Alanis Morissette: “Such Pretty Forks in the Road”

 

Por: Javier Capapé 

Alanis Morissette está de vuelta después de demasiado tiempo. Por dos motivos, por el 25 aniversario de la publicación de su obra cumbre “Jagged Little Pill”, que la iba a traer de gira por España el próximo otoño (reprogramado ahora para 2021), y por la publicación de su nuevo álbum “Such pretty forks in the Road”. Precisamente este álbum es el que aquí nos ocupa, que para revisitar clásicos siempre hay tiempo. Lo cierto es que hasta ahora la canadiense se había caracterizado por mostrar la garra tanto en sus letras como en su estilo, más cercano al rock potente que al pop melódico, pero parece ser que con su más reciente lanzamiento (que retrasó su publicación por la pandemia de mayo a julio) se ha inclinado por los medios tiempos y las baladas delicadas al piano, que si ya ocupaban algunos pasajes de sus anteriores discos, nunca habían dominado tanto por encima de las afiladas guitarras que se colaban en sus potentes temas. Este es precisamente el factor dominante de estas once nuevas composiciones que, aunque no abandonan toda su fuerza, se muestran más volubles y pierden parte del atractivo característico de la artista.

Como ocurre actualmente en todo lanzamiento que se precie, éste es precedido de varios sencillos para ir abriendo boca, y en este caso llegamos a conocer hasta cuatro de estas canciones en forma de single en las principales plataformas de streaming. El primero de ellos fue "Reasons I drink", que se mostraba una vez más confesional y nos hacía intuir cierto cambio en las formas con respecto a discos anteriores, ya que aquí mandaba la base de un piano muy rítmico que conducía todo el tema. No faltaban esos fraseos típicos de la artista al afrontar sus explícitas letras (con oh oh oh's incluidos para terminar el estribillo), algo que es santo y seña de Morissette. También "Smiling", que abre el disco, pudimos escucharla antes y recordaba mucho a los medios tiempos típicos de la artista, con un estribillo que se rompe y emociona. Quizá es perfecta para hacernos una idea de lo que va a ser la totalidad del disco, no tanto por el uso de las guitarras sino por el tempo que la caracteriza, y puede que por eso ocupe los primeros compases del mismo. Y es que el tono más crudo que pudiera ser representativo en obras pasadas de Alanis se pierde prácticamente al llegar a la cuarta canción. La también conocida "Diagnosis" es una balada poderosa al piano, donde los arreglos de cuerda nos estremecen, pero lamentablemente, lo que podría haber sido un pasaje memorable, nos puede llegar a cansar porque se convierte en la línea imperante de aquí en adelante. Tal vez necesitemos un poco más de la Morissette más dura, aunque nos encante también la mas baladista.

A partir de este momento el piano y las cuerdas se imponen, como ocurre en "Missing the miracle", aunque en este caso es más ligera que "Diagnosis", recordándonos a los momentos más pausados del lejano "Under Rug Swept". El mayor defecto de esta canción es el de no destacar demasiado, aunque analizada individualmente gana enteros. El problema de este disco es su tono excesivamente plano, ya que conforme avanzan los temas vemos que los esquemas se repiten sin sobresaltos y llegamos a echar de menos el gancho que desprendían sus álbumes clásicos. Efectivamente esto no es el excelso "Jagged Little Pill" (el cual es prácticamente imposible de igualar) ni tampoco es el más plano "Havoc and Bright Lights", pero puede que la madurez de esta artista le haya afectado llegando a optar por melodías menos atrevidas a pesar de que su voz no haya perdido nada de carácter. De hecho "Losing the plot" vuelve a ser comandada por el piano y podríamos casi confundirla con la anterior si no fuera porque aquí el estribillo gana más fuerza.

En "Reckoning" (el que fuera el último sencillo lanzado tres semanas antes de la publicación del álbum completo) apreciamos las programaciones como caballo ganador, incluso éstas parecen acelerar por momentos el tempo, pero finalmente no encontramos nada nuevo más allá de su letra, otro de sus alegatos para sacar pecho y reafirmarla ante las adversidades. Según dice ella misma, fue la chispa que le llevó a escribir el resto de temas después de varios años dedicada exclusivamente a su familia, lo que se refleja en "Ablaze", una canción dedicada a sus hijos y que está definida por un arpegiado acústico repetitivo para dejar que las estrofas, y sobretodo el estribillo, crezcan a su son. Y es que habrá que buscar a las guitarras casi con lupa sino es por canciones como la anteriormente citada (en la parte inicial del disco) o por "Sandbox Love" donde se imponen las seis cuerdas, pero sin dejar los medios tiempos. Hay que decir que le sientan muy bien a pesar de echar de menos momentos más tensos, pero concretamente en esta canción consigue que sus seguidores puedan confirmar por qué siguen ahí, ya que prácticamente no falla nada en la misma más allá de su ligereza excesivamente pop.

No sería de extrañar que se nos suelte la lágrima a más de uno con "Her". De todas las baladas del disco es, sin lugar a dudas, la más honesta, la que duele tanto como conmueve. Épica que necesita poco más que piano y voz. Aunque ya hayamos escuchado canciones similares en estructura a ésta en el disco no se pueden comparar al derroche de sentimiento que desprende la misma. Sin embargo, en la recta final del disco llegamos a aburrirnos. Si con temas como "Nemesis" pretende dar rienda suelta a su garra no lo consigue, porque sustituye guitarras por elevadas dosis programadas y percusión excesiva y no llega a convencer, pues falta el empaque que le daban las seis cuerdas a los temas más combativos de la canadiense. Finalmente "Pedestal" termina en la línea dominante con cierta languidez asociada. Las cuerdas vuelven a adornar una balada que puede perderse entre la maraña de sonidos similares de estas once canciones, aunque en ésta parece querer conducirla por momentos un bajo marcado, pero sin llegar a destacar lo que hubiéramos querido en la mezcla final.

Definitivamente la producción que se reparten Alex Hope y Catherine Marks se nos torna monótona y "Such pretty forks in the Road" suena demasiado lineal, imponiéndose una Alanis que no defrauda a nivel vocal ni lírico, pero que en lo estrictamente musical aburre más allá de cuatro o cinco canciones. Seguirá siendo la pionera en su estilo, la que abrió camino a muchas imitadoras, pero quizá pasados los cuarenta queda claro que lo de reinventarse se torna mucho más difícil que dejarse llevar por la autocomplacencia, aunque conlleve el riesgo de perder definitivamente la frescura y el desparpajo que nos cautivaron en su día.