Van Morrison: Un rugido desde la eternidad


Noches del Botánico de Madrid. Miércoles y jueves, 4 y 5 de junio de 2025. 

Texto y fotografías: Ricardo Virtanen. 

La apertura de los conciertos de las Noches del Botánico 2025 ha sido adjudicada a Van Morrison (Belfast, 1945), quien llenó las dos primeras fechas del Festival madrileño por antonomasia, con 4000 personas por día, en su esperado regreso a la capital. Algo más delgado que la última vez, sombrero claro, gafas azules de espejo, y traje azul con su saxo en ristre, es la icónica imagen de gánster napolitano de un genio de la música que en verano llegará al status de octogenario, alcanzando a otros históricos como John Fogerty o Eric Clapton, sumados recientemente al club.

El memorable concierto de esta noche, el primero de los dos que ofreció en Madrid, en formación de noneto, sin duda es un ‘concierto de autor’, lejos de lo que se esperaría en una de las más altas figuras de la historia del rock (quizá ya solo por detrás de Dylan, Springsteen y Young), huraña a más no poder, con fama de gruñón, con sus 42 discos de estudio (ocho de ellos en la última década), y una lista de súper éxitos que llenarían —o sea, que llenan de hecho— un doble álbum. El impecable concierto estuvo rodeado de músicos muy talentosos: desde el cuarteto de base: Dave Keary (guitarra), John McCullough (teclado y moog), Neal Wilkinson, (batería) y Samuel Burguess (bajo/contrabajo), hasta cuadrar su actual superbanda: Alan Wickett (percusión), Chris White (saxos soprano, tenor y barítono), Matt Holland (trompetista, el músico que más ha colaborado con Morrison) y coros ( la irlandesa Jolene O’Hara y la cantante de jazz Sumudu Jayatilaka). Todo ello, con un ciclón de estilos superpuestos como fichas de dominó, en una arrolladora coctelera sónica: Jazz, R&B, Blues, Swing, Soul, Skiffle... 

El concierto se inició cinco minutos antes de lo previsto, lo que le hizo, a quien esto escribe, que llegara cuando terminaba “Only A Dream”, una canción antigua de 2002, pero de cierta actualidad, porque Morrison la incluía en su último trabajo: New Arrangments an Duets (2024). Ya todos sentados en la gradas y la pista a reventar, sonaba la segunda canción: “Cutting Corners”, adelanto de su próximo vinilo: "Remembering Now", que saldrá a la calle en algunas semanas. Aquí Morrison ya iniciaba su periplo de cambio de instrumentos en cada canción, deleitándonos con su saxo alto. Tras “Back On Top”, donde Morrison sopló su armónica, y algo más hablador que en otras ocasiones, nos presentaba un tema de Ray Charles: “What Would I Do Without You”, incluido en un lejano disco de 1984, en esta ocasión sentándose al piano. Una balada donde tuvieron una mayor presencia los coros, liderados por la espectacular Sumudu, que eternizaron con sus voces el estribillo “What Would I Do”, con que la canción languideció durante más de dos minutos. Con “Days Like This” y, seguidamente, “Real Real Gone” se alcanzaba el punto álgido de la noche, dos pepinazos del seatlist del León de Belfast, incluidos en trabajos de la década de los 90’s. La primera implica toda una vindicación de la vida cotidiana, un himno a las cosas sencillas, con cierta serenidad optimista. Mientras, la segunda se ha convertido en toda una explosión de R&B en sus conciertos, con una acentuación diabólica, que casi invita a cerrar los conciertos. Sonó la balada “In The Afternoon”, otro éxito de "Days Like This", cuando quizá debería haber elegido alguna de sus baladas más célebres (pienso en “Someone Like You”, “Have I Told You Lately?” o “Crazy Love”. Pero no era el día para “Grandes éxitos”, y el nordirlandés encadenó temas de discos de su última etapa: "Live At Orangefield" (un directo de 2024), "Moving On Skiffle" (2023), "The Prophet Speaks" (2018) y "Versatile" (2017).

Así, pues, Morrison nos puso a bailar con el marchoso “Cleaning Windows”, que finalizaba reproduciendo aquel legendario verso de Gene Vincent: “Bebop a Lula she’s my baby. Después llegaba el apacible “Green Rocky Road”, el cual se fue hasta los siete minutos, al que sucedían dos temas más de su ultimísimo "Moving On Skiffle": “No Other Baby” y “Cold Cold Heart”. Morrison hundía sus raíces en el skiflle, un estilo afroamericano de los años 20’s que da prioridad a instrumentos caseros y acústicos, con armonías y ritmos sencillos, juntando estilos primigenios como el folk, el jazz o el blues. En los años sesenta, tuvo cierto predicamento en la Inglaterra beat, y tanto The Beatles como The Rolling Stones como Bee Gees o Jimmy Page lo desarrollaron puntualmente. En “No Other Baby”, destacó el solo portentoso del trompetista Matt Holland, con guiños a un conocido pasodoble español, al que se sumó el de congas de Wickett. Holland, diremos de paso, estuvo presente en la gira en que vi a Morrison en La Riviera, hacia1996, por lo que se conforma en uno de sus escuderos más fieles. “Cold Cold Heart” fue interpretado a un ritmo mucho más lento que el original, donde predominó el uso del lapsteal, del todopoderoso y versátil Dave Keary, más el sonido del saxo barítono y la tabla de lavar, ejecutada casi con humor por Alan Wickett.

Sin duda,“Aint Gonna Moan No More”, muy al estilo soulblues de Ray Charles, tuvo en el Hammond de McCullough, y en el solo muy expresivo del bajista (que ya había abandonado el contrabajo), la máxima expresión de la canción, al contrario que la anterior, tocada mucho más rápida. Morrison presentaba al personal en el corte doce del concierto, lo que hablaba de que resultaba más interesante hoy llevar casi todos los temas a los 6/7 minutos, con el lucimiento de los músicos de esta superbanda, que interpretar 20 temas. Morrison proseguía con un blues marcial, interpretando el penetrante “Broken Record”, cuyo estribillo repetitivo cansa en el disco ("Versatile"), pero da mucho más juego en los directos, con un muy digno solo de saxo alto del propio Morrison, y con las coristas redoblando la efectividad del estribillo sine die.

Para cerrar una noche mágica, diferente para aquellos que seguimos a Morrison durante más de tres décadas, el de Belfast encadenó tres "minihits" de sus históricos directos "Live at the Santa Monica Civic" (1973) y "It’s Too Late To Stop Now" (1974). “Wild Night” es recurrente en la mayoría de sus directos desde los años setenta, incluido en su mítico "Tupelo Honey". Aquí fue el único momento en que la guitarra de Keary sonó con cierta distorsión rockera, con otra nueva ejemplar improvisación del joven saxofonista Chris White, esta vez con tenor. Y sin bajar el listón de la efectividad rítmica, sonaba “Help Me”, un blues marcado de Sonny Boy Williamson, pasado por la batidora rítmica de la banda de Morrison, y recurrente en sus finales de conciertos, con le jefe a la armónica. Transcurrida una parte del tema, Van Morrison hizo mutis por el foro, y desapareció de escena, exactamente igual que las dos últimas veces que lo hemos visto en Madrid (2018/2022). 

Sin embargo, el cantante no se fue rápidamente al hotel a darse una buena ducha, sino que quiso unirse al fin de fiesta. Entonces sonaron los acordes de “Gloria”, aquel mega éxito de 1964, de su primera banda, los Them (canción grabada también por The Doors). Es cierto, pues, que el nordirlandés tuvo el detalle de regresar para entonar la primera parte de la legendaria canción. La talentosa Sumudu Jayatilaka entonaba el estribillo de la canción casi en solitario. Ahora sí, Morrison desapareció del mapa para ya no volver. E igual que en su última actuación en el WiZinkCenter, la banda (nueve musicazos) iniciaron una improvisación infinita, que llevó el tema ¡hasta los 16 minutos! Sin duda, el momento más destacado fue cuando la joven promesa Jolene O’Hara, vecina de Belfast, se marcó una improvisación desatada, que me recordó a la portentosa Clare Torry en “The Great Gig In The Sky”.

Sin duda, fue un concierto memorable, con nueves músicos totalmente desatados en los temas finales, pero, cierto, y ¿”Brown Eyed Girl?”, “¿Moondance?”, “¿Bright Side of the Road?”, “¿Domino?”… Se oían quejas entre el numeroso público que desalojaba la pista. Incluso una mujer se acerco al escenario a increpar, a los técnicos que allí se encontraban, la ausencia de “Brown Eyed Girl”, que, quizá sí, Van podría haber colado. Pero esta noche la idea era otra. Y aquellos que amamos verdaderamente al León de Belfast nos pareció también un plan perfecto, otro nuevo rugido desde la eternidad para depositarlo con esmero en nuestra memoria.