Loquillo: “Diario de una Tregua”


Por: Javier González 

Hace tiempo que Loquillo demostró ser un personaje de otra época por demasiados motivos, un hecho que luce con orgullo, algo totalmente entendible en un instante donde los tambores de guerra se han recrudecido al extremos, los derechos han menguado y en el que lo que antaño era ética y estética ha sido sustituido por simple fachada y dogmatismos de tres al cuarto, escritos a golpe de tweet por filósofos con pocas lecturas mal digeridas  y maceradas al resguardo del calor de una casa situada en un cómodo barrio residencial. 

Por eso viene de perlas tener entre manos este “Diario de una Tregua” con su aire de experiencia en tono crepuscular, plagado de guiños propios procedentes de una comunidad de artistas vividos y bien leídos, capaces de manejar un lenguaje común que supura cierta rabia y orgullo, pero sobre todo rock and roll por los cuatros costados, capaz de retrotraer a ciertos pasajes de los más loados y hasta a otros más olvidados de las discografía del catalán. 

Estamos ante una obra donde los aciertos son muchos, para empezar Loquillo, en una acertada decisión, se rodea de su mejor y más actual núcleo duro de compositores, léase Igor Paskual, Sabino Méndez y Gabriel Sopeña, dejando de lado aportes de otros autores que, con todo el respeto del mundo, poco tienen que ver con el universo que aquí se propone, dotando al conjunto de una calidad que sobrepasa el notable en una colección plagada de referencias, recuerdos, mensajes y hasta homenajes marca de la casa que posiblemente nos leguen lo que perfectamente pueda ser considerado uno de los tres mejores trabajos de la trayectoria del músico barcelonés. 

El minutaje se abre con “El Rey” una crónica que recorre sus orígenes e infancia, donde, como en los mejores tiempos, no deja títere con cabeza, en una reivindicación que va desde los años del ninguneo propios de la década de los noventa hasta la santa hermandad actual que luce con su banda y con un público soberano que le ha traído hasta aquí, en un corte donde hay tonos épicos, orgullo de clase y arrestos callejeros, en el que muchos hablarán de la sombra de Springsteen aunque personalmente veo más reflejos a Mink Deville; vuelve la mirada atrás con “La Mafia del Baile” un tema mítico de los primeros años, retrato de una época en que los bailes y los billares eran hábitat natural del disfrute y las bandas callejeras, “Sonríe” retrotrae de nuevo al mítico Willy, en esta ocasión a su asimilación del “Hey Joe” y a Los Rebeldes de “Un Español en Nueva York”, con esos aires casi fronterizos y esos fraseos en los coros finales que tocarán las narices a más de uno, y la fenomenal “Velas a San Antón” con un arranque que es puro glam hasta devenir en un hitazo oscuro en el que vuelve a hablar la voz de lo ya vivido, trayendo a la cabeza la crudeza de cortes de “Tiempos Asesinos” como “Ciudad Muerta”. 

Uno de los momentos históricos de este “Diario de una Tregua” llega en “Somos la Furia”, un tema que recuerda en la producción al Bowie de “Heroes”, donde aporta unas preciosas guitarras Jorge Martínez, el mítico líder de Ilegales, devolviendo el favor que le hizo el Loco al aparecer en su excelente “La Lucha por la Vida”, en el marco de una canción donde perfectamente se podría hablar de esa estirpe de músicos indomables y que tiene un enorme poder evocador que ya habíamos escuchado anteriormente en temas como “La Edad de Oro”, muy en la línea del siguiente corte, “La Lluvia Dice”, donde habría que resaltar el hecho de que es el propio Loquillo el que se hace cargo de los teclados. 

Caminamos hacia el final con “La Libertad” en la que se toca una temática ciertamente típica, pero que no está demás reivindicar en estos días, por muy simple que pueda parecer, más sorprendentes sin embargo son los aires Motown y a The Blues Brothers que encierra “Todo tiene su Sabor”, donde se reivindica los pequeños placeres y lo cotidiano, arropados por una alucinante sección de vientos, en la que sobresale Dani Nel.lo,, con el respaldo de unos efímeros coros doo-woop que son un todo un puntazo. 

En “Historia de dos Ciudades”, sí, la mítica obra de Charles Dickens, el maestro, nunca mejor dicho, Gabriel Sopeña se pelea contra la métrica, saliendo victorioso, en otro corte descendente que marca el final de una época, sobre una expresiva y dolorosa letra, pues muestra a ojos de nuestra generación que seguimos cometiendo los mismos errores y condenando nuestra existencia como sociedad. 

Cerrar con “Voluntad de Bien” es toda una declaración de intenciones, donde un veterano, repleto de dignidad, y con la mirada puesta en texto como “La Vida por Delante” de Jaime Gil de Biedma, da por amortizada una vida donde compartir y sentir plenitud representa la mayor de las grandezas. 

Podríamos decir sobre este “Diario de una Tregua” que es otro trabajo más que notable firmado por Loquillo, no mentiríamos, esa es la verdad, pero sería una forma cruel de reducir la realidad y ocultar el hecho que lo que aquí contiene da para un análisis que va más allá. 

Es un discazo coral, capaz de apelar a una hermandad repleta de códigos, al sentido de comunidad y a unos valores, casi extintos, que no son otros que los del rock and roll. Frente a su cultura individual, la nuestra, colectiva, capaz de disfrutar al vernos, mirarnos, tocarnos y sentirnos bien cerca. La realidad dice que con menos, somos muchos más y más felices.

Es un trabajo lleno de vida y experiencia, un legado en toda regla, donde cada canción contiene jirones de la propia piel y frases que apelan a volver a la calle y a vivir, alejándonos de muchos vicios inherentes a este tan cacareado y decadente siglo XXI. 

Y por encima de todo es la constatación, una vez más, que el rock and roll, la música que nos acompañó en nuestra juventud sigue muy vigente en la edad adulta, gracias a tipos como Loquillo y Jorge Martínez, capaces de plantarse en la frontera de los sesenta años emocionando, en su mejor estado de forma y dando auténticas lecciones y bofetones a artistas de medio pelo convertidos por la mediocridad reinante en semidioses. ¿Cómo era eso? “Me río de las tendencia, me río”… Con dos cojones, Loco, claro que sí. No está nada mal para un tío del Clot.