Es cierto que en los últimos años los festivales de jazz, o por lo menos los dos grandes que se celebran en suelo vasco, han abierto su cartel a músicos alejados del género. Una cuestión no demasiado bien vista por los sectores más ortodoxos pero que a la larga ha posibilitado ver en directo a músicos del talento de BB King, Solomon Burke, Dr John o Elvis Costello. Y eso es siempre bueno para la música, que de eso se trata al fin y al cabo.
Al margen de estas disquisiciones “identitarias”, la primera jornada de la 47 edición del Jazzaldia de Donosti, que tuvo lugar el jueves 19 de julio, ofreció un curioso y atractivísimo repertorio de diferentes maneras de acercarse a la música negra. Si los artistas de por sí ya contaban con todo el interés, ayuda también el bello paraje en el que tuvo lugar, en plena playa de Zurriola (y alrededores) y con la noche acechando.
Los primeros en comenzar esta atractiva jornada fueron los vizcaínos Travellin’ Brothers Big Band, asiduos en estos saraos, no obstante en próximas fechas estarán en los festivales de San Javier y Cazorla, y que dan su mejor cara sobre los escenarios. Por medio de versiones y algunos temas propios, su animada y festiva forma de atacar todo tipo de géneros (blues soul, gospel..) fue un entrante de lo más sabroso.
Ya en plena playa llegaba lo que a priori, luego confirmado, era uno de los puntos más interesantes: la actuación de Alabama Shakes, una banda que ha fascinado con su disco largo de debut “Boys & Girls”, del que ya nos hicimos eco, y que su directo no ha hecho sino confirmar su status de auténticas estrellas, aunque recién llegadas, de los nuevos sonidos negros.
Apoyada por una banda tan sobria como efectiva, Brittany Howard se erigió como todo un animal sobre el escenario, y todo ello a base de su portentosa voz que encandiló a los que habitábamos la arena. En su directo se mezclaron medios tiempos rítmicos como “Hold On”, “Hang Loose” o “I Ain’t the Shame”, con momentos explosivos de soul sentido como “I Found You”, “Heartbeaker” o “Be Mine”, en la que se desprendió de la guitarra para declamar con más vehemencia.
También hubo momento para el rock and roll pantanoso y con aroma de Nueva Orleáns, como las espídica “Mama” o “Makin’ Me Itch”, un tema inédito. Todo ello, y con el sol ya escondido, sirvió para vivir un momento especial donde la magia desgarradora de Janis Joplin y el puro músculo guitarrero de la Creedence Clearwater Revival se dieron de la mano.
Más tarde le tocó el turno a Dayna Kurtz. En un ambiente más recogido e íntimo demostró que pueden existir buenas o malas voces, y luego, otras que son totalmente personales, capaces de acariciar, llorar o estremecer y de camino ganarse a los oyentes. Tal es su caso. Con un primer vistazo a su banda, estructurada claramente en parámetros de jazz (piano, contrabajo, batería), y aunque en algunos momentos se “electrificó”, nos indicaba que el repertorio iba a girar entorno a su reciente disco “Secret Canon, Vol I”, consistente en versiones poco habituales de la música negra.
Durante el transcurso del concierto fueron desfilando muchos de los temas de este último trabajo, desde la “juguetona” “Don’t Fuck Around My Love”, las sobrias y elegantes “I´ll Close My Eyes” y “Take Me in Your Arms”, hasta la bluesera “Not the only fool in town”. Un género que llevó hasta un terreno más dramático en el tema de épocas pasadas, “Love Gets in the Way”. Estado ideal de la intérprete norteamericana y donde más partido saca a su música.
El fin de fiesta, nunca mejor dicho, llegó con la madrugada ya pasada y con Sharon Jones & The Dap Kings de excelsa anfitriona. Una actuación que puso patas arriba literalmente al público y que durante hora y media la cantante no paró ni un solo instante, perfectamente acompañada por su frenética banda de acompañamiento, siendo un híbrido entre Tina Turner y James Brown, no obstante este último estuvo omnipresente toda la noche.
En ese contexto sonaron temas de su actual disco (“I Learned the Hard Way”) como “Window Shopping” o “Without Heart”, y otros de álbumes pasados, “Natural Born Lover” o “100 Days 100 Nights”. Pocos momentos hubo para el descanso, y “Giving up”, fue uno de ellos.
Pero desde un primer momento quedó demostrado que lo de menos era seguir el guión o estructuras de los temas, aquí todo iba en consonancia con el espectáculo. Por eso aceleró y alargó hasta el máximo “When I Come Home”. También jugueteó con el público, primero con “Be Easy” sacando a un hombre al escenario y luego con un grupo de chicas, a ritmo de “Pick it up, Lay in the Cut”, mucho más desenvueltas en las tablas, dicho sea de paso.
El terremoto Sharon Jones fue el colofón para una tarde-noche-madrugada que confirmó las diferentes maneras que hay de acercarse a la música negra y que tocadas con calidad y pasión pueden ser igual de satisfactorias y tener cabida en un festival como este.
Texto: Kepa Arbizu
Fotos: Lore Mentxakatorre