Little Richard: El rock & roll habita en el cielo

Por: Javier López Romo 

Ayer el cielo despertó con una fiesta, una más de la que cada día ofrecen en ese universo celeste todos los grandes que nos dejaron un día. Quizás estaban tranquilos y mansos, o al menos se encontraban distraídos en el backstage tomándose un piscolabis, pero llegó Little Richard a revolucionarlo todo, nadie como él para poner patas arriba un firmamento universal. Little Richard aulló con uno de sus mejores gritos despertando a Buddy Holly, y a Ritchie Valens, los padres del rock & roll. La fiesta estaba garantizada con un público de excepción. Ahí compartían escenario un gran elenco de glorias de la música: Robert Johnson, Janis Joplin. Jimi Hendrix, Jim Morrison, Sid Vicius, Kurt Cobain, Brian Jones, Otis Redding, Hank Williams, Cliff Burton, Elvis Presley, Roy Orbison, John Lennon, Clarence Clemonds, Danny Federici, David Bowie, Michael Jackson, Prince, George Harrison, Bon Scott, Amy Winehouse, Ray Charles, Gram Parson, Aretha FranklinB.B. King, sus amigos Chuck Berry y Fats Domino, Whitney Houston o George Michael. Freddie Mercury, a buen seguro, gozará con ellos, como Donna Summer, Sam Cooke, Johnny Cash o Tom Petty. En verdad sería también una larga lista de sucesos que pululan entre nubes de algodón y cielos azules, persiguiendo una vida única, fuera del más puro ámbito terrenal.

Él fue un diablo en la tierra, y ahora se convierte en un ángel en el cielo. ¿Pero quién era realmente Little Richard? ¿Un hombre serio, humilde y predicador, o un díscolo extravagante y falso profeta? Vamos hacia él, con sus bondades y miserias, como una tormenta que acecha un cielo grisáceo donde descargar su ira más temible. Vamos directamente hacia esa tempestad.

Little Richard era su nombre artístico. Richard porque realmente fue el nombre auténtico de pila, y Little (pequeño) un apodo de cómo realmente se sentía. Ahora veremos el porqué. Así que llamémosle “El pequeño Richard”, aunque realmente no lo era tanto, llegaba al 1,80, si contabilizamos una pequeña alzada en uno de sus zapatos, ya que nació con un defecto en una de sus delgadas piernas. Una era un poco más larga que la otra, cosa que por cierto suplió sin ningún trauma. Los complejos vendrían después.

Nace en Macon, Georgia, un 5 de diciembre de 1932; es registrado como Richard Wayne Penniman Stewart; muere en Nashville, Tennesse, un 9 de mayo de 2020, por un cáncer de huesos. Su padre, Charles “Bud” Penniman, luego cambiado cuando se hizo ministro de la iglesia por el de Enotris Johnson Penniman, y su madre, Leva Mac Stewart, era un matrimonio que consumó en poco tiempo una docena de hijos, siendo él el tercero de la larga lista de hermanos. Leva, la madre, quería llamarlo Ricardo, y así estaba establecido, una influencia materna que sería su gran apoyo durante más de cinco décadas.Todo lo contrario a la de su padre, que hubiese preferido llamarlo Robert, machismo que se haría patente en el siguiente nacimiento, y como predicador, se llevó el gato al agua. Primera trifulca matrimonial, primera insidia hacia Richard. Era muy niño, demasiado para entender a su corta edad lo que una noche le vociferó su padre a la cara: “ Mis padres tuvieron siete hijos, yo quería tener otros siete, pero llegaste tu y lo jodiste todo...” Los vecinos, según venían uno tras otro, hasta llegar a doce, felicitaban a la familia por la benevolencia de Dios por tan fértil matrimonio, y se congratulaban de ello. Ante eso, la respuesta era: “No me aplaudáis por tener doce hijos, tan sólo tengo once, por qué este no cuenta...”, mientras le daba un cachete en la nuca a Richard.

Apenas contaba Richard con once años de edad y ya había sido sorprendido varias veces por su padre vestido con ropas de mujer que extraía de los tendederos de los vecinos. Primeras advertencias y primeras palizas. Los Penniman fueron criados en un barrio de Macon llamado Pleasant Hill. Richard era un niño muy travieso por aquel entonces, de hecho creo que lo ha sido siempre, gastaba infinidad de bromas al vecindario: un día le cogió a su vecina unos zapatos de tacón. Se paseaba con ellos por la polvorienta calle con un garbo exagerado, movía las caderas, y fijaba sus manos a la cintura. La gente que le veía pasar por la calle, se reía de él y se mofaban. Cuando la vecina se asomó a la ventana y vio sus zapatos de domingo llenos de polvo, salió a la carrera para recuperarlos, Richard echó a correr con la mala suerte de que se torció el tobillo y se hizo un esguince. Esto no pasó desapercibido para su padre que le propinó la mayor paliza de la historia. Pero a Richard no le dolían los golpes de su padre, ya estaba inmunizado, lo que realmente le dolía era su pie fracturado, tuvo que estar varias semanas encerrado en su habitación, tiempo que dedicó en abrirse a su madre, que era quien al fin y al cabo le protegía, y con quien él se sentía más amparado, feliz.

Charles Penniman era albañil de día y destilador de whisky por la noche, lo vendía ilegalmente en su taberna en aquellos años de la Gran Depresión, que prohibía tajantemente el alcohol. Cuando regresaba a casa, cansado y borracho, la pagaba con su hijo, le pegaba, le amenazaba con echarlo de casa, antes de soportar las burlas de los chavales del barrio, que le llamaban mal padre por tener un maricón, nenaza, capullo, monstruo en su casa. Un día, según cuenta en su biografía, se escapó por la noche y llegó hasta la taberna de su padre. Miró por las ventanas sin ver nada, se dirigió por el callejón de atrás y se introdujo en el local sin ser visto, escondido tras unas viejas cortinas color púrpura. Allí descubrió el mundo en el que Charles reinaba. Empezaba su labor de ministro de la Iglesia. En el centro del escenario Charles cantaba Góspel rodeado de mujeres de labios pintados de un rojo chillón; los clientes en la barra no paraban de beber whisky adulterado; la noche era larga y divertida, Góspel y juerga, genuflexión y baile se mezclaban hasta la salida del sol. Se podría decir de esto que es en misa y repicando. Era la la visión que mantendría durante toda su vida Richard. Aquella noche se quedó grabada en la retina y la memoria de cara a todo lo que ocurriría después…

A una pregunta de un periodista Little Richard respondió: “...Si, me daba palizas por ser marica, bueno, pude soportarlo; pero a él le pegaron un tiro por ser un hijo de puta...

Su padre pertenecía como diácono a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, pero por alejarse un poco del patriarca, a él le gustaba más formar parte de las iglesias Pentecostales, donde le ofrecían la posibilidad de cantar en vivo, además su madre le apoyaba en la decisión. Empezó a cantar góspel en la iglesia a diario, muchas horas se pasaba al día hasta conseguir la perfección vocal, alcanzando casi la tesitura de un tenor alto más que otra cosa. Su madre, que tenía puesto en él los ojos de una madre abnegada y un tanto altruista, sabía que su hijo seguía siendo escarnio del populacho pero que triunfaría algún día, y le apuntó en el colegio para dar clases de piano. Leva iba a diario a misa con la sola intención de oír cantar a su hijo, su penetrante voz le hacía sentirse bien y en una absoluta paz interior; su marido le recriminaba que no fuese a escuchar sus predicaciones y eligiese otra iglesia para escuchar al maricón de su hijo. En una discusión en casa entre Charles y Leva, Richard tomó partido por su madre, y se enfrentó al monstruo que le parecía su padre, desprotegido, sin armas, sin nada; sólo los aullidos de Charles se oían por cada recoveco de la casa. “ Tú cállate poco hombre -le gritaba-, esto no es asunto tuyo...” Y Richard le contestó esta vez desafiante, sin pensar bien lo que originaría después. “ Un afeminado no tiene voz en la familia, pero un crápula como tú si, ¿cuentas a mamá lo que haces en el bar con tus coristas…? La bofetada más sonora resonó en la casa de los Penniman, aquella misma noche Richard fue expulsado de la casa, tenía 14 años, a pocos meses de cumplir los 15.

Durante un año fue dando tumbos entre la iglesia y el colegio, mal viviendo de la caridad, y perseguido por la policía por vago y maleante; pero en un año también era ya un virtuoso ante las teclas en negro y blanco de un piano, y sorprendió a todo un pueblo que no esperaba nada de él. En una entrevista recuperada para este episodio, dijo: “Vine a una familia a la que no le gustaba el Rhythm and blues...” Había que largarse de allí, era el momento idóneo, libre de la opresión familiar, sobre todo paterna, se libera de sus pasiones reprimidas, y se lanza al al mundo a vivir su propia vida. Se enrola en una compañía de vendedores ambulantes, pero el mundo era muy grande y perverso para un joven sin recursos, se sentía como un grano de arena en el desierto, y tan sólo había dos opciones: ser devorado por él, o ser él el insaciable.

Llegar de un pueblo pequeño a una ciudad como Atlanta era realmente nuevo para Richard. Los altos edificios, las grandes calles y avenidas, la gente y su ir y venir por doquier, todo le sobrecogió gratamente, pero con más miedo que valor. Todo era inmenso. Paseaba por una de las calles de la ciudad y divisó a lo lejos una iglesia Pentecostal, entró y para su sorpresa había oficios. Pidió encarecidamente cantar y tocar un pequeño piano, que no era tal, sino un órgano que él desconocía, con aquellos tubos preseleccionados desde el teclado. Aun así, puso sus delgadas manos en él, y sonó triunfal, como si los ángeles custodios lo hubiesen poseído. El reverendo dijo después: “Nunca vi a un niño tocar así, ni mucho menos cantar con ese falsete de voz… Dios lo puso un día en esta iglesia y los cielos se abrieron sobre la ciudad...” Le propuso trabajo por unos míseros dólares que rechazó, tan sólo estaba de paso, pero sí le pidió como pago ser bautizado como “Little Richard”, y un dólar para comer ese día.

El sol estaba para quedarse en aquella primavera del 47, él se dedicaba a tocar en bares, tugurios y esquinas de calles concurridas de público, por no menos de cinco dólares al día y por actuación. Eran tiempos difíciles y convulsivos, pero eran también de fe y de esperanza, de creer y de vivir tiempos tormentosos, pero también de seguir buscando su “yo” más profundo. Uno de esos días de luz, de suerte, llámalo magia, un matrimonio de blancos, Ann y Johnny Johnson, le ven actuar y le sacan de ese mundo hostil, le permiten seguir desarrollando sus aptitudes musicales en el escenario del Tick Tock, el club que ellos regentaban. Los principios no son buenos para nadie, el club seguía con el mismo aforo y los mismos borrachos de siempre, pese a que Little Richard ponía el empeño y la fuerza necesaria por salvar aquel lugar, y sobre todo a sus amigos que le habían salvado el culo. Pero en un mes todo aquello se multiplicó y con ello su sueldo, pasaba de cobrar 10 dólares a treinta, y de treinta a sesenta, todo estaba rodando bien, y se dijo: ¿Quién puede tener fama o reconocimiento por 60 dólares a la semana? Nadie. Pero para él era muchísimo más de lo que hubiese ganado en Macon de albañil, como el idiota de su padre.

"Continuamente se pasaba por la noche en el local gente que me ofrecía el oro y la fama, eran caramelos dulces que colocaban en mi boca sin saber si realmente me gustaba ese dulzor, y la verdad es que no, si algo hacía bien mi padre, era aquel whisky destilado y abrasador de gargantas que guardaba en los rincones más extraños de la casa, yo ponía el morro en la botella, degustaba esos tragos y cientos de lucecitas rondaban por mi cabeza". No era cuestión de empezar aventurarse de momento, perseguir lobos disfrazados de ovejas, mejor era continuar en el club tocando cada noche, innovando cada día, cosas nuevas, creando alguna que otra canción, y lo que era más vital, su perfeccionamiento musical, y unos buenos dólares que ganar cada noche. Cada día, cada mes, cada año, Little Richard evolucionaba a marchas forzadas y a ritmo de vértigo. En 1951 gana un concurso local y graba un disco con la discográfica RCA Records, pero no cuajó. Lejos de derrumbarse, se adentra en la aventura de salir de los club nocturnos y recorrer mundo. Se traslada al estado de Alabama, y hace actuaciones con grupos de la zona, pero duraba poco, unas veces por alejarse de la música que quería hacer, otras por desavenencias entre ellos.

A finales de 1952 su padre es asesinado de un tiro por un amigo de Little Richard, “A veces los buenos amigos te hacen bonitos regalos...”-dijo al enterarse del suceso-. En 1953 pasa una larga temporada en Nashville, ciudad que le encantaba por su gran ambigüedad musical, que iba desde el Góspel al Blues, y desde el Soul al Rock and Roll. Una ciudad fascinante y llena de oportunidades, era La Meca de la buena música, y Little Richard se encontraba a gusto en ella. Vivió los mejores tiempos en la ciudad que le hacía feliz, y volvió para para pasar sus últimos dolorosos días por el cáncer. “ Abría las ventanas cuando las sombras envuelven la ciudad, y oía los cánticos espirituales, me hacían sentirme mejor que la droga que recorrían mis venas, rezaba pero el dolor no se iba, quizás era el castigo de Dios por mis extravagancias...” Pero la noche del 9 de mayo del 2020, la ventana se cerró para siempre, contaba con 87 años, y toda aquella música fue transportada al cielo…

En 1954 crea su propio grupo, The Upsetters, con los que graba diversos temas con una compañía nueva, la Peacock. Pero el éxito le vuelve a ser esquivo sin poder lograr ningún resultado destacable, ninguna referencia de crítica ni de público. Se siente triste y vacío, ahora ya no es un niño, es un joven de 22 años sin futuro, y decide regresar derrotado a su pueblo, Macon; primero por sentir nuevamente el cariño de su madre, de sus hermanos, segundo por que necesitaba inspiración en el mismo lugar donde se generó todo. Para seguir ganando dinero para él y su familia, trabajó como lavaplatos en la estación de autobuses de Macon, mientras cantaba salmos en la Iglesia, pero esta vez con la libertad de improvisar su música en ellos, era el éxito más pequeño que en su pueblo podía tener. Su carrera estaba estancada y sin visos de tener futuro. Cuenta que: “un día al salir de la Iglesia, una luz invadió el pueblo, seguí ese halo divino y me encerré en mi mismo hacia la libertad; componía frenéticamente esperando simplemente algo, algo amado, algo vivido, algo sucedido, y llegó”.

Mandó una maqueta a Specialty Records, y seis meses más tarde le comunican una sesión de grabación en Nueva Orleans, con tan sólo una condición, debía de presentarse solo, los músicos de prestigio ya los pondrían ellos. Bueno, él había reclutado a su banda The Upsetters para esa audición y tuvo que disculparse con ellos, aunque no se lo tomaron de buen grado, ya que se veían muy excluidos del camino y la mano abrazadora de Little Richard, pensaron en la gran familia que era la comunidad y que no serían olvidados. Se presentó el día y a la hora convenidos sobre Nueva Orleans, lucían días expectantes de luz y música, las sesiones de grabación, sobre todo las primeras, no pasaban de la mediocridad, no convencían a nadie, ni a la discográfica, ni a él mismo, estaba a punto de abandonar, pero… una pausa, un cigarrito de la risa, y su cerebro se despendola a otra fase, a otro lugar, y otra actitud; y de una manera más salvaje, más directa, más su "yo", improvisa lo que a la postre sería uno de sus grandes éxitos: “Tutti Frutti”. Una canción tan obscena como lasciva. “Era curioso, llevaba un par de años cantándola, y nadie vio esas connotaciones en la canción...” A no ser por los puristas de almas cándidas, y por que los productores la consideran un exceso de mal gusto, eran versos inaceptables, la pasaron por el filtro de la censura, sin obtener ninguna resolución. A día de hoy todavía se sigue escuchando en su versión original... (..."Tutti Frutti, good, booty/ If it don´t fit, don´t force it/ You can grease it, make it easy. / Tutti Frutti, buen culito, si no entra, no lo fuerces, puedes engrasarlo, para facilitarlo... Tutti Frutti, all rooty, a-wop-bop-a-loon-bop-a-boom-bam -boom").

La canción se convirtió en el claro modelo para las siguientes grabaciones de Little Richard, el presente ya estaba conseguido, el futuro era seguir en esa nueva ola del Rock and roll. Tocaba el piano y esa voz aulladora como si no hubiese un mañana; añadió un saxofón, Lee Allen, que le salvaguarda con un ritmo impecable a la espera de conseguir en años posteriores nuevos hits. Y los tuvo. Little Richard había dado con la tecla y no la abandonaría en unos años más. De ese fruto salieron canciones tan maravillosas como” Long Tall Sally”, “Slippin´and Slidin”, “Jenny Jenny”, y el estilo frenético de “Good Golly Miss Molly”. Pero si hay una canción que le define, es “Lucille”, un éxito que le catapulta a lo mejor del rock and roll, una canción de mucha fuerza, enérgica y viva. Comenzó como una balada que el pequeño Richard escribió llamándola “Directly From My Heart To You”, la cual grabó como miembro de la banda de Johnny Otis, pero los hermanos Richard y Albert Collins la reescribieron tiempo después dejándola en “Lucille”. Todo este frenesí puede verse en películas como “Don´t Knock The Rock" y "The Girl Can´t Help It", 

A pesar de que todos estos sencillos fueron cuidadosamente mimados, como se aprecia en el triple álbum “The Specialty Sessions”, fueron plagiados por cadenas de radio para blancos. Este hecho favoreció a que la fama de Little Richard se extendiera por todo el país. Ese mismo año, con el dinero ganado, se compró una mansión en Los Angeles, California. En Hollywood conoce a Johnny Otis, y su amistad le permite grabar algunos discos, pero no tienen atención pública, y se pierden en el olvido. Volvió a reunir a su antiguo grupo The Upsetters y volvieron a tocar por la Costa Oeste. Un año tan solo, porque detiene su carrera musical de forma repentina durante la gira por Australia, renunciando a su forma de vida. En su biografía cuentan que todo se debió a el susto que sufrió cuando uno de los motores del avión en el que viajaba se encendió. Nada más aterrizar, se quitó de los dedos cuatro anillos y los arrojó al río Hunter. Las paranoias de Little Richard volvían para quedarse un tiempo. 

Ingresa en una universidad cristiana en Alabama para estudiar teología, haciéndose ministro pentecostal, pero le dura poco, porque es expulsado por sus excesos sexuales, y por las drogas. En aquellos oscuros días, Little Richard era un barco a la deriva, navegaba sin rumbo, sin capitán, solo y abandonado de la mano de Dios. Así fue detenido en una estación de autobuses de Long Beach, California, por espiar en los urinarios públicos a hombres… “Yo no soy marica, sólo soy hermoso...” -les dijo-. Pero el padrino del glam, como se le llamó, mantiene en su haber un largo historial de anécdotas, buenas y malas, todo depende con el prisma en que se mire; pero lo que es notable, es la transgresión que su personaje trajo a la música. En este parón, poco hizo musicalmente, apenas un puñado de canciones de Gospel, y poco más; estaba centrado en sus discursos desde el púlpito de la iglesia.

En 1962 vuelve otra vez, cruza el charco y llega al Reino Unido donde es recibido con entusiasmo. Conoce a los Rolling Stones y a los Beatles; le ayudan, e incluso se va con los segundos en su gira por Hamburgo. Paul McCartney dijo de él: “La primera canción que canté en público fue "Long Tall Sally", actuamos con él en Liverpool y Hamburgo. Para mí es uno de los reyes del rock and roll...” Había resurgido Little Richard, volvía a los escenarios a grabar nuevas canciones, y regrabar sus viejos éxitos. Fueron años divertidos, intensos, de un talento innato, tenía un feeling increíble, sus rocks llenos de poder, de salvaje expresión, obraron el milagro después de un camino largo y penoso, en el que su vida iba de un extremo a otro. 

Pero la felicidad nunca es completa y tiene carencia de algo, así que vuelve a hundirse tras la penosa muerte de uno de sus hermanos. Little Richard vuelve a organizar su vida: limpia su cuerpo de drogas y alcohol, se refugia nuevamente en los salmos y cánticos de la Iglesia Pentecostal y se hace vendedor de biblias a domicilio. Abandona sus excesos amorosos y se dedica absolutamente a su iglesia. “…Venía para realizar lo que Dios le tenía destinado ser”. Él se sentía un pecador, lo proclamaba abiertamente ante Dios y ante los hombres, quizás por eso el camino de la santidad se le hacia muy cuesta arriba, inalcanzable. Incluso celebró bodas de mucha gente famosa, como por ejemplo la de Bruce Willis y Demi Moore, Tom Petty, Steve Van Zandt, Cyndi Lauper, por nombrar alguna celebridad. El guitarrista de la E Street Band, dijo tras su muerte: “Hoy le recordamos de una manera especial, Bruce Springsteen y yo, tuvimos la suerte, y el honor de que fuera él quien oficiara nuestra boda en 1987, muchas gracias por todos aquellos recuerdos y por la gran fiesta… Descansa en paz."

En 1986 aparece en la película “Down and Out In Beverly Hills”, y se suma a un éxito más con la canción “Great Gosh-a-Mighty”. Su popularidad creció a niveles internacionales. En ese mismo año se abre el prestigioso Rock And Roll Of Fame, al que es nominado, y el Rockabilly Hall Of Fame, un bestial reconocimiento, como el de tener una estrella en el paseo de la fama de Hollywood; y llegan muchos más premios reconociéndole como uno de los padres del rock and roll. De hecho, la revista Rolling Stone le coloca en el octavo puesto del ranking de los cien mejores artistas; no está mal, aunque quizás para mí le hubiese colocado un poco más alto en el ranking, un quinto lugar no hubiese estado nada mal. 

En 2005 estuvo trabajando en éxitos varios como el que alcanzaría junto a Michael Jackson, “Have A Dream”, (Tengo un sueño). Todo el dinero recaudado lo cedieron a las víctimas del huracán Katrina. Hizo muchas más donaciones, allí ha donde hubiese un problema social, entraba su humanidad, y donde hubiese una familia pasando hambre, destinaba su dinero a comederos sociales. En otro ámbito era habitual verle  junto a estrellas como David Bowie, eran íntimos amigos, Madonna, Iggy Pop, The Roots, Bootsy Collins, etc. También salió por TV en capítulos de Los Simpson, interpretándose a sí mismo, con música propia y éxitos de su afamada carrera. Por ejemplo ese “Hey- Hey-Hey” era algo tan superlativo como genial. Esa voz aulladora de tenor, y esos bailes gráciles, con la forma tan directa de presentarlo en escena, era todo un torbellino; un ciclón capaz de arrasar con todo, un hombre no corriente y diferente a los demás. Una vez le preguntaron su opinión de que a Elvis Presley se le considerara “El rey del rock”, y él contestó: “Bueno, si Elvis es el rey, yo soy su reina...” Sobran las palabras. Si tiras de Wikipedia, verás toda su discografía, amplia y diversa, pero si te apetece más entrar en Youtube encontrarás todo lo mejor de este padre del rock and roll que se autoprooclamó como “El arquitecto del rock and roll”.

Soy el innovador”; “Soy el emancipador”; “Soy el creador”. Y con estas frases, el rock and roll perdió la cabeza y se inventó a si mismo, entre chillidos, movimientos como para triturar miles de caderas, y un boogie frenético pateándole el trasero al blues. Aullidos que silenciaban al góspel. Sus actuaciones siempre eran magistrales, y no actuaciones de reparto, y mucho menos para pasar con nota lo banal, nada de llegar, actuar, cobrar, y adiós. Fue un referente para todos los grandes, a pesar de ser él tan pequeño: los calambres eléctricos de Chuck Berry,la gasolina que empapaba el piano de Jerry Lee Lewis, la hormigonera rítmica de Bob Diddley, la purpurina de Prince, el glam rock de David Bowie, la electricidad de Jimy Hendrix, el baile de Elvis Presley, y tantos y tantos otros. Él era todo eso, desde la desinhibición extrema, la naturaleza salvaje que sufrió siendo joven, su despendolada y andrógina esencia... ya saben, como grito de guerra ese “Awopbopaloobop alopbamboom” con su tupé de más de quince centímetros de alto. 

Una estrella se apaga, cierto, pero una estrella vuelve a brillar, y en su rastro de luz invadió a The Beatles, The Rolling Stones, siendo en sus comienzos teloneros de Little Richard, o al malogrado Jimi Hendrix, cuando le acompañó en muchas de sus giras, y quien dijo de él: “Quise hacer con la guitarra lo que él hacía con su voz...” De roquero a pastor, y viceversa. Ya había devorado todo ese gran mundo musical y ahora se comportaba como un sátiro que se exhibe sobre el escenario, con sus típicos ademanes de pícaro incorregible, como el arrollador pionero del R&R. No concibo si la herida se cerró, o se fue abierta a otro lugar de esta historia, pero lo que sí es seguro es que Little Richard se mantuvo como pez en las aguas saladas y dulces, entre el éxtasis espiritual de predicador y el gozo carnal de sus incontables fiestas de voyeurismo, ante las caras de pasmo de sus invitados. Lo que realmente gusta de este pequeño hombre es que haya fijado esa huella imborrable, con sus buenos o malos tiempos, con sus extravagancias a cuestas, que ni el mundo ni su vida han conseguido borrar.

España fue, se comportó, como alguien que abrazó el debut de un divo en su primera actuación. Fue en Gijón en el festival Crossroad, salió al escenario con el glamour de Hollywood, exhibiendo su sonrisa y atuendo de lentejuelas. No tuvo un buen comienzo ese 25 de julio de 2005, cuando era visto como un instrumento de los conservadores estadounidenses y ya caduco para el rock, lugar que habitó en aquella década de los 50 hasta los 60 y que ahora parecían ser tiempos para otras músicas y otros liderazgos. Pero lo que fue, lo que es, y lo que será, siempre estará presente en la historia del Rock. Recuerdo que Little Richard, cuando llegó a España, antes de venir hizo preguntas: dónde estaba Gijón, a cuántos kilómetros de Madrid estaba, si era un auditorio, o era al aire libre, y que relación tenían sus asistentes con el rock and roll. Bueno, llegó, actuó, y él mismo dijo después que amaba al público español, pese a que no le respondieron con la misma moneda. Sus intentos de predicador parecían no conseguir el resultado esperado, pero el público español no es tonto… Fue tocar sus viejos éxitos y una ciudad entera se entrega a los acordes primerizos de sus mejores canciones.

Little Richard venía de un gospel exacerbado, fluido, capaz de transportarte en el tiempo, llegaba de una iglesia donde lo aprendió todo en su infancia y también en su juventud; lo fusionó con el Blues, y el resultado no era nada pecaminoso y sí muy real, eran sonidos nuevos, más acertados y mucho más certeros en aquella década de los 50. Se dedicó a ello en cuerpo y alma, pero a su dedicación le faltaba algo. Se pasaba horas y horas buscando el acople necesario para revolucionar algo que ya estaba, existía, pero sin esas luces brillantes en una noche oscura. Por su cabeza pasó como un meteorito una nueva y sincera diversidad musical. Si el rock and roll empezó a instalarse más allá de los años 20, y resurgió como un ciclón en los 50, ¿que pasó en esos 30 años de diferencia? Pues búsquedas y aprendizaje. Treinta años para esa combinación de todos los elementos posibles: Blues, Boogie, Jazz y cómo no, el Rhythm and blues, y todos los complementos que cada artista quería rellenar: el Folk Irlandés, lo tradicional de aquella época como era el Hillbilly, hasta acabar en un Country bajo ese formato típicamente americano.

Cuentan viejas historias que el término rock era de marineros, el ir y venir de cada puerto traía consigo sus vivencias, sus caprichos, y sus sonidos. Los marineros gritaban rock, rock, ir hacia adelante, o hacia atrás; roll, roll, rodar hacia los lados. Curioso. Alguien le preguntó una vez a Little Richard qué era realmente el rock and roll, a lo que  respondió: “Es una mutación del Rhythm & Blues, pero tocado más deprisa”. Lo cierto es que esa mezcla de música de negros y blancos, ese aura de compostura, prestigio y seriedad, ese “rocking”, que venía a decir posesión, era un puro estado religioso, o una experiencia religiosa. Fue tan poderoso y popular que en aquellos años 40, cualquier artista afroamericano, sacaba un disco de este ambiguo género, una prueba de que el rock and roll venía a crear estereotipos, y llegó para quedarse.

Ahora, sus amigos, apenados por la pérdida y la desolación, le dedican bellas reflexiones, ensalzando tanto al hombre como a su música; compartiendo vivencias, escenarios, risas y complicidad. Siempre dije de Little Richard y sus canciones, a quien me lo preguntara, que los primeros versos eran su inspiración, lo siguiente era trabajo y trabajo; no eran canciones de grandes letras, ni mucho menos poéticas, eran sus manos sobre las teclas las que hacían el trabajo. Los rockeros de Jersey saludan y lloran al inventor del rock and roll. El hombre que inventó el rock and roll, tuiteó Little Steven Van Zandt: “Elvis lo popularizó. Chuck Berry fue su narrador. Richard era el arquetipo. Maureen y yo nos sentimos muy honrados de ser el primer matrimonio que realizó. Tuvimos la suerte de conocerle Vive para siempre en el garaje subterráneo". Vini "Mad Dog" López, de la E Street Band, recordó haber conocido a Richard en el Salón de la Fama del Rock & Roll. "Bruce nos llevó a mí y a George Theiss (miembro de la primera banda de Springsteen, The Castiles) a las inducciones del Salón de la Fama del Rock and Roll a fines de los años 80", dijo López en una publicación de Facebook. “Todos nos sentamos en una gran mesa redonda justo en frente del podio en el centro del escenario. Había una silla en la mesa entre Bruce y yo que no estaba ocupada. Durante la noche, todas las estrellas del edificio se acercaron y se sentaron en esa silla para hablar con Bruce. Una de esas estrellas era Little Richard. Él se acercó y me miró, como diciendo: ¿Esta silla está ocupada? Levanté la vista y vi que era Little Richard y simplemente cogí la silla para que él pudiera sentarse. Después de hablar con Bruce, Bruce me lo presentó. Bueno, Richard me miró y dijo: "Oye, ¿sigo siendo bonita?" Estaba asombrado y dije: ¡Seguro que eres Richard!' Se levantó y se alejó. ¡Estoy tan contento de haber conocido al hombre, la leyenda, el reverendo, Little Richard! "

Little Richard presentó el rock 'n roll a George Clinton, el fundador del Parlamento Funkadelic. "Recuerdo despertarme para la escuela y escuchar a Little Richard en la radio", dijo Clinton en Instagram. "Esta fue mi introducción al Rock and Roll". Patti Smith recordó que la música de Richard despertó una "anarquía positiva" en ella. Sus éxitos de la década de 1950 incluyeron "Long Tall Sally", "Good Golly Miss Molly", "Keep A Knockin’","The Girl Can't Help It" y "Tutti Frutti"   “Este es el pequeño Richard. Explotó cuando tenía ocho años, despertando una anarquía positiva en el corazón de una niña pequeña ”, dijo Smith en una publicación de Instagram que mostraba una imagen ilustrada de Richard cuando era joven. “Nada fue igual después de escuchar su voz emocionante y excitable. ¡En 1955 estábamos pisoteando nuestros zapatos Buster Brown, y el nombre de la energía era Little Richard!. Voz de despedida de una época; ahora se mezcla con el firmamento ". "Little Richard puso The Rock in Roll",  dijo David Bryan , miembro de Bon Jovi y compositor de Broadway. "¡Gracias por liderar el camino de los cantantes de piano como yo y tantos otros! Sigue tocando las teclas con fuerza en la gran banda en el cielo... Gracias... y que Dios te bendiga …" En 1990, el compañero de banda de Bryan, Jon Bon Jovi, le pidió a Richard que apareciera en la banda sonora de la película "Young Guns". El dijo que sí. "Cuando llegó al estudio, nos hizo sentir a todos como niños", dijo Bon Jovi. “Jugó, cantó, se rió y nos contó historias. Nos bendijo con su sonrisa y con su talento. Nunca lo olvidaré ... rezo para que haya un cielo y que Richard esté en el piano". Bruce Springsteen aceptó por cuarta vez el reto de pinchar como DJ en el canal 20 E Street, radio de las emisora por satélite Sirius XM, retransmitiendo desde su rancho en Colts Neck, New Jersey. Tuvo palabras para Little Richard, y pinchó 3 canciones, “Born On The Bayou" (introducción), "Tutti Frutti", y "Do The Jerk (Get Down With It”.

La voz de rock'n'roll más pura de todos los tiempos, el rey del rock 'n' roll, Little Richard, a quien perdimos a principios de mayo, fue uno de los padres fundadores del género  Dejó Macon, Georgia, para asaltar la nación, el mundo, su cuerpo y alma. Su arte estaba lleno de absurdo, gravedad, buen humor y sexo, sexo, sexo. Es uno de los pocos hombres que cambió la faz de la cultura mundial: cruzó las fronteras raciales, desafió las normas de género y tuvo el mejor momento de su vida... el sumo sacerdote del rock 'n' roll. A wop bop a loo bop, a wop bam boom. Descansa en paz, Richard.

Bob Dylan dijo: “Estoy de luto...Él me llevo hacer todo lo que hice en la vida… Fue la estrella que me guió cuando yo era apenas un niño. Su espíritu fue el que me llevó a querer hacer todo lo que hago… Toqué en algunos shows junto a él en Europa a comienzos de los 90, llegué a pasar buenos ratos en su camerino. Siempre alegre, generoso, amable y humilde. Era pura dinamita como entretenedor y músico, podías aprender mucho de él. Le echaremos de menos, pero nos quedará siempre su música". Johnny Cash, era íntimo amigo de Little Richard, le pidió su colaboración para lo que a la postre sería uno de sus mejores discos, donde Bob Dylan participó también, como su hija Rosanne, en canciones de éxitos como “Folsom Prision Blues, Hey Porter, y I Walk The Line”. Aunque “Ring Of Fire”, quizás su mejor canción, se quedó sin cubrir por este elenco de músicos. Cash se sentía feliz en las extravagantes fiestas del pequeño Richard: alcohol, drogas, orgías, música, un día le preguntó: ¿Realmente eres homosexual? Y él le contestó: ¡No querido, soy Pansexual…! 

Mick Jagger, Keith Richard, David Bowie, Bruce Springsteen, junto a Little Richard, en el Rock and Roll of Fame de 1989 organizaron la fiesta más ambiciosa y divertida que en la ciudad de New York existió nunca, llegó a durar más de tres días. David Bowie, dijo: “ Fue mi maestro, y yo era su alumno aventajado en aquella fase de mi vida, en la que el Glam Rock era el poder. Mis discos lo cuentan todo, hice grandes álbumes con la sabiduría de Little Richard. “Space Oddity, "The Man Who Sold The World", "Hunky Dory", "Ziggy Stardust and the Spiders from Mars", y sobre todo, "Aladdin Sane”. Tenía un montón de fotografías para la carátula del disco, y a la elegida, la actual,  le faltaba algo para realzarla, y  hubo una masturbación y unas gotas de semen que quedaron impresas en la foto. A día de hoy, no se sabe, si era el semen de David Bowie, o del propio Little Richard

Keith Richards dijo: “Es muy triste escuchar que mi viejo amigo ha fallecido. Nunca habrá otro. Era el verdadero espíritu del rock & roll”. Freddie Mercury también tuvo sus relaciones secretas con el pequeño Richard, eran más o menos idénticos, uno blanco, el otro negro, como el rock & roll; pero en la cama apenas se notaba la pigmentación de piel. “Estaba perdido, quería un alias artístico acorde al halo de estrellato que transmitía mi voz y mi garganta, quería sentir alguna llamada del extramundo que me dijese como llevar el arte en todas sus formas, y conocí a Little Richard, apareció en mi vida cuando más necesitaba a alguien, fue el gran espejo donde mirarme para encontrar el lugar adecuado, llegó en el momento justo”. Prince, le conoció bien, eran buenos amigos, los dos venían del Rhythm & Blues negro. Escuchaban la misma música, tenían los mismos defectos, pero se respetaban mutuamente, aunque no siempre. “La influencia de Little Richard en la música no puede ser subestimada. No sólo abrió puertas a todo aquel que quiso influenciarse, destrozó paredes, y derribó muros para dejar paso a todos los que vendrían o llegarán tras él. No se si mi vestuario estaba diseñado por él, pero me encantaba verle con su aspecto de reina y lentejuelas, le imité, pero todas las imitaciones son estúpidas si no eres tu mismo. Un día en el que paseábamos los dos un tanto ebrios, por las calles de Nashville, llovía fuerte, pero no nos importaba, la noche, la lluvia, las sonrisas, la luz morada de los clubs, la empatía que teníamos, la juerga hasta un amanecer luminoso cuando la tormenta escampa, todo eso se quedó reflejado quizás en “Purple Rain”, y si no fue una canción que hablase de eso, quizás si que tenía connotaciones explícitas de esa juerga”. Cuando Prince le mandó la canción en maqueta a Little Richard, él le contesto: “Eres mi hijo de puta favorito, esta será tu mejor canción, y te recordarán por ello, te amaré siempre por aquel paseo bajo la lluvia, y por aquel club morado donde nos refugiamos de la lluvia”.

Podría seguir contando historias, ¿pero quién va a leer esta larga extensión? Supongo que muy pocos, pero así todo van a saber que en aquella larga noche de tormenta y lluvia, en la que los grandes cielos oscuros escupen sobre la tierra, hay derroche de alcohol bajo esas nubes grisáceas, se esta forjando un cielo benigno donde el rock and roll una vez más triunfa, se queda en la tierra y habita en el cielo. Esta noche hay juerga, como casi todas, y Little Richard se reunirá con sus grandes amigos de siempre, y volverá a sonar ese “Tutti Frutti” con toda la energía de lo real o lo irreal; pero siempre ahí, demostrando que el rock and roll llegó para quedarse. No hay secesos, no hay traumas; hay espíritu, hay lucha, hay ganas y muchas, de ese rock and roll efectivo, único y vivo. Agradecido por tu música, agradecido por tu labor de maestro con otros artistas, perdón por no tener oportunidad de poder haberte visto en vivo, es uno de mis grandes errores, pero me basta tu música y la de tus colaboradores para sentirte muy dentro y muy cerca del ventrículo izquierdo de mi cuerpo. Gracias Little Richard, que siga tu fiesta… Esta noche el cielo tiene una visión mística de luz. Esta noche si hay cielo es porque triunfa el Rock and Roll. Yo, al menos, descanso esta noche escuchándote. Gracias por todo y por tanto. Que como ministro que fuiste, Dios te tenga en un lugar especial reservado para ti. “The King and Queen is Dead”