Mikel Erentxun: "24 golpes"


Es el pequeño lastre de muchos discos españoles, la atención especial a una producción  quasi perfecta, el abalorio con el que se envuelve un trabajo, unas canciones que son más más desnudas o que son  más vestidas, pero que no nos atrevemos a arriesgarlas o arruinarlas por miedo, por miedo al riesgo, por miedo a que en un futuro nos reclamen parte de su pasado como si de hijos salidos de una residencia apartada del mundo se tratase.

Se nota, el analógico se nota, es fascinante oír baterías, voces, guitarras y hammonds grabados en cinta, no es lo mismo, como decía aquel, no es lo mismo. Henry Hirsch, productor habitual de Lenny “reverendo” Kravitz, es el maestro a los mandos, audaz con un sonido crudo y directo, enfocado al estilo de finales de los 60 y principios de los 70, sobre todo en el sonido de bajo (muy cercano a Beatles) y en la batería (para mí cercana al Harvest de Neil Young en el buen sentido de la palabra, guardando las distancias, es decir, bombo abierto y presencia 100 por 100 de caja, yo soy de los que opinan que el 95% del sonido de un disco es la caja y la voz, si eso está conseguido, todo es más sencillo de encajar), incluso con trucos de grabación empleados en los 50, como el delay corto de la voz (popularizado por Buddy Holly en el estudio Clovis de Nuevo México) muy bien utilizado por Hirsch en “Penumbra”, por ejemplo. Sólo un toque de atención a la producción de la primera parte del disco, todo está desnudo y más austero que nunca y eso es bonito, pero lo es más si lo llevamos a su extremo y no nos da miedo. Aún así, grande Hirsch, un gran pianista de sesión medio retirado y (aunque en este disco es él quien se encarga de todas las teclas) con una iglesia como estudio. Alguien que se compra una iglesia para hacer un estudio de grabación de discos de rock no puede ser mal tipo.

En “24 golpes”, el flamante nuevo álbum de Mikel Erentxun se ondean banderas republicanas en la misma casa del caudillo, pero con orgullo, como se han de ondear las banderas. Tiene grandes puntos a favor que ya quisieran para sí muchos artistas de primera fila de este país como es contar con las letras de grandísimos e incomprendidos compositores (por la industria, se entiende). Aparte de Corman, ya habitual en el trabajo de Erentxun, el que tenga un mínimo gusto por la palabra musicada sabrá que Diego Vasallo, José Ignacio Lapido y Rafael Berrio son grandes, muy grandes escritores de canciones, quizá los mejores que han escrito canciones en nuestro idioma. Tres autores con una carrera muy coherente y marcada por una convicción prácticamente inquebrantable. Letras poéticas y cercanas al literato solitario y deseoso de convencer en “(Así son) Las reglas del juego”, “Intacto” y “Veneno”.

Con la vida en los talones” es un intento valiente de emular el Get Back, un diez a los teclados, increíbles e imaginativos los Wurlitzers que empapan la cinta de sonido 70.

A veces te quiero siempre” es un ejercicio de producción de la escuela de Spector, todos sabemos que el Imagine es fruto suyo, baterías con delay y pianos doblados. Mención especial al solo de guitarra, con slide hubiera sido Harrisiano.

Es curioso que en la mayoría de discos escritos en español, los autores rompan el mecanismo de las palabras de tal forma que dejan de respetar acentos. Sólo hay tres autores que cuidan eso mucho, Nacho Vegas, Diego Vasallo y el gran Jose Ignacio Lapido… Ahora, Mikel Erentxun lo ha cuidado al máximo, no hay ni un cambio de acento en las palabras, eso es muy, muy de agradecer y nada fácil…

Lo bonito de este disco, aparte de contener las mejores canciones escritas por él en solitario, son los cambios de registro en la voz de Mikel, mucho más arriesgados que habitualmente, más cerca de la canción que del reflejo del artista interpretando una canción, da la impresión que por primera vez Erentxun entra en las canciones dejándose herir. En sus anteriores trabajos chirriaba en ocasiones la artificialidad de la voz sobre composiciones realmente buenas, esto provocaba cierto rechazo a la credibilidad pero en este trabajo, tal vez por su empeño en romper su imagen pasada y reclamar su puesto como escritor de canciones verdaderas, la voz es la guía de todo, las letras son el hilo conductor de un disco con forma de principio de grandes trabajos, más cerca de creíbles como Young que de mentirosos como Ryan Adams. 

Por: R.B.