Quique González: música por encima de la música


Sala Oasis, Zaragoza, viernes 8 de marzo de 2024.

 Por: Javier Capapé.

Veinticinco años en la carretera. Toda una vida a nuestro lado. Quique González está celebrado su vida en el escenario con lo que mejor sabe hacer, regalándonos una serie de conciertos que van a quedar grabados en nuestra retina por mucho tiempo, por otros veinticinco años, quizá. Desde El Giradiscos nos hemos propuesto seguir esta gira única y el concierto de Zaragoza era nuestra tercera parada de esta celebración, tras Bilbao en diciembre y Córdoba hace apenas un mes. 

Como ya es sabido, Quique dedica el protagonismo cada noche a uno de sus discos, que interpreta entero y en el orden en el que fue publicado. En esta ocasión repetimos envite y, como ocurriera en Córdoba, "Me mata si me necesitas" fue el elegido. Para el que esto escribe confieso que es uno de sus discos más logrados en global, sino el que más, pero bien es cierto que en los comienzos de la gira del mismo ya lo pudimos escuchar de esta manera y nos hubiera gustado poder revivir la intensidad de algún otro disco, como el más arriesgado "Avería y Redención #7", que estrenó en este formato en su siguiente cita en Valladolid, aunque sin duda volver a "Me mata si me necesitas" es siempre reconfortante. Y de esta manera comenzó la noche en la Oasis

Presentó sus intenciones tras templar el ambiente con "Detectives" y encaró el disco en cuestión casi del tirón. Gracias a la banda que le acompaña para esta gira (la misma con la que se curtió para presentar "Sur en el Valle") los arreglos de "Me mata si le necesitas" sufrieron sutiles cambios, llegando a imprimirle a estas canciones un toque más cercano a Tom Waits que a Tom Petty, resaltando su calidez y sus detalles, brillando en la emotiva "Se estrechan en el corazón", rugiendo en "Sangre en el marcador", deteniéndose en los matices menos evidentes de "No es lo que habíamos hablado" o acariciando con suavidad la minimalista "Cerdeña" o la sentimental "Ahora piensas rápido", dos de las que más nos permitieron apreciar su grandeza dentro de su exquisita sencillez. 

A falta de la sugerente voz de Nina de Juan, fue el magnífico guitarrista Toni Brunet quien se transformó en "Charo" con gran solvencia. En todas las paradas del disco protagonista hubo gran respeto. El público entendió perfectamente la propuesta y la abrazó hasta su intenso final con "La casa de mis padres", momento en el que el grupo se tomó un descanso para volver y ofrecernos sus éxitos más incontestables junto a varias sorpresas del tremendo cancionero del madrileño. Es sabido que el quinteto ha ensayado muchas canciones para vestir esta gira con diversos trajes cada noche y de esta forma detenerse en algunas no tan evidentes pero muy celebradas como la inmediata "Trucos fáciles para días duros" o la más ligera "Crece la hierba", que para la ocasión se vistió con un arreglo más funky.

Las cuerdas de Toni Brunet se deslizan hacia los tintes de los Byrds en "Miss Camiseta mojada" o se contienen dibujando armonías evocadoras en "Cuando estés en Vena". Solo hay que dejarse llevar por los sonidos de las guitarras de este músico para disfrutar en cada segundo de un viaje épico. Pero no solo Toni Brunet nos sorprende. La banda entera es el guante perfecto en las manos de Quique González: Jacob Reguilón hace de su bajo un instrumento sugerente, Edu Olmedo nos mece con gran precisión dando justo lo que cada canción necesita desde su batería, y Raúl Bernal nos estremece con su acordeón (acertadisimo arreglo en "Salitre") o se nos muestra más disfrutón que nadie dando rienda suelta a su hammond en "Kamikazes enamorados" o culebreando con el Wurlitzer en la revisión de "A la media Luna" de Santiago Auserón.

El músico madrileño tiene una especial conexión con la sala Oasis zaragozana, como siempre deja bien claro, pero ya que estaba celebrando sus veinticinco años de carrera no se olvidó de la sala que le vio dar sus primeros pasos en esta ciudad. Recordó algunos momentos muy especiales de los vividos en La Casa del Loco cuando se presentaba sólo con su guitarra y su piano (aunque también pudimos ver ahí importantes giras como "La Noche americana" o la celebración de sus diez años de carrera), pero no dejó en el olvido todo lo vivido en la Oasis, cuyo público respondió con gran respeto cuando la ocasión lo requería (cuánto se agradeció el silencio cuando nos adentramos en "Los desperfectos", que se convirtió en un sugerente camino de la delicadeza al rugido) y se entregó en cuerpo y alma para corear "La ciudad del viento", la emblemática "Y los conserjes de noche" (con un juego de armónica y hammond como no habíamos visto antes) o la siempre infalible "Vidas cruzadas". 

Algunos no olvidaremos la noche de este veinticinco aniversario en Zaragoza por la generosidad de un Quique González que se mostró en todo momento visiblemente emocionado y agradecido. Sus interpretaciones fueron de las más sugerentes que se recuerdan, reforzando la contundencia de "Avería y Redención", compartiendo toda la magia contenida de "La Luna debajo del brazo", haciéndonos partícipes de su estampa más costumbrista en "Pájaros Mojados" o alzando el brazo para sentir que no estamos solos en "Nadie podrá con nosotros". Los tiempos y permisos marcaron el final de la noche con la explosión de "Pequeño Rock and Roll", que dedicó a nuestro paisano Enrique Bunbury, pero si hubiera sido por Quique y por todos los congregados en la Oasis la noche hubiera continuado canción tras canción. No había ganas de acabar por parte de ninguno, y eso que el set se extendió más allá de las dos horas y cuarto, pero la ocasión pedía más y Quique González nos dio todo lo que estuvo en sus manos. Fuimos una vez más conserjes de una noche única, como cada una de las que hemos protagonizado con este músico tan espléndido. Si hemos pasado veinticinco años juntos que sean por lo menos veinticinco más, porque pocos nos dan lo que solo él sabe, esa música por encima de la música, que resalta lo que verdaderamente deja poso, lo que lleva la luna debajo del brazo y algunos somos afortunados de paladear. Gracias por llegar hasta ahí, Quique ("I'm comming").