Vida Festival: Con final feliz. De los de verdad.


Vilanova i la Geltrú (Barcelona). 28, 29, 30 de junio y 1 de julio del 2017 

Por: Blanca Solà 
Fotografías: Christian Bertrand

Lo más bonito que sucedió el primer fin de semana de julio fue la 4ª edición del Vida Festival, que como cada año, se celebró en Vilanova i la Geltrú (Barcelona). Un festival que va creciendo, como los árboles menos vergonzosos de la Masia d'en Cabanyes, en calidad y cantidad. El festival acogió a 32.000 asistentes en total durante las cuatro jornadas, de los que todavía se escuchan palabras de agradecimiento por tal magnitud eventual, cuidada y tratada con tanto cariño.

El jueves, a pesar de ser jueves, cogió protagonismo con la presencia de Phoenix como una de las bandas cabezas de cartel. Además, cuando las gafas de sol todavía apetecían, Joan Miquel Oliver nos invitaba a balancearnos con su poesía melódicamente recitada de su último disco “Atlantis” (2017), sin olvidar canciones como “Flors de cactus” de “Pegasus” (2015) o la tan conocida “Final Feliç” de “Joan Miquel Oliver - Bombón Mallorquín” (2009). En el mismo escenario Estrella Damm, descubríamos a Parcels, cinco jóvenes con cabello al viento que al ritmo de electro-pop y funk, anunciaban el inicio de la noche marcado por riffs que, en cada canción, recordaban más a Daft Punk.

Rusos Blancos nos regalaron la dulzura del pop más pegadizo en La Cova Movistar y así prepararnos, en La Cabana Jägermusic, para el trío Guadalupe Plata. Rock, blues y locura que se entrelazaban para despeinarnos con su cuarto álbum “Guadalupe Plata 2017”, titulado, como cada dos años, con el nombre de la banda y el año de su publicación. Sonaron de placer. Cuando parecía que la energía se enfriaba y el viento se iba acostando en nuestros brazos, Phoenix despegó con una puesta en escena inimitable y con “Ti amo”, single que da nombre a su último disco. Por las pantallas podíamos ver un plano nadir de la banda acompañado de una iluminación espectacular que hacía olvidarnos de cualquier fría presencia. En algunas ocasiones el sonido nítido se difuminaba, pero en general, fue un directo bello y nostálgico con melodías como “Lisztomania”, “Girlfriend”, “Lasso” o “Love like a sunset Part II” de su exitoso disco “Wolfgang Amadeus Phoenix” (2009). Una hora y media que pasó velozmente y con ganas de comernos la noche que todavía nos cogía de la mano.

Las Bistecs pusieron el entusiasmo y sátira que necesitábamos en nuestras vidas con la licra como protagonista. “HDA (Historia Del Arte)”, “Problemas” o “Señoras Bien” fueron tarareadas y bailadas por todos los asistentes con miradas cómplices por la genialidad de la actuación. Un poco de humor siempre se agradece. El punto y final de la noche estuvo en las manos del Dj Erol Alkan. Remixes propios como “A hold on love” que jugaban con la iluminación del escenario. Para que, los más melómanos, nos fuéramos despidiendo de la jornada con el último bostezo.

El viernes destacó emocionalmente con Dr. Dog, banda que transmitió un pop rock norteamericano clásico con las guitarras como estrellas y que nos recordaron, por las tonalidades vocales y el divertimento musical, a bandas como Clap Your Hands Say Yeah. Preciosas melodías que se acercaban a los oídos para encandilarte. Devendra Banhart estuvo presente. Sutil. Delicado. Demasiado sutil. Demasiado delicado. Interactuó con el público, jugó con él. Pero su voz seguía enamorando a cualquiera que estuviera presente con canciones como “Mi negrita”, la inconfundible “Baby” mientras todos se derretían o “Never seen such good things”, entre otras. Fue correcto, pero faltó el verdadero amor. Para animar brevemente la noche, Los Punsetes. Una puesta en escena ya conocida por la inmovilidad de Ariadna y canciones con rimas fáciles que todos contemplaban y cantaban sin darle muchas más vueltas. Un indie pop reconocido nacionalmente, con conexiones con grupos de la movida madrileña, pero con una evolución leve vocal y melódicamente.

Y cuando las ganas acechaban, se presentó el momento cumbre con The Flaming Lips. Consiguieron dejarnos sin palabras con todo el show que alzaron como si se acabara el mundo. Confeti, audiovisuales psicodélicos, personas disfrazadas de peces y estrellas gigantes con cara de simpáticos, globos con mensajes dedicados al Vida festival y un sinfín de sorpresas que, aliñadas con su música espacial de los años 80, nos emocionaron con una brisa melancólica. “Yoshimi Battles The Pink Robots Part 1”, “The W.A.N.D”, “She don’t use jelly” y la disparatada “The Yeah Yeah Yeah Song” se entonaban entre sus fans de todas las edades y sonrisas. Porque, no olvidemos, The Flaming Lips nació en Oklahoma en 1983 destacando, siempre, por su experimentación. Y que así sigan por favor. La Casa Azul levantó todo el polvo habido y por haber en el recinto con el movimiento incansable de todos los asistentes. “Podría ser peor” rompió con estruendo electrónico y saltos de pasión al completo. Se escucharon también las clásicas, y Guille Milkyway se emocionó por sentirse tan querido y arropado por su público. Fue bonito e intenso.

El tercer día se levantó temprano con las actuaciones en La Daurada Beach Club del inconfundible Bigott y, de nuevo, Parcels. Pero lo más bonito que se vivió en la Masia d’en Cabanyes fue cuando el sol iba cayendo lentamente porque no quería perderse la belleza vocal y acústica de Rosalía & Raúl Refree con "Los Ángeles" (2017). La emoción y la felicidad de escuchar una voz con tanta alma y cantada con ella se palpaba en el ambiente con las palabras respeto y admiración. Canciones sentidas con el corazón que creaban un nudo en la garganta que solo podía desaparecer a través de los ojos. Un flamenco tan puro y vivo que los árboles saboreaban egoístamente entre sus hojas. Irrepetible momento que no se podrá olvidar. El aplauso más sincero que jamás había escuchado en el Vida festival. Un disco para palpar entero repetidamente y no cansarte nunca de sus giros tan personales y dulces. Sin más palabras.

Después de una hora tan intensa, la relajación la encontramos con Mishima, que presentaba su disco “Ara i res” (2017), la sensualidad hipnótica de Warhaus y el indie folk más esperado de Fleet Foxes. Ellos interpretaron, con su armonía vocal tan precisa, algunos de sus éxitos como “He doens’t know why” y “Mykonos” que se escuchaban como si estuviéramos en medio de montañas iluminadas cromáticamente. La noche se iba cerrando con las actuaciones de Warpaint y sus ritmos pegadizos, la banda australiana Jagwar Ma y The Magician. Un sábado para todos los colores. Y el domingo, para acabar de rematar, en la Daurada Beach Club, estuvieron Intana, Josh Rouse, Miqui Puig & ACP, Grooveroger y Vida DJs. El mejor ambiente para estar en la playa y disfrutar con los ojos bien cerrados.

Un festival que no dejó indiferente a nadie y que todos recordaremos hasta la siguiente edición. Porque un bosque encantado, lleno de detalles artísticos que sorprendían a cada paso y su música, inverosímil sinfín de propuestas dispares, no pueden acabar si no es con final feliz. De los de verdad. Larga vida.