Los Enemigos. Encumbrar el pasado a golpe de presente

Kafe Antzokia, Bilbao, viernes 6 de marzo de 2015

A la derecha del escenario Manolo Benítez, en medio Josele Santiago, a la izquierda Fino Oyonarte y detrás de todos ellos Chema “Animal”. Esta imagen, que se pudo ver en el Kafe Antzokia de Bilbao el pasado viernes, es pura historia, y de calidad, del rock hecho en castellano. Los Enemigos están de vuelta, a pesar de que se ha tratado de una ausencia con interrupciones y en la que hemos podido disfrutar de sus integrantes en variados proyectos, y lo hacen esta vez con motivo de la publicación de un disco con material nuevo, Vida inteligente.

De, casi, impoluto negro, los madrileños se presentaron ante un número considerable de asistentes (probablemente el atractivo concierto que a la misma hora daban Peralta y The Ships mermaron algo la afluencia) para demostrar, pese a la reticencia de cierto tipo de público, que su repertorio no se ha quedado únicamente en los clásicos del pasado sino que traían composiciones nuevas bajo el brazo y ganas de plasmarlas ante sus seguidores.

Así que en esa tarea se pusieron manos a la obra e, intercalándolas a lo largo de todo el concierto, prácticamente cayeron todas y cada una de las actuales canciones aparecidas en su último trabajo. Esta decisión, lógica, razonable y de agradecer, aunque quizás no del todo “popular” para cierto tipo de público, de vertebrar la actuación entorno al más rabioso presente de la banda, junto a un sonido al que costó muchísimo acostumbrarse, saturado y muy poco nítido sobre todo incómodo y visible en la voz de Josele Santiago, supusieron dos aspectos que por momentos crearon cierta sensación de desafección.

La pegadiza y rítmica Café con sal fue la encargada de abrir la noche. A partir de ahí fueron dejando caer sus otras nuevas composiciones, ya sean las más rudas y contundentes, demostrando la todavía intacta energía y rabia que mantiene el grupo, como la brillante Santos Inocentes, la musculosa Aflicción o la irónica Cementerio de elefantes. Tampoco faltaron Vida inteligente, Gurú o la levemente psicodélica Ciudad satélite, en la que Fino se hizo con la voz principal y guitarra mientras que Josele pasó al bajo. Hubo también espacio para las composiciones más reposadas, ya sea el preciosa medio tiempo “joseliano” de Hombre que calla, la protestona Firme aquí, o las directamente lentas y románticas Estrella fugaz y Cuatro cuentos.

Evidentemente no faltó una representación considerable de algunos temas clásicos o habituales en el repertorio “enemigo”. Hubo presencia de canciones de sus últimos discos, así Me sobra carnaval se sumó a las muchas pertenecientes a Gas como Esta mañana he vuelto al barrio, Dentro o la genial Alegría, que sonó realmente brutal. Hablamos de un trabajo originalmente “sucio” y crudo, parámetros que se mantuvieron en la interpretación, a pesar de que la voz de Josele ha perdido algo de ese tono tan rugoso a causa de su reciente operación.

Todavía echaron más la vista atrás rebuscando entre esos himnos que han construido a lo largo de los años a base de mezclar un rock castizo bajo esa épica derrotista, claros ejemplos de esos pueden ser Septiembre o Brindis, ampliamente acompañadas por el público. Este tipo de canciones se apelotonaron en la última parte del concierto, logrando precisamente que fuera la parte no sólo más emotiva sino también la más lograda, tanto por el propio espíritu que transmitió el grupo como por la acogida del público. Fue el momento de que sonaran, con varias despedidas y regresos al escenario de por medio, Soy un ser humano, John Wayne, Complejo, Desde el jergón, La cuenta atrás y La otra orilla, que puso el punto y final definitivo.

Los Enemigos han regresado, aunque en verdad no se habían ido jamás del imaginario colectivo de una buena parte del seguidor del rock. En su actuación del pasado viernes ofrecieron tanto su ya mítico pasado como su papel en la actualidad, una decisión no siempre acompañada por el entusiasmo total del público, y de nuevo hay que remarcar un sonido que no ayudó para lograr esa total comunión. Es incuestionable que siguen en plena forma, que sus himnos siguen atronando o emocionando, según el caso, ejecutados en sus manos y que también tienen cosas que aportar con sus nuevas composiciones. Nuestras copas brindaron por ello en la actuación, aunque nos habría gustado que se desbordaran más todavía.

Kepa Arbizu

Fotografías: Lore Mentxakatorre