The Waterboys: De pianos y violines


Sala La Riviera, Madrid. Jueves, 15 de septiembre del 2002.

Texto y fotografías: Skar P.D.

Más de media hora después de la hora que figuraba en las entradas como "apertura de puertas", estas seguían cerradas, lo que era señal de que algo ocurría para que esto sucediera. Antes de entrar, el amable servicio de seguridad de la Riviera nos dio una pista, al parecer había habido un problema con un piano. Qué significaba exactamente esto era algo que en principio no se estaba en disposición de predecir. Las puertas se abrieron, por fin, y la primera impresión es que había dos sets de teclados, uno más aparente a la izquierda y otro más simple, un piano nada más, a la derecha. Que Mike Scott recrea algunas de las más sugestivas canciones de The Waterboys al piano es cosa sabida.

Sin embargo, a pesar de ese retraso en la apertura, a la hora anunciada The Waterboys aparecieron en el escenario, una visita a España que esta vez no contaba con el concurso de Steve Wickham, ese violinista capaz de electrificarte la piel con su sonido y que apareció por primera vez en la vida de The Waterboys en aquel "This Is The Sea", un disco que figura en la historia de la música por derecho propio. El caso es que en este último trabajo publicado por la banda, "All Souls Hills", no figura el sonido de su instrumento que ya había venido desvinculándose de la banda en los discos más recientes, que tampoco es que hayan sido recibidos con alharacas por la crítica y la afición más reacia a los cambios estilísticos. Todo eso significa que si venían a presentar el último disco, y allí no hay rastro del violín, parecía entendible, o al menos asumible, que en esta gira no les acompañara el susodicho, pero claro... Por lo tanto: que no había violinista, con toda la influencia que su sonido ha ejercido sobre la banda, y que había existido un problema con un piano es lo que a priori sabíamos antes del comienzo. Pero seamos realistas, estas consideraciones solo se las hacen algunas personas que padecen esto de la música como una especie de enfermedad emocional con visos de ser incurable. ¿O no?

Se arrancaron con "Where the Action Is", que es una canción de guitarras, de guitarras duras de esas que fluctúan entre el hard rock y el blues y que inmediatamente ponen a la audiencia a dar saltos, quizás por aquello de reflejar lo de "donde está la acción'. Y continuaron con "Glastobury Song", otra que va en la misma onda, o sea que tiene como base la agresividad de las guitarras en detrimento de otros sonidos más folk que también es otra seña de identidad de las bandas que lidera Mike Scott bajo el nombre de Waterboys, y hasta la, quizás, más ligera "Ladbroke Grove Symphony" sonó más acelerada, y es que, además, sustituyó los sonidos del piano de la grabación original por los acordes de guitarra pertinentes. Solo tres canciones y la impresión era que el concierto se había planteado con un enfoque guitarrero al cien por cien, ¿no hemos quedado que no había violín? Para enfatizarlo, Brother Paul Brown, ese músico con letras mayúsculas y con aspecto del Doc Brown de "Regreso Al Futuro", saltó al medio del escenario con su Roland Keytar ejerciendo de guitarra solista de heavy metal. Tremendo por otra parte, que parecía que el teclado guitarrero y él disfrutaban de una simbiosis casi irracional.

El primer guiño al pasado más mágico de la banda llegó con una dulcificada versión del "This Is The Sea" del álbum homónimo, lo que dejó claras dos cosas, una que el Mike Scott cuando se pone es un compositor de canciones de las que te atenazan el corazón, y otra que la mala educación de las audiencias últimamente rebasa cualquier límite, y es que el parloteo y la cháchara infame a un volumen infumable se imponía por momentos en las partes más relajadas de la canción. ¡Malditos cantamañanas! Y continuaron con otra de esas canciones estremecedoras, porque vamos a ver ¿a quién no se le erizan las pestañas cuando escucha la primera estrofa de "Pan Within", esa que dice "Ven conmigo a un viaje bajo la piel"? A la vez significó la primera ocasión en que se echó en falta a ese violín mágico. Si alguien los vio en su anterior visita a Madrid, y recuerda la espectacular versión que se marcaron a medias, y a solas, la guitarra acústica del Scott y el violín del Wickham, entenderá perfectamente la referencia.  

Que estábamos en un concierto más cercano al blues rock que a la "Big Music" y, sobre todos a los sonidos más sintetizados de sus últimos discos, quedó más que patente en la recreación de "The Lake Isle Of Innisfree", con presentación de la banda incluida, y sobre todo con la extensa versión que se marcaron de "Nashville, Tennessee", y es que una canción con ese nombre no deja lugar a dudas. Y si alguien pensaba que venían exclusivamente a presentar su último disco se tuvo que contentar con "Blackberry Girl", porque fue la única concesión, o lo que es lo mismo una constatación, de que la actual actividad compositiva de Mike Scott circula por otros derroteros a la que le llevan a agotar las entradas en cada gira que efectúa por estos lares que, afortunadamente, son habituales, tal es así que el peso del concierto recayó sobre el “This is The Sea” mencionado, con hasta cinco canciones, aunque para la ocasión enlazaran la última nota de "Medicine Bow" con su particular y desaforada versión del "Bright Lights Big City" de Jimmy Reed ¿No hemos quedado en que era un concierto de blues rock?

Una breve y afortunada incursión por el endeble “Good Luck Seeker”, en forma de la excepcional y sudorosa "My Wanderings In The Weary Land", que hay que ver qué profunda suena incluso cuando se toca después de la energética "Be My Enemy", nos condujo hasta la antesala del final del concierto. Ese era el "Fisherman Blues", no había duda, pero ¿alguien se imagina a esta canción sin violín? Una canción tan excepcional y que está en la memoria colectiva de tanta gente lo es con todos sus arreglos y sobre todo cuando esos arreglos identifican de una forma inequívoca a esa canción. Cierto que sonaban, no de una forma tan predominante, pero sonaban porque el Bro Paul Brown da para eso y para más, pero para ser realistas eran los coros de la gente los que los suplían. En realidad The Waterboys habían pasado con nota este concierto de reencuentro post pandémico en el que han dado, aparentemente, un nuevo enfoque a la banda basada en un sonido guitarrero tirando a duro, pero aunque no hubiera sido así, los "oe oe oe" pertinentes reclamando su vuelta al escenario eran más que previsibles. Además no podía faltar "The Whole Of The Moon" también. Pero esta vez fue diferente, porque Mike Scott no se sentó al piano para iniciar los acordes de una de las canciones más poderosas jamás escritas.

En realidad no se había sentado al piano en todo el concierto, y cualquiera que haya visto a Waterboys entenderá lo extraño del asunto, acordándote entonces de ese piano que se había estropeado o algo así que te contaron en la puerta y no puedes dejar de pensar si tendrá algo que ver. Minucias al fin y al cabo, porque en realidad lo significativo del asunto fue la interacción con la audiencia, así que si yo digo "too high, too far, too soon", vosotros decís "You saw the whole of the moon", que en eso absolutamente toda la audiencia que llenaba la Riviera se puso absolutamente de acuerdo. Así unas cuantas veces, y con el estado de ánimo perfectamente sincronizado entre banda y público, la encantadora y esperanzadora "How Long Will I Love You?", con de nuevo los teclados supliendo otros instrumentos, cerró definitivamente un concierto en el que quizás se echaron de menos algunas cosas, algunas porque no estaban y otras porque quizá el azar había jugado en contra, pero que a cambio nos enseñó a unos Waterboys de sonido más duro y más blusero, más guitarrero a fin de cuentas con una nueva reinterpretación de sus mejores canciones que sin lugar a dudas siguen siendo absolutamente reconocibles, solo faltaría. Quizás se echó en falta alguna incursión por el muy notable "Modern Blues", volver a escuchar "I Can See Elvis o The Girl Who Slept For Scotland" hubiera estado bien, pero los conciertos de blues rock tampoco es que necesiten de exquisiteces. Y energía hubo la necesaria.