Awolnation: “Run”

Por: Sandra Sánchez 

Si no eres de esas personas a las que les gusta dejarse sorprender, éste no es tu disco. Porque Run es básicamente una sorpresa continua. Cuando menos te lo esperas su música da un giro de 180 grados y te deja colgado y pensando “lo ha vuelto a hacer”.

Aaron Bruno, el líder de Awolnation, lo tiene todo pensado al milímetro. Ha comentado en distintas entrevistas que este nuevo disco, recién salido del horno, le causaba un miedo escénico importante. El anterior (primero con Awolnation) Megalithic Simphony, fue un éxito y ahora quería demostrarse a sí mismo y a su público que podía estar a la altura; no, que podía superarlo. 

Lo ha logrado. Ha conseguido hacerse con un sonido único y reconocible, algo tan difícil en los tiempos que corren, cuando gran parte de lo que escuchamos nos recuerda demasiado a otros artistas. 

Run te lleva de un sitio a otro dando tumbos, te eleva casi sin capacidad de reaccionar. Esto es quizá lo único que tienen en común todas sus canciones, que sabes cómo empiezan (al menos en qué genero musical se sitúan en los primeros acordes) pero nunca cómo acaban. Hablamos de hardcore y de coros suaves en el mismo tema, de flow y de potentes solos de batería, de electrónica y de música melódica... Y de la voz felizmente desquiciada de Aaron Bruno acompañada de coros casi espirituales. Una locura que funciona. 

Los sintetizadores, junto a los bajos y las voces distorsionadas comparten protagonismo en Hollow Moon, el single de presentación y probablemente el mejor tema del disco. La oscura Dreamers, que al principio invita a bailar y al final a desgañitarse, podría seguirle el paso, así como Headrest for My Soul, con un concepto totalmente diferente pero muy atractivo, centrado en este caso en la guitarra acústica, o Holy Roller, melodioso e íntimo. 

El conjunto del álbum ofrece un proyecto sólido y definitivo, que no deja lugar a dudas acerca del talento del californiano Aaron Bruno. Él es el autor, el intérprete y el productor de cada uno de los temas. No ha dejado nada a la improvisación, cada acorde, cada pequeño elemento tiene un por qué, un mensaje que el artista ha querido transmitir y que el público percibe. Objetivo cumplido con creces.