Arcade Fire: “WE”


Por: Javier Capapé

Del yo al nosotros. Del encierro a la apertura. De la oscuridad a la luz. Eso es "WE", el nuevo disco de la banda Arcade Fire, que se nos ofrece como uno de los más enérgicos y brillantes de su ya extensa discografía. El sexto disco de los canadienses es una oda a la reafirmación del yo y a la certeza de salir reforzados desde el nosotros. La confirmación de la necesidad del grupo para salir más fuertes de cualquier situación. Un disco pandémico (como tantos otros de esta época) que parte de esa desazón interna vivida con dureza desde el confinamiento y que consigue hacernos ver la fuerza que nos concede el grupo, la infalibilidad del nosotros. Es por eso que sus siete cortes se estructuran en dos partes, la primera "I" y la segunda "WE".

Como viene siendo habitual en el combo de Montreal muchas de sus canciones se presentan divididas en partes, así el lote se abre con "Age of Anxiety I", con un título que ya lo dice todo. Es la expresión del confinamiento, la ansiedad y la parálisis ante lo que estábamos viviendo. Un bloqueo que aquí se nos muestra con la sutileza del piano y con un Win Butler contenido. Su letra nos hace perdernos en esos días de fiebre y ansiedad por sentirnos tan vacíos como encerrados, dentro de nosotros mismos por imposición. Y esa angustia se refleja perfectamente en una canción que no explota hasta su tercer minuto, donde entra un ritmo más industrial junto a los dibujos vocales de Régine Chassagne. La ansiedad dentro de nosotros, pero deseando salir. Esa es la lectura que también recorre el segundo corte "Age of Anxiety II (Rabbit Hole)", con el piano conductor, pero impregnada de una sonoridad más espacial o electropop y una Régine más presente conduciendo el tramo final del tema.

El tercer corte, y último se esta primera mitad, se estructura en cuatro partes. Las ganas de salir reforzados de esta experiencia, el deseo de encontrar en el otro la mejor forma de ser nosotros mismos. Una canción afrontada con calma, que va in crescendo y donde las cuerdas y los vientos adornan un pasaje memorable, cargado de épica, como solo ellos saben hacer. Empieza recordándonos a Lennon y se transforma en una especie de homenaje a "Ziggy Stardust" en su cuarto acto, ese "Sagittarius A" que redondea los nueve minutos de esta canción casi operística en una obra mayúscula, solo al alcance de unos pocos elegidos.

Con los tres primeros temas del disco ya podemos asegurar que nos encontramos ante una de las obras más acertadas del grupo (con el permiso de "Funeral"), pero esa sensación se consigue todavía más dejando paso a los cuatro siguientes. Si el piano ha conducido el yo, las guitarras guían al nosotros y así crece "The Lighting", una canción cargada de guiños a los Aracade Fire que más nos emocionan, desde esos sintetizadores que redondean el riff, a esas guitarras cabalgantes y ese crescendo arrebatador de contundente ritmo en el que se convierte su segunda mitad. Como adelanto de lo que iba a venir pudimos vislumbrar que este disco merecería la pena. Lo que no sabíamos es que ésta era solo una pequeña muestra de todo su potencial. Un resplandor que auguraba un cambio, la transformación del yo al nosotros que ya hemos anunciado. Aquí se encuentra la pieza clave de esa transformación, en esa segunda parte en la que se preguntan "qué nos traerá ese destello".

"Unconditional I (Lookout Kid)" es la más americana del disco y en ella coquetean con su vena más folk, pero sin perder su épica marcada por los arreglos de cuerda. En este corte nos impregnan de positividad y color, para oscurecerse en su continuación "Unconditional II (Race and Religion)", con una Régine Chassagne en estado de gracia junto a Peter Gabriel, que colabora en este tema, que bien podría emparentarse con una renovada versión de "Games without frontiers". Ritmos tribales que hacen temblar nuestras propias raíces y una construcción pseudo industrial que va como anillo al dedo a una crecidísima Chassagne y une el tema con algunos de los momentos más celebrados de la carrera del propio Gabriel, que aporta los toques justos pero que la llevan hasta la estratosfera. Y llegamos irremediablemente al final de esta aventura con "WE", que se torna como un canto esperanzado de cambio y comunión, entonando una coda al valor de lo colectivo y al saber empezar de nuevo cuando todo termina. Un cierre magistral en su pureza y calma para una obra marcada por su tiempo, pero a la vez universal, porque es este paso entre el yo y el nosotros lo que define al ser humano y le hace salir ileso de adversidades y tropiezos. Es la comunión con el otro lo que define a nuestra especie. Y esa es la intención de Arcade Fire con este canto intergeneracional.

Producido por Nigel Godrich y grabado entre Nueva Orleans, El Paso y Mount Desert Island, "WE" no pierde la épica característica del grupo, pero dibuja una postal más orgánica y convincente que su anterior entrega llegando a colocarlo entre sus obras clave, que a buen seguro envejecerá con clase por su concepto universal. Quizá sólo echaremos en falta el espíritu libre de Will Butler, que grabó el disco pero que decidió poner punto y final a su historia con el grupo. Notaremos seguro su ausencia en los directos, pero podremos decir siempre que estuvo ahí cuando su banda madre dio vida a uno de sus discos más cercano a sus oyentes, más humano y real, que define sentimientos que todos hemos vivido y que nos da alas para confiar en la voluntad de cambio ser humano. Y así, en esa preciosa pupila que inunda su portada, englobando el concepto general del álbum, estamos representados todos y cada uno de nosotros.