Dixie Town: “O Furacán”

El famoso mantra aquel de que los grupos locales nunca podían aguantar un envite contra las grabaciones internacionales, ya sea por su sonido o calidad, cada vez debería quedar más apartado e ir desapareciendo paulatinamente del diccionario musical. Sin caer en chovinismos ni ombliguismos, cada vez son más el número de bandas, que como sucede con Dixie Town, son capaces de presentar unas credenciales suficientes como para derribar cualquier complejo y disfrutar de su proyecto musical. 

O Furacán” es el cuarto disco del grupo gallego. Producidos por el últimamente ubicuo Mike Mariconda, la grabación del álbum se ha realizado de forma analógica, algo que lejos de ser un esnobismo ha conseguido crear un sonido brumoso y envolvente, algo típico en buena parte de esas bandas de los setenta que se movían entre el hard rock y el blues y que a la postre son una parte central de la esencia de este grupo.
Bajo esos mimbres se irán sucediendo canciones que consiguen arañar, embriagar o arropar según así lo decida el grupo (idea en consonancia con la portada elegida y sus variados animales). Una facilidad para adoptar diferentes matices en su música que a la larga se convierte en el gran punto a su favor y la pieza diferencial con su restante discografía.

Unos breves segundos de escucha de este “O Furacán” enseguida nos transmite a décadas pasadas, así surgen temas en los que figuras como la de Jimi Hendrix toman una presencia prioritaria, ya sea con ese deje funk que se cuela en “The Place I Call Home”, también presente en la más contundente “Future Blues”, o con un ritmo más desbocado en “Gorilla”. En los riffs iniciales de “The Pills” todavía resuena el genio de Seattle pero la canción rápidamente irá derivando hacia estructuras más “trotonas” cercanas a grupos como Grand Funk Railroad

El hard rock y por lo tanto un sonido más firme y rotundo será también el elemento común de varias composiciones, como por ejemplo en la que da nombre al disco (“O Furacán”), interpretada con un gran desparpajo. “Troublemaker” desprende un rotundo gusto “americano” y “Doublecrossed” se acelera con un tono más cercano al rock and roll. El blues más puro, con ese sonido punzante a lo Johnny Winter o Stevie Ray Vaughan, llega con “A Life, A Lie”. El momento sentimental del disco llega de la mano de la más pausada, y con tintes country, “Letter To My Daughter”. 

El “power trío” gallego consigue con este nuevo álbum, además de apuntalar su estilo personal (basado en las influencias ya comentadas), sonar más clásicos que nunca y con un sentido musical más amplio y variado, lo que les lleva a crear unas ambientaciones realmente logradas. Todo ello les hace consolidarse como una de las bandas a las que dar absoluta prioridad cuando se trate de los sonidos “setenteros”. 

Kepa Arbizu