Rubén Pozo: “Vampiro”


Por: Javier Capapé

Cuando escuchamos una melodía de Rubén Pozo es como si volviéramos a casa. Sus letras cotidianas, su forma de entonar, sus inconfundibles fraseos de guitarra. Todo nos suena familiar. Es como si nos sintiéramos parte de ello. El ex Pereza nos presenta, con este "Vampiro", un disco sereno, íntimo, mucho más acústico que de costumbre, pero sin perder la grasa característica del rock añejo. Su primera intención fue hacer de éste su primer disco totalmente acústico, pero no ha podido resistirse a meter alguna eléctrica y a darle más ritmo, aunque claramente se nos muestra mucho más comedido y sus mimbres viran más que nunca hacia lo básico. Un menos es más rotundo. Una defensa de la canción desde su base. En él apreciamos, por encima de todo, cierta melancolía, entre un plus de nocturnidad, algo a lo que nos ayuda su sugerente título.

Desde el principio, con esa "Gente" que se abre paso poco a poco, se aprecia un gusto por cuidar los detalles sutiles. Dando espacio a los silencios y recreándose en la ejecución de cada acorde. En la sencillez de sus textos también se palpa mejor esa rotundidad. Porque es en la claridad de su discurso donde está también ese deseo de quedarse con lo que verdaderamente importa. Rubén no pretende sonar con excesiva hondura porque lo suyo es lo cotidiano, y así afronta temas como "Me pareces increíble", con esa segunda voz que le arropa a cargo de Ana de Diego, que también aparece en otras como "Haciendo lo mío".

Este autor, cada vez más sólido y definido, sabe muy bien lo que quiere decir, y su productor, José Nortes, lo traduce con maestría. Quizá sea su disco más básico, pero es al que le podemos sacar más jugo. Y no es que no nos hayan encandilado sus anteriores trabajos como solista, desde el confesional "Lo que más" hasta el directo y contundente "Habrá que vivir" e incluso el más predecible "En Marcha", pero con "Vampiro" gana enteros como artista y compositor. Termina de definirse y reafirmarse como uno de los autores rock con un universo propio mejor definido de nuestro entorno. Un músico auténtico, sin imposturas, que tan pronto nos muestra proclamas más globales en "Abel y Caín" como sinsabores cotidianos y personales en "Ya no eres mi problema".

En "Gente" se respira optimismo, ese afrontar la vida con un sí mejor que con un no, que tanto necesitamos en estos tiempos en los que sale tan barata la crítica. Apreciando más las luces que las sombras y reivindicando los errores humanos. Su suave cadencia contrasta con la garra más eléctrica de "Me pareces increíble", la más Pereza del lote, y donde ya nos deleitamos por primera vez con la voz Ana de Diego. "Mañana es lunes", presentada como adelanto, también crece desde la acústica, intentado mostrarla como el santo y seña del conjunto. En ella se impone la cotidianeidad y los sonidos familiares, con esas frases tan características suyas, "tan a salto de mata", que nos cautivan sin remisión.

"Abel y Caín" posee un riff incisivo, aunque su gran baza es la magnífica aportación de Miguel Ríos. Repasa nuestro actual estilo de vida casi como lección para todo lo que se nos viene encima con nuestra particular Torre de Babel. "Tras la tormenta" afronta más el día a día, esos temas de los que Pozo ya ha demostrado con creces que domina con maestría. Si a eso le unes su rítmica arrastrada y su espíritu acústico, el tema consigue crecer y engancharnos desde su minimalismo, con un solo de guitarra acústica adictivo, como ocurre en casi todas las canciones, ya que estos se imponen con naturalidad.

También conocíamos de antes "Ya no eres mi problema", un medio tiempo eléctrico donde sobrevuelan desde Tom Petty hasta Jeff Tweedy. "Siempre saludaba" es de esas canciones frescas y amables, de las que entran a la primera. En su coda se transforma con un crescendo donde se impone el slide de manera emocionante y se funde a negro para dar rienda suelta a lo que podría ser un final más épico si dejamos volar nuestra cabeza. De ésta sí que podríamos decir que es de las que mejor engloban la intención del disco: sonoridad acústica, arreglos sutiles y corazón humilde.

"Escorzo" entra tan a la primera como "Gente", con su bajo sugerente, un órgano también presente y un final rematado al saxo con elegancia. Bebemos de Brasil para arrancar "Haciendo lo mío", aunque el wah wah la transforma rápido en un tema inclasificable de los que tan bien domina nuestro protagonista, con letra costumbrista incluida, de las que tanto nos gustan, para terminar con el misterio abriéndose paso en el primer acorde de "Vampiro". Un vivo retrato de Pozo ("Cuando todos duermen estoy mejor. No necesito más"), que se acelera y electrifica para cerrar un disco hecho con mimo, que se detiene en los detalles, que se recrea en cada frase y se convierte en el más elegante y con más clase del alma de Buenas Noches Rose.

Si lo que pretendía el madrileño de corazón era mostrar con esta colección de canciones su vena más íntima, más introspectiva, puede que haya conseguido acercarse a ello, aunque siempre, también desde la electricidad, nos haya regalado imágenes de lo más personales. Lo que está claro es que este "Vampiro" ejemplifica una buena manera de mimar las canciones desde la posición de un orfebre del rock cada vez más maduro (¡qué poco me termina de convencer esta afirmación tan manida!) y seguro de sí mismo. Despojado de su timidez para entregarse tal como es él. De eso saben muy bien sus canciones, que son su vivo reflejo, pero quizá ahora también lo entendamos un poco más nosotros gracias a la honestidad de este dulce vampiro.