérito, ya que lo es de un buen puñado de gente. Ni sería éste un mal texto en el que defender la carrera que ha desarrollado al frente de Cooper, sin embargo mucho me temo que habrá tiempo para recoger disco a disco toda su trayectoria, influencias y legado. Es por eso que hoy trataré de dibujar con algunas anécdotas personales el perfil más íntimo del Álex que acabó de ganarme para su causa. 

Las canciones de Los Flechazos e inclusive de Cooper siempre estuvieron ahí, flotando en la nebulosa de unos aprendices de periodistas musicales que devoraban cualquier disco/vinilo que llegaba a sus manos, entre influencias de lo más diversas donde predominaban el rock y el pop, mezclados en su múltiples ramificaciones con el aura mítica de las tribus urbanas, con especial querencia por los rockers y sus rivales más estilosos, los mods, con sus Lambrettas y sus modelitos con referencias en marcas como Fred Perry. Una rivalidad, con mucha tolerancia todo sea dicho, que arrastrábamos por la facultad, donde unos y otros convivíamos con militancias confesas, filias, fobias, debates encarnizados y cambios de bando que tenían lugar en una misma semana hasta varias veces. Es lo que tiene no tener muy claro si uno quiere más a mamá o a papá. 

De entre los mods, en su vertiente nacional, claro está, siempre nos llamó la atención la figura de Álex, al que por caprichos del destino un buen día nos encontramos anunciado en acústico en nuestro pueblo, en el extrarradio de Madrid, concretamente al poco de arrancar nuestra andadura como El Giradiscos, de esto hará unos nueve años más o menos. Si mal no recuerdo concertamos con él una cita a través de Juancho Lizard, su manager de entonces, horas antes del concierto, donde lejos de cualquier manía o atisbo de estrellato a la hora de enfrentarse a una web de escasos medios, nos atendería con mucha cordialidad y deferencia. 

A la hora señalada aparecimos en el lugar acordado, donde Álex nos esperaba. Recuerdo haber llegado ataviado con una estética decididamente rocker al encuentro, todo muy vaquero y patillacas.  Imagino que entonces andaba en uno de aquellos trances místicos donde el rock primigenio me tenía invadido, al menos estilísticamente. El encuentro marcó las bases de lo que sería toda nuestra relación en un futuro. Entrevista intensa, decidida e interesante. Con cercanía, buen trato y una lección de ganas por responder que más tarde trasladó al humilde escenario, donde nos regaló un concierto intenso, como un francotirador de himnos luminosos únicamente guitarra en mano, y que una vez más nos dejó con ganas de más pop, llegando al punto de hacerme preguntar qué coño hacia yo así vestido aquella tarde-noche, rodeado de mods y disfrutando de como un loco.

A partir de ahí se fraguó una relación que fue a más disco a disco, libro a libro, entrevista a entrevista, legándome un montón de conversaciones y detalles personales que guardaré como oro en paño en mi memoria cuando dé por cerrada mi carrera periodística, si es que llega a darse el caso. 

Cada envío de su colección de Ediciones Chelsea era un acontecimiento, las rondas de charleta en Malasaña con un montón de artistas de primera fila eran la excusa perfecta para una nueva excursión al centro, a molar, a tener algo que contar a los amigos musicales. Guardo con especial cariño aquella tarde con Jorge de La Habitación Roja en el Pepe Botella, donde se nos desnudó emocionalmente, y el haberme permitido conocer a la gran Pat Escoín y a Adolfo de Airbag, o el culmén en aquel desayuno políticamente incorrecto con Emilio de Los Elegantes, ante la atenta mirada de Álex, quien sonreía ante nuestras salidas de tono y la jeta que mostramos en pleno Círculo de Bellas Artes solicitando invitaciones por doquier. 

Y cómo no citar uno de sus últimos servicios prestados, aquel que nunca le podré pagar, el de ser firme acompañante y facilitador en muchas de las entrevistas de nuestro décimo aniversario, donde solo él y yo sabemos hasta donde ha sido importante su labor a la hora de hablar/convencer a un montón de compañeros de viaje para que se sumaran a la causa de tan señalada efeméride en nuestra web. 

Ejemplos de una bondad y corazón que volvió a mostrar meses atrás en el The Green Iris Pub de Alcalá de Henares, donde tuvo el detalle de regalarnos varias entradas para que familia al completo, incluyendo un mini mod de año y medio, con objeto de que pudiéramos disfrutar de su directo, ya a sabiendas que sería uno de los últimos que daría en la provincia. 

Una noche que sirvió, paradigmáticamente, como el estreno en un directo de mi único hijo, que vestido más que llamativamente para la ocasión, al estilo modfather de quince meses,  fue la comidilla de toda la parroquia sesentera en la previa de una maravillosa actuación, en la que con el pequeño a hombros en los primeros temas, flipado y encantado con las canciones del leonés, todo sea dicho, vi al bueno de Álex esbozar de nuevo su enorme sonrisa ante tal escena, mientras la afición que casi llenaba la sala bailaba y cantaba emocionada 

Toda esa extensión musical y humana es la que me ha transmitido Álex desde hace casi diez. Mucho me temo que lo suyo no solo han sido las buenas canciones pop, sino la militancia, musical y mod, la educación, sus buenas formas, su franqueza y sonrisa, y un legado cultural enorme en forma de libros y discos.

Entiendo su adiós, siempre ha sido consecuente, y siente que ha llegado el momento, aunque en un país en el que no sobran los buenos artistas, me toca confesar que hoy llora mi corazón mod. Si me siento cercano a la escena y al movimiento no fue por las luminarias que llegaron desde Gran Bretaña, sino por la forma de entender todo éste tinglado de Alejandro Díez Garín. Gracias por todo, amigo. De corazón.