Sra. Robinson: "Cierra al salir"


Por: J.J. Caballero

En el este también hay mucho sur. En el de la Península Ibérica, en concreto, pululan entes musicales que saben orientar la brújula y las guitarras al norte, si no geográfico sí figurado, que les señalan deidades en la materia, díganse The Yardbirds, unos Kinks vestidos de granjeros o incluso aquellos Beatles de la era pre-psidodélica, que aún no habían descubierto que grabar una barbaridad como “Revolver” era perfectamente factible en una época en la que el pop dominaba el mundo –escúchese “Nubes en el suelo”, ciérrense los ojos y déjese fluir la emoción-. Viene todo ello a contextualizar el momento y la situación física y sonora de una banda como Sra. Robinson, integrada por veteranos de una escena empeñada en dotar de mediterraneidad a una música hecha muchos kilómetros por arriba, y por delante en tiempo y espacio, maravillosa en esencia y profunda en huella. Cinco años después de su última incursión discográfica, presentan un cuarto trabajo financiado a través de crowdfunding y claramente orientado al rock de raíz americana pero dejando atrás toda sombra de mimetismo. Aunque con una identificación clara, los murciano-alicantinos elaboran su nueva receta con ingredientes de sobra conocidos pero nada acomodaticios, ni mucho menos habituales en cualquier cocina por el estilo.

Los tonos son reconocibles, sí, y se atienen a una tradición que situaba al rhythm and blues y al pub rock como las bases de las respectivas ollas a uno y otro lado del Atlántico, pero el grupo los reboza en harina fresca y libre de grasas saturadas para dar cancha al slide y la cabalgada contagiosa de “400 canales” y “Cierra al salir”, las dos muestras de apertura que hablan, o mejor dicho suenan, alto y claro acerca de lo intrincado de los arreglos y lo orgánico del ensamblaje. En la segunda además se posicionan en contra, no sin la necesaria dosis de ironía, de todos aquellos y aquellas terraplanistas, negacionistas e incluso colaboracionistas con cualquier causa que escape al sentido común. Cosas de la edad, tal vez, o consecuencias de una observación fría y certera al mundo que les rodea, que no ha cambiado demasiado, y si lo ha hecho ha sido a peor, respecto a aquel que parece inspirarles, que no es otro que el de la música con olor a roble viejo, a paredes húmedas y sudor en los surcos, capaz de atravesar corazones con solo unas líneas de teclado (“Rumbo al norte”, un corte de alma country y formas amables) o cantos de estupor ante lo absurdo de la condición humana (“Me quedé sin voz”, y casi sin alma) ante los que Raúl ‘Robinson’, cantante y mente en primera línea de combate, se desarma en balazos de blues rock como “Dispárame” u otros bombardeos en la retaguardia como “No puedo evitarlo”. 

El capítulo de levedades lo ocupa “Mala idea”, con su fraseo a lo Hendrik Rover y sus Deltonos, por otra parte planeando sobre la mayor parte del recorrido, y el vistazo al rock alternativo, para no correr riesgo de agarrotamiento, lo echan en “Nada es lo que parece”. En efecto, un título lo suficientemente elocuente como para resumir lo que es este disco: Un brillante ejercicio de estilo, con alguna que otra pirueta eficaz, en el que recrearse durante un buen rato y pensar que aún hay espacio, aunque sea escaso, para bandas del perfil de Sra. Robinson. Perseverantes, convincentes y al margen de cualquier tipo de tendenciosidad. Es casi un deber escuchar a estos músicos, porque ni que decir tiene que tienen mucho que decir.