Miss Caffeina: “El Año del Tigre”


Por: Javier Capapé 

La estética oriental se impone desde la primera imagen del nuevo álbum de Miss Caffeina, “El Año del Tigre”. Y junto a esa estética, el eterno pop de cortas píldoras supervitaminadas y vitales. Hay reivindicaciones y dilemas morales entre estas once canciones, pero por encima de todo hay un derroche de vida que desea explotar e inundaros de cierta sensación de júbilo que nos arranque de este letargo. Si en “Oh Long Johnson” se mostraban aparentemente más sesudos, en este “El Año del Tigre” se lanzan en plancha hacia terrenos más coloristas (nuevamente bajo la producción de Max Dingel) para dejar claro, y con las palabras justas, que estamos aquí más para celebrar que para lamentarnos.

Desde el primer momento, en el que dan un fuerte aplauso a los perdedores, nos atrapan en sus redes. Alberto Jiménez parece hablar todo el tiempo en primera persona (algo que se refleja de forma más clara en “Las Vegas”, donde narra su propio matrimonio) y consigue hacer que parezca sencillo hablar de errores y miserias, pero también de alegrías sin reservas. Todo ello con una pátina multicolor llenapistas, porque aquí hay mucha base y mucho groove, pero sin dejar atrás las guitarras, que brillan con más fuerza que en su anterior entrega, como ocurre desde el riff inicial de “Fuerte el aplauso”. En la primera parte del disco se suceden los diversos adelantos que nos han ido presentando desde el lejano febrero de 2021, momento en el que descubrimos su colaboración con Ana Torroja en ese “Punto Muerto” que peca de repetitivo, pero que demuestra ese carácter pop tan perseguido representado por una de las voces que mejor lo definió en los ochenta. “Por si” repite clichés de la banda, con uno de esos estribillos tan coreables, aunque el problema puede ser que no llegamos a distinguirlo de muchos otros singles del grupo, ya que nos suena demasiado a deja vú. 

Alguna cursilada se escucha en “Las Vegas”, pero lo mejor es que es pretendida, algo que demuestra la fortaleza de Alberto Jiménez. Sin miedos ni vergüenzas. Algo admirable de este compositor e intérprete cada vez más sólido. “Me voy” suena tanto a reggaetón como a nuevo tropicalismo, aunque lo mejor aquí sea su contenido, por más que hayan intentado disfrazarla de modernidad.

Los mayores aciertos se guardan para la segunda parte del disco, donde ya no tenemos que detenernos en singles (salvo en el caso de “Autoayuda”) y podemos sumergirnos con más detenimiento en sus momentos más destacados, como “Los Replicantes”, que vuelve a presumir de estribillo redondo, mezclando los sintetizadores con las seis cuerdas y los bajos marcados con gran destreza. En “Memoria Química” nos dan una lección de cómo contar episodios amargos y decepciones de una manera enérgica, dejando los lamentos para el recogimiento, porque las canciones funcionan como catarsis para este cuartero, para afrontar las derrotas como nuevos pasos, mirando adelante, algo que también define a la valiente “Marzo” o a la necesaria “Autoayuda”, que termina en forma de góspel.

“Nadie bebe por el sabor” es una magnífica lección de principio a fin, en melodía, en producción y por supuesto en mensaje, convirtiéndose en una de las que mejor representa el espíritu de este “Año del Tigre” por saber afrontar con esa positividad contagiosa los momentos más oscuros. Y terminan con “No entiendo nada”, que cierra el álbum de forma abrupta, dejándonos con cierta desazón tras esa crítica o reflejo de nuestro sistema político y social actual que, como reza su título, cada vez parece más difícil de entender.

Faltan medios tiempos, pero Miss Caffeina no tenían intención de bajar las revoluciones ni de ponerse en modo melodramático. Pueden ser certeros y mostrar hondura sin renunciar a una rítmica más acelerada, y pese a parecer repetitivos por momentos, llegan a entregar una colección sólida, algo menos lograda que su brillante predecesora, pero dejándonos claro que el pop que tan bien manejan sigue en plena forma.