The Schizophonics: La salvajería


Sala El Sol, Madrid. Jueves, 26 de mayo del 2022.

Texto y fotografías: Skar P.D.

Unos treinta minutos después de la apertura de la sala no parecía haber demasiada gente en El Sol de Madrid, y además la sensación era de tal tranquilidad que poco hacia predecir el estallido anfetamínico que sucedería encima del escenario aproximadamente un cuarto de hora después, cuando, aunque sin llegar al lleno, ya había la suficiente concurrencia y por lo tanto se notaba cierta presión. Es como si la mayoría se hubiese puesto de acuerdo para llegar unos momentos antes de que The Schizophonics salieran con la intención de no hacer prisioneros, precavidos ellos de que la adrenalina en exceso puede alterar las constantes vitales.

El caso es que si se miraba la disposición de los instrumentos y de los amplificadores en el escenario se intuía alguna señal que anticipaba lo que podía ocurrir porque. qué hacían dos amplificadores de guitarra si solo había una y estaban colocados uno a cada lado del escenario, dejando la parte central a la batería y al amplificador del bajo. La solución al acertijo estaba a punto de aparecer en escena y respondía al nombre de Pat Beers. 

Y salieron a escena The Schizophonics y, apenas unos segundos después de conectar los instrumentos, iniciaron una especie de fanfarria inicial para, acto seguido, convertir aquello en un torbellino, en un ir y venir de un lado al otro del escenario de manera que casi parecía que de un momento a otro se iba a producir una estampida. Y se produjo, claro que sí, y como hacía casi dos años que la gira estaba postergada por motivos obvios, pudiera parecer que se trataba de recuperar el tiempo perdido pero no, aplazado no es igual que perdido, y en todo caso fue como si durante este tiempo hubieran estado los músicos encerrados y se acabara de abrir la puerta para que salieran a calmar las urgencias de oxígeno.

Y como se supone que venían a presentar su "People In The Sky", del 2019, después de un tema de apertura que sonaba a nuevo, enlazaron con "Something's Got to Give" y "Steely Eyed Lady",  o sea, garage salvaje desde el minuto cero, por decir algo, ya que el concepto de dicho género que maneja la banda de San Diego no es exactamente cumplidora de los preceptos canónicos, salvo que se consideren como tales los sonidos setenteros de bandas como Yardbirds, Stooges o MC5, más cercanos al rhythm & blues de los ingleses o al protopunk de las bandas americanas. Dicho de otra manera: una mezcla con todos los ingredientes para convertirse en explosiva.

Continuaron alternado canciones de su, aún, no muy amplia discografía, de forma que tras "Nine Miles" del última refrencia, recrearon canciones como "Electric" y "Rat Trap", de su EP inicial, o la brutalidad paranoica de "Streets of Heaven and Hell" y su repetitiva línea de bajo, que es una canción que desde el inicio hasta la nota final, tras el "crescendo” de guitarra punteando, te sitúa en garitos oscuros de la confluencia entre las décadas de los sesenta y setenta, por aquello de la ubicación. Y hablando de guitarras punteando, es curiosa y efectista la manera en que Pat Beers los afronta, a una sola mano, mientras él continúa dando brincos o volteretas por el escenario y todo eso soportado por una base rítmica -que a estas alturas ya estaba en velocidad de crucero- conformada por la sencilla y suficiente batería de su mujer, y la otra media parte de la banda, Letty Beers, y la efectividad y precisión del bajista que para la ocasión era Stephen Rey, tipo con un amplio currículo. 

Y contra lo que pudiera parecer, el descontrol aparente no era tanto, y de eso se encargaba Pat Beers, incluida la elegante forma con que llevó al redil al pesado de turno que llevaba ya buen rato montándola y que no se le había ocurrido otra hazaña que apagar el botón del pedal de fuzz de la guitarra. En realidad puede que le evitara un problema, porque la seguridad estaba atenta y el señor Rey había dado dos o tres pasos hacia él por si “hacía falta”. Así que todo el mundo a cantar "ehhhh", "ehhhh”, para abordar otro de los aspectos que confieren identidad propia al garage de Schizophonics, o sea esa mezcla entre el soul y el funk de gente como James Brown o Ray Charles y que les permite recrear temas tan clásicos como "What'd I Say" a los que dotan de la suficiente suciedad sónica como para engranarlos perfectamente en su repertorio y salir indemnes. O 'The Train Kept A-Rollin'', en la versión de referencia de The Yardbirds, para definitivamente hacer una repartición justa del sudor y la excitación entre la banda y la audiencia y conseguir una aclamada y merecida petición de bises. Esto del soul y el funk en perfecta simbiosis con el garage no es accidental, que ya en bandas paralelas, como Schizophonics Soul Revue, se acercan a los géneros "negros" por excelencia.

Nueva salida al escenario para seguir dando rienda suelta a la adrenalina más soulera y protopunk que emana del garage como en el acertado cover de "Black to Comm" de los MC5 o un medley estratosférico y anfetamínico con algunos clásicos imperecederos e imprescindibles en los fines de fiesta como "At The Hop", de Danny & The Juniors, o el "Shake Baby Shake", de Champion Jack Dupree.  

Y se acabó, con una ovación por todo lo alto, una actuación espídica y asalvajada que, aunque es lo primero que te entra por los ojos, va más allá de las idas y venidas de un lado al otro del escenario y las acrobáticas piruetas de señor Beers sin apenas un ápice de descanso y sin que la guitarra pare de sonar por un momento aunque a veces pareciera que la tocaba sin manos. Y todo ello aderezado con sonidos setenteros absolutamente reconocibles. Tremendos.