Por: Javier López Romo
Fotografías: Michal Novak
Conocí a María Parra en el otoño de 2003 en Nueva York. Por
aquel entonces ella estaba enfrascada entre las teclas blancas y negras de un piano, fue todo dulzura y belleza durante la semana que compartimos en New York para ver los concierto finales del “The Rising” de Bruce Springsteen. María acompañaba a su madre, Teresa, una mujer encantadora, todo dulzura, toda pasión, el encanto de una madre. Ya quisiese yo que mi madre hubiese sido así, ahora
en esos cielos comprenderá el poder del amor y la oración, y el poder del guitarro ese como lo denominaba. En nuestro viajes por el circuito de Jersey Shore, le pedí a María que hasta que no me tocase el “Jungleland” de Bruce no la reconocería como alquimista de un piano clásico. En aquellos días de otoño mientras nos pateábamos la gran manzana hablábamos de música. Entonces me enteré que tanto ella como su madre acababan de descubrir a Bruce con el “The Rising”, así que le pregunté qué significaba Bruce para ella. “Todo. ¡Bruce es mi padre! ¿Cómo no me va a gustar? “The Rising” fue un bautismo doble, tanto para mi madre, a quien ayudo a superar un cáncer, como para mí… Y entonces Bruce pasó a ser de la familia para siempre... “
Para María Parra no existen las fronteras ni los límites musicales. La creación que su música transmite en sus teclas,
en su cabeza, es una infinidad de acordes y versos que llevar sobre la brillante superficie de su piano. Una vida de pleitesía y dedicación constante, hacia el ir y venir de un flujo sutil y evocador, capaz de transmitir sensaciones únicas y diversas, como un artista sencilla y humilde; de sonrisa placentera, y de una clásica belleza externa como interna, de una luz brillante en su mirada que contagia. María no renuncia a su pasado, ese pasado que trabajó duramente hasta
alcanzar sus propósitos y que la catapultó a lo que hoy es. Un universo sonoro que gravita en sus teclas, todas las armonías juntas: el pop más suave y brillante, el rock que mamó en casa con su madre más “brucera” que cualquiera, la capacidad para improvisar el jazz más fino y sugestivo hasta alcanzar la sabiduría popular y por qué no decirlo, la magia del duende flamenco de Paco de Lucia.
María ha tocado mucho, pero sobre todo ha escuchado mucho, mucho más de lo habitual, no hay género que no le haya interesado ni buscado para reinventarse como una compositora moderna que se pregunta, o se preguntará, que si si es cierto lo que en el libro del antiguo testamento, El Eclisiastés (libro del predicador), dice de que nada hay nuevo bajo el sol; puede ser cierto, pero no en música, porque sí, hay principio, pero no hay final, todavía quedan muchas canciones por hacer, muchos acordes por inventar, muchas músicas que fusionar, y sobre todo, mucho amor que aportar y demasiadas creaciones por crear. Ese libro final aquí no existe, porque la música en cualquiera de sus formatos no tiene un punto y final. No le gusta que la clasifiquen, ni mucho menos que le pongan etiquetas, ella es libre como el viento, y se mece en ese aire puro que insufla sus pulmones hacia el ciclo vital de sentirse viva, enérgica y radiante; atributos que la llevan hacia la dignidad, humanidad y libertad, pero también con carácter, con esa fuerza y pasión de ser una mujer de lucha y entrega. En definitiva, leal y guerrera.
Así es María Parra, o al menos, lo que percibimos en sus creaciones tan líricas como contemporáneas. Lo que escuchamos nos gusta, y lo que nos gusta nos hace más felices, aunque esas composiciones tengan una letra callada y sin voz es como el fluir de un nacimiento de agua salvaje, pero eso es el poder de la música. María Parra es esa compositora que nos arrastra a un universo único, brillante,
a un lugar donde el mundo si quisiésemos sería más feliz y diverso, cargado de fe y de esperanza. No todo está escrito, ni mucho menos vivido, María persigue ese camino transparente y feminista hacia una emoción plena, única, donde sus ganas, su ambición y su carisma es un diamante brillante que ya se está puliendo, sin intentar ocultar ese binomio de hacer un tipo de música total, cristalina, familiar y amistosa. Abarca un amplio espectro de público, es fundamental, es
su forma de escalar en esa montaña que te conduce al cenit del éxito, que poco a poco le va a llegar, tengo fe en ella, tengo mi esperanza puesta en ella, y sobre todo tengo la sensación de que su último
trabajo es tan bueno como sensacional.
“Vision”, su último trabajo, ha sido sacado bajo la discográfica Warner Music, en formato CD el 18 de septiembre de 2020. Su curriculum es espectacular, seré breve, pero sincero. Matrícula de honor en su último curso de grado superior de piano, máster de Música Española con Alicia de Larrocha y premiada en Prisca Benoit del Conservatorio superior de Paris.
Que anteriormente alternó sus estudios entre Tarragona y Barcelona, si; y que actuó, o se familiarizó, en un mundo sonoro único y vivaz, también. Tiene tres discos en el mercado,
quizás con un evidente corte clásico, pero también contemporáneo, hasta saber realmente lo que a María Parra le llenaba, su yo más intrínseco. “Rêverie” (Verso, 2014), “Mouvement” (Orpheus, 2016), ambos discos muy bien recibidos por la prensa especializada como en Radio Nacional de España, y ya en el final de 2020 sale “Vision”, dentro de ese especial, o mejor dicho ciclo, El Piano de Albéniz. Centros culturales, como hace poco en Casa de Vacas, en el centro de actividades culturales de Madrid, donde tuvo su éxito
particular, mínimo, ya se sabe, el Covid, siempre el Covid pudiéndolo todo. A ver cuando podemos sentirnos libres y abrazarnos y besarnos, queriendo una vida como la que teníamos, y llenando los locales hasta el agotar entradas y no dejar a nadie fuera de rango. Además María es esa artista seleccionada por AECID, para su catálogo 2020-2021, que muestra el gran talento creativo de María Parra.
Porque ella es toda tradición, como también modernidad, ella es única, tiene identidad propia. Se
acepta como es, y se presenta como es; artista, mujer, pianista… Una mujer amorosa en una sencilla búsqueda de caracteres propios, que
es como decir envuelta en paisajes propios: impresionismo, romanticismo del ayer, y el duende de hoy, como la cultura española, ahí está el flamenco de Camarón, de Paco de Lucia, del pop de los años de atrás, esos aires viajeros de los años 50, del folk y
cantautores que siempre le acompañaron en sus principios de juventud. Ahora en la madurez de una persona tan amplia como es Maria, su leyenda sigue creciendo, atrás se quedan sus interpretaciones en países como Italia, Alemania, Francia, Portugal, España, y quien sabe cuantos países más que a mí se me escapen.
Ella ha nacido para triunfar, para deleitarnos con sus finas composiciones, para hacernos la vida mucho más fácil y llevadera dentro de este redentor 2020. Ya no te veo tan clásica, mi querida amiga, te veo más como una inductora de un nuevo piano contemporáneo, o quizás mejor como un piano crossover... Gracias
mi querida amiga, cuídate, y sigue dándonos esta maravillosa oportunidad de sentirnos vivos, y en consecuencia unidos, tanto en música, como en otros avatares de la vida fuera de esta pandemia.
Me gusta mucho esta canción,“Light at the end of the Tunnel”. ¿Crees que hay luz al final del túnel en estos difíciles tiempos?
María Parra: Claro que hay luz al final del túnel. La vida está compuesta de alternancia de ciclos, de momentos oscuros con otros luminosos, y está hecho así para valorar lo bueno de la vida tras el aprendizaje de lo malo y que sirva para tomar conciencia, aprender de los errores y desarrollar la fuerza interior que viene de la esperanza. De todo, hasta de los peores horrores, se ha salido a lo largo de la historia de la humanidad, así que de ésta también saldremos…
¿De dónde nace la vocación de ser pianista?
María Parra: Primero vino la vocación hacia la música y ésta ya se dio desde la cuna. Mi padre, artista también (pintor y poeta), era muy melómano y en mis oídos de bebé ya fueron penetrando diversos universos sonoros muy eclécticos. Lo del piano como instrumento del que servirme yo misma para expresarme, fue hacia mis 7 años, cuando tuve la oportunidad de acercarme físicamente a un piano antiguo y algo desvencijado que tenía mi abuela paterna. En ese piano pasé tardes enteras en mis veranos manchegos, buscando mis primeras melodías…
¿Es el piano el instrumento apropiado para María Parra?
María Parra: Sin duda, nunca tuve atracción por otro instrumento como para tocarlo. Eso no quita que haya sonoridades de otros instrumentos que me seduzcan particularmente como son el violonchelo o el saxo tenor.
¿Cómo es tu forma de componer, en qué te inspiras?
María Parra: Tengo diferentes procesos. Generalmente empieza con una improvisación, sea por una melodía que surge, con la que jugueteo, ya sea por un tema que haya acabado de escuchar en cualquier contexto (una banda sonora, una canción, una improvisación) y con esa sensación voy corriendo al piano a buscar mi propio universo sonoro. En cualquier caso si surge un núcleo temático que me emociona, que me hace vibrar, empieza todo un proceso emocionante de creación donde el tiempo queda suspendido. Suelo pensar en imágenes y por ello lo primero que surge, junto al núcleo temático, es el título. Algo así como una declaración de intenciones. Y finalmente el título propone un viaje imaginario visual, creando tus propias secuencias cinematográficas que ilustra la música.
¿Cuáles son tus influencias musicales, qué acordes manejan tus dedos para demostrar esa fuerza y pasión?
María Parra: Tengo muchas influencias de múltiples estilos y de muchos artistas. Es por eso que ahora entiendo que en mi caso debía atesorar todo ese conocimiento, tanto musical, vital, así como el manejo técnico del instrumento para jugar con paletas sonoras y sutilezas que me ha dado estudiar e interpretar durante tantos años a los clásicos, la base de mi formación. Dicho esto, a ese sustrato le incorporo ecos, acordes, pinceladas de toda la música que he escuchado, o estudiado, y que me ha gustado: jazz, flamenco, pop, rock, canción de autor, música celta, folk… Todo tipo de música que hace que mi estilo sea el mío propio, sin barreras ni etiquetas, ya que a través de mi música me encuentro a mí misma…
Estás muy presente en tu disco “Vision”, es tu primer álbum creado íntegramente por ti. ¿Qué experiencia marcó este disco en tiempos de pandemia?
María Parra: Este disco fue grabado antes de la pandemia y que viene tras dos discos de corte clásico con dos bonus track donde dejaba entrever que había una compositora también.
Con “Vision” me quito todas las timideces y me permito ser yo misma, sin corsé, sin límites y me siento muy cómoda. He tardado tiempo en tener la confianza para sacar este disco al mundo porque provengo de la clásica donde la derivación natural de la composición es hacia la dicha “música contemporánea” que suele ser interpretada por otros, y yo no me sentía para nada identificada con esa “etiqueta”. Cuando me desprendí de las supuestas “etiquetas” es cuando me “permití” sacar este disco, y curiosamente empecé a descubrir a otros colegas pianistas de muchos países que hacían su propia música y la tocaban ellos mismos. Eso hizo sentirme más arropada.
Cuando estás sobre el escenario, ¿Qué diferencias encuentras cuando es una actuación a solas, o cuando participas con más músicos y compañeros tuyos?
María Parra: Cuando estás solo eres tú con tu discurso quien comunica con el público con el cual deseas conectar haciéndoles partícipe de tus emociones, fuerza, energía. En mi caso ahora con mi música me resulta más fácil porque se trata de mí misma y todo cobra más coherencia que cuando interpretaba a otros. En cualquier caso tocar solo tiene también sus riesgos. Estás más desnudo, más desprotegido y más solo ante tu audiencia.
Cuando estás acompañado, y se supone que has elegido bien a tus compañeros de escenario, primero ha de darse la conexión entre tus colegas y tú, y si la sinergia se da, ésta se transmite al público multiplicado y magnificado.
En el primer caso todo es más intimista, un de tú a tú con el público, en el segundo caso hay más una sensación de comunión.
Debe de ser gratificante que formes parte de artistas seleccionados por la AECID (Agencia Estatal de Cooperación Internacional y Desarrollo) para este 2020 y 2021
María Parra: ¡Pues ha sido un gran honor! Imagínate ser elegida y formar parte de un ramillete de artistas españoles de todos los ámbitos artísticos (artes plásticas, teatro, música, etc) para representar al talento español en el mundo, a través de todas la embajadas y centros culturales de las capitales de todos los países. Y me sentí todavía más afortunada cuando fui seleccionada junto con otros dos artistas (plásticos, audiovisuales y yo en música) que fuimos expuestos con nuestra labor por todo el mundo a través de nuestras embajadas para celebrar el día 12 de octubre.
En fin, ¡¡muy agradecida por semejante consideración!!
¿Cómo vive un artista bajo el confinamiento?
¿Es verdad, que las mejores composiciones, tanto en música, libros, cuadros, etc, nacieron de un retiro voluntario?
María Parra: La creación requiere de un retiro voluntario, eso es cierto. Pero cuando llegó el confinamiento el 13 de marzo, en mi caso hubo unos días de desconcierto y descoloque porque se trastocaban planes y fechas del lanzamiento y presentaciones del disco, pero enseguida busqué la parte positiva, y fue el tener el tiempo y la calma para componer. Para crear necesitas estar al 100% enfrascado en tu música. Eres como una naranja que auto exprimes, y te sumerges en un proceso de introspección para sacar toda la música que tienes dentro. La verdad es que me he sorprendido a mí misma por la cantidad de música que he sido capaz de crear entre el confinamiento de la primavera y el verano. Cuando acabo una pieza que me ha encantado siempre pienso: “esto no lo podré superar” o “no voy a ser capaz de crear nada nuevo”. Así que en este aspecto me he quedado bien satisfecha. He creado tanto que tengo material como para dos discos más. Así que sin el confinamiento y el parón de conciertos no hubiera podido ser tan prolífica.
¿Es María Parra esa persona que se abre a todos los formatos y gustos musicales?
María Parra: María Parra es, ante todo, esa persona a la que le incomodan las barreras, fronteras, diferencias por color de piel, sexo, ideología, condición social, nacionalidad, etc, así pues, por coherencia, y acorde a mi manera de ser, mi música abraza toda la música que a mí me emociona, que forma parte de mi imaginario musical atesorado a lo largo de mi vida y fluye, entremezclada, “mestizada”, con total naturalidad.
¿Es “Carrusel” esa canción que nunca faltaría en un concierto tuyo?
María Parra: Lo es. Es un canto al niño interior que todos deberíamos haber conservado. Un canto a aquel niño que fuimos, aquel que se permitió soñar con mundos dónde en su imaginación todo era posible. El adulto que después ha devenido está, en muchos casos, limitado por miedos, prejuicios y sueños quebrados… "Carrusel" es una invitación a permitirse ser aquella persona que podría llegar a ser si no tuviera miedo.
¿Qué sueños te quedan por cumplir?
María Parra: Pues muchos, aunque es cierto que he ido cumpliendo, poco a poco, unos cuantos. Soñar y lograr mis sueños es lo que me mantiene viva.
Has recorrido Europa por sus cuatro costados, ¿Qué nos tienes reservado para el futuro de 2021?
María Parra: 2021 puede ser un gran año, pero no porque lo sepa a ciencia cierta, sino porque lo intuyo. Así que me lo reservo para mi e invito a que estéis al tanto de lo que pueda ir llegando. Yo voy a ir fluyendo con todo lo que se me vaya presentando.
¿Qué le diría María Parra a María Parra ante un espejo?
María Parra: Lo que cualquier otra persona puede que se diga a sí misma ante un espejo en alguna ocasión. “Quiérete más a ti misma, confía en la vida y no tengas miedo”. ¡Ahí es nada!
¿Qué proyectos tienes actualmente, defender tu disco tanto como se pueda, o ya estás pensando en un nuevo álbum?
María Parra: Bueno, a "Vision", todavía le queda recorrido como proyecto a piano solo pero también le queda su puesta de largo a formato trío de jazz (piano, contrabajo y batería), un formato que me hace tremenda ilusión y que empezará a andar en breve. Pero también ya tengo puesta mi cabeza en mis dos próximos proyectos discográficos, de los cuales ya poseo prácticamente todo el material. Así que tiempo al tiempo.
¿Con cuál de tus tres discos te sientes más comprometida, descríbemelos, “Rêverie, Mouvement, y Vision?
María Parra: Sin lugar a duda con "Vision", que es el último. Como he comentado este disco soy yo misma por los cuatro costados: mi historia, mi manera de ver la vida y de entender la música.
“Rêverie” fue mi primer disco, de corte clásico y fue muy importante para mi ya que era mi carta de presentación al mundo. Es una palabra francesa que tomo de una de las piezas de las “Escenas de niños” de Schumann y que significa “ensoñación”. Junto con “Children’s Corner” de Debussy hacía alusión a la infancia, para mí el disco duro de todo ser humano, allí donde moran y surgen espontáneamente tus dones y habilidades que, bien detectados y desarrollados, te dan las claves de tu felicidad en la edad adulta. A eso le uní Albéniz y Granados, autores de la música española que trabajé muy de cerca con Alicia de Larrocha y con mi pieza de corte jazzístico “Il pleut sur Paris” , rendía tributo al pianista Bill Evans y hacía homenaje a la Ciudad de la Luz, donde estudié y aprendí a amar el impresionismo, tanto musical como pictórico. Así que era una declaración de principios.
“Mouvement”, (nombre extraído de una pieza de las “Imágenes” de Debussy), fue mi segundo trabajo discográfico. Significaba pasar a la acción en la vida una vez detectado cual es tu propósito en ella. Así que primero “ensueñas” o estableces un plan y luego, (muy necesario) pasas a la acción, te pones en “movimiento”. También incorporo a Manuel de Falla, junto a Granados y Debussy, homenajeando al París esplendoroso de finales del siglo XIX, principios del XX, dónde confluyó una cantidad de artistas maravillosos de todas las artes y diversos países, generando un periodo muy rico artísticamente hablando. El bonus track volvía a ser una pieza mía, un tango dedicado a la pianista argentina Martha Argerich.
Para mí “Rêverie” y “Mouvement” son un duplo. Los dos discos se complementan y establecen mi señas de identidad en cuanto a gustos e influencias importantes en mi vida.
Tus composiciones, tus canciones, están revestidas de letra, o es una voz callada, oculta, para qué la imaginación sea de una total libertad.
Uhm… usted es muy inteligente… Claro que habrá sorpresas con mi música. Por supuesto que será cantada. Pero antes que yo, lo harán las primeras espadas de la canción en España. Yo, ya si eso, bueno pues más adelante… (Sonríe)
Si tuvieses que tocar en tu piano partituras de otros grandes organistas, tanto clásicos como modernos, serías capaz de hacer esas versiones?
María Parra: ¿Sabes? Me pasa ahora que, tras toda una vida interpretando a otros músicos, y darme cuenta que no hacia más que versiones, ya no me apetece tanto. Me ha servido para aprender de unos y de otros; he consumido mucha música, pero ahora sólo me apetece tocar mi propia música, y ser yo misma. ¿Te imaginas a Bruce haciendo sólo versiones en sus conciertos de otros…? No. Pues eso ocurre conmigo, el creador respeta al creador, pero es realmente importante quedarnos en nuestro universo.
Y ya para acabar una pregunta que me acecha. En aquellos dulces desayunos neoyorkinos, que tanto disfrutamos en ese maravilloso viaje de final de gira de Bruce Springsteen, con “The Rising”, te pedí un regalo, favor, a día de hoy no sé si lo has cumplido pero:¿Llegaste a tocarle alguna vez a mamá el “Jungleland” de Bruce…?
María Parra: Pues todavía no… Pero si es necesario, ¡me pondré a ello!
¿Y New York City Serenade?
María Parra: Tampoco, ya sé de vuestros gustos, me pongo a ello.