Por: Pepe Nave
“Me importa una mierda el pasado, nuestros días de gloria pasados”. Es la traducción aproximada del primer verso de una canción de Arab Strap que pudimos escuchar tras casi 16 años de silencio. Fue hace unos meses, con "The Turning Of Our Bones", adelanto del álbum recién salido y canción que lo abre. Iba acompañada de un vídeo de zombies y según cuenta Aidan Moffat, cantante y letrista del grupo, en una magnífica entrevista en Stereogum, en la que desgrana el álbum canción a canción, se inspira en el rito de la Famadihana de Madagascar, en la que se desentierran cada equis años los huesos de los difuntos y se baila con ellos antes de volver a enterrarlos. Esperemos que, en su caso, sus huesos se queden una buena temporada con nosotros. Ahí está todo el humor negro que les caracteriza, pero donde algunos se fijan solo en la sordidez y les etiquetan como cenizos y deprimentes, ellos nos están exhortando, a todos los muertos vivientes en que nos hemos convertido, a bailar y sacarle el partido que podamos a este tránsito. La música que la acompaña tiene ese tono lúgubre pero melódico, de acordes menores, acompañado de una base bailable aunque a un tempo tirando a lento. Nada realmente nuevo en ellos que si bien empezaron como una banda que combinaba el slowcore de bandas como Codeine o los primeros Low -pero sin un amago de épica- con aquella música de sonido aparentemente mal grabado conocido como lo-fi, con estructuras espartanas, algunas solo con el acompañamiento de la guitarra, ya colaban alguna con caja de ritmos y apariencia de hit de serie B. De hecho, la tendencia en su anterior etapa fue hacia la incorporación de sonidos electrónicos y a dejar atrás el acabado lo-fi.
En el apartado musical lidera la otra mitad de la banda Malcolm Middleton, aunque Moffat asegura participar cada vez más, pues ha aprendido a desenvolverse mejor por medio de la práctica adquirida en sus trabajos en solitario y por la accesibilidad y mayor sencillez de manejo de los instrumentos electrónicos y el software de composición y grabación. De hecho, esta es una de las razones por las que el sonido de todo el disco es más electrónico que en el pasado. La guitarra de Middleton sigue presente pero más para enfatizar y aportar detalles que para llevar el peso. También parece notarse un esfuerzo por dotar a todas las canciones de un estribillo melódico a su manera; se podría decir que es la colección más accesible a oídos acostumbrados al pop que han hecho en su carrera. Antes, esos chispazos aparecían en temas sueltos, como los que aquí representan el mencionado avance, "Compersion, Pt. 1" o "Here Comes Comus!", que suenan a singles de post punk melódico o pop gótico que podrían gustar a fans de Editors y otras bandas deudoras de Joy Division. Pero en algunas de las lentas como "Bluebird" o "Kebabylon" (el estribillo de esta última no se os despegará en una temporada larga) se les podría hasta relacionar con unos Pet Shop Boys intimistas en pleno bajón anímico. Esto podría espantar a aquellos fans más radicales que apreciasen la rareza y la austeridad de su sonido añejo. Cada uno sabrá, pero aquí hay una esencia que se mantiene. Y más es así si uno se detiene a escuchar, leer o traducir, si es el caso, las letras.
Aidan Moffat siempre alegaba que el 100% de sus anteriores textos relataban episodios autobiográficos, y no es un detalle sin importancia, por lo pornográfico, prosaico y trágicamente cómico o directamente drámatico de la mayoría de ellos. Ahora, padre de dos hijos de vida casera, dice que la relación de hechos reales contra ficticios es de 60/40, que no está nada mal, y añade que en ese 40 de observación e imaginación se centra en personajes que podrían haber sido él. Claro, hay que tener en cuenta que, actualmente, en la era de internet, aplicaciones y smartphones, cualquiera puede alcanzar la sordidez desde su cuarto de baño o el salón de su casa, sin necesidad de estar borracho en el servicio de un pub de mala muerte. Es el tema central del disco. De ahí la portada que muestra el cuadro del decimonónico pintor brasileño Pedro Americo, "La Noche Escoltada por los Genios del Amor y del Estudio", mostrado como en una ventana del ordenador. La noche y sus tentaciones seduciendo a través de la pantalla.
"Bluebird", que no es otro que el azul pájaro de Twitter, retrata a un usuario de la red poniéndose patético a altas horas reclamando amor. "Another Clockwork Day" es la confesión de un aplicado onanista, casado, que no tira de las webs de porno, sino de fotos en su ordenador de…os recomiendo que lo leáis vosotros mismos, tiene un giro final sorprendente.
Pero no todas las perversiones entran a través de la pantalla del móvil. "Compersion" (de "Compersion, Pt 1."), es una nueva palabra que no encontrareis en diccionarios oficiales de inglés, pero sí en el Urban Dictionary, y que describe el placer mental que le proporciona a una persona emparejada ver o saber de su consorte teniendo sexo con otras personas. Aquí, la cosa llega a más en forma de improvisado trío, pero no parece terminar muy bien. "Here Comes Comus!" es una ficción en que personifica a Comus, el dios griego de la festividad y el exceso como un ser irresistible que lleva al que le conoce a dejarse llevar en todos los sentidos. Y es que Moffat no es un moralista o un simple retratista de los peligros del vicio en la forma que sea. Para él es una parte nuestra que nos va a traer tanto bien como mal, pero nos va a hacer sentir vivos. En "Kebabylon", son los barrenderos del turno del amanecer los testigos de los rescoldos de la farra y de los movimientos de esos últimos supervivientes que buscan en el bar de Kebab una excusa para seguir con la parranda más allá del final de la noche, por más decadente que se ponga. No es que Moffat haya querido recordar aquellos tiempos alejados por la pandemia y ponernos los dientes largos; la mayoría de las letras son anteriores. Si acaso quizás respondan a cierta añoranza de antiguo noctámbulo devenido en doméstico padre de familia. Y hablando de padres de familia descarriados, en "I Was Once a Weak Man" hay uno que encuentra la excusa perfecta para exculparse tras cada batalla: “bueno, Mick Jagger lo hace y es más viejo que yo”.
Son once historias que merecerían un comentario de texto amplio cada una de ellas, llenas de frases para imprimir en camisetas e historias que podrían dar lugar a capítulos de una serie entre Black Mirror y una parodia escocesa en clave realista de Resacón en Las Vegas. Solo destacar por último, la de temática más diferente al resto, "Fable of the Urban Fox", como dice el título, una fábula en que los zorros que se adentran en las ciudades huyendo de las cacerías campestres y el hambre, son despreciados y perseguidos por los urbanitas azuzados por la prensa. Sobran explicaciones. Insólito en Arab Strap hasta la fecha, por si alguien se asusta la historia está contada con el gusto marca de la casa.
Todo lo cuenta con su grave voz, con más peso y expresividad si cabe que en el pasado. Alterna el tono hablado y el cantado como siempre, pero ahora casi se nota cuando está siendo irónico, cuando hay una pulla, cuando hay emoción. Su fama de tipos tristes haciendo música triste, no sé si se la quitarán de encima con este disco. No hay que dejarse llevar por las apariencias. Como cuenta Moffat, que dice un amigo suyo, cada persona que conoció haciendo música feliz era un miserable bastardo, mientras que los que hacían música supuestamente triste eran personas sensatas que lo sabían llevar, perfectamente felices. De momento los que estamos felices somos los fans, escuchando estas adictivas once canciones una y otra vez sin descanso.