Blur: "The Ballad of Darren"


Por: Javier Capapé

No es la primera vez que Blur vuelven al ruedo tras una retirada. Hace unos quince años la formación británica retornó a la palestra con sus cuatro miembros originales para revivir su grandeza en vivo (que nos dejó sendos discos en directo muy recomendables). En 2015 volvieron a reaparecer con "The Magic Whip" en un intento de demostrar que seguían brillando en el estudio, aunque con un resultado algo irregular. Y mientras tanto, nunca dejaron sus trabajos paralelos.

Habían pasado ocho años desde su última aparición conjunta hasta que hace unos meses los radares volvieron a activarse con noticias de nuevo disco de los de Colchester. Presencia en festivales y la conquista de Wembley por parte de Albarn, Coxon y compañía. Esos parecían sus principales objetivos en este 2023, aunque por encima de su vuelta a los escenarios, lo mejor es que reaparecían con un single de altura, de los que dejan regusto a clásico. "The Narcissist" abrió la veda y nos convenció desde el primer compás. Llegaron a Madrid y, tras la cancelación por inclemencias del tiempo el día de su actuación en el experimento compartido del Primavera Sound, triunfaron en La Riviera, haciendo honor a las distancias cortas en un grupo que valora lo sembrado sin creer tener ningún lugar intocable en el Olimpo.

Pero después llegó el profeta a su tierra. Londres se rindió a sus pies. Hicieron historia y continuaron sembrando, porque con el lanzamiento de "The Ballad of Darren" el pasado julio nos demuestraron que lo que tienen que decir es necesario, es actual y es una grata realidad.

Con estas diez canciones Blur nos demuestran que han sabido pulir sus composiciones para no ofrecernos nada sobrante. Todas ellas destilan mayor empaque o seriedad que antes, mayor hondura (salvo alguna explosiva excepción como "St. Charles Square"), y llegan a encumbrar uno de sus discos más categóricos e irreprochables. No tienen por qué recurrir a la nostalgia. No la necesitan.

"Barbaric" puede hacernos regresar a los noventa, pero no es éste un disco para volver atrás, es más bien para dejarse atrapar por sus nuevas vías, como le ocurre a ese nadador de su portada (magnífica una vez más, por cierto) que no teme la tormenta y se mantiene a flote hasta el final. Blur han virado más hacia los postulados del Alexis Korner más reciente y es que en algunos cortes como el inaugural "The Ballad" o "Russian Strings" podrían recordar a los Artic Monkeys de "Tranquility Base Hotel & Casino". Más swing, más soul y un Damon Albarn más cercano al crooner que al infatigable artista pop. Las guitarras de Graham Coxon suenan esta vez más líquidas, más limpias y desnudas, como ocurre en "The Everglades", y a la vez portando una presencia más cautivadora que en su última obra. 

En el cómputo global ganan las baladas y los medios tiempos (tonalidad que hasta queda referenciada en el sugerente título del álbum), pero no echamos de menos mayor fiereza, nos basta con la desprejuiciada "The Narcissist" o la ya nombrada "St. Charles Square", que aún así no llegan a ser en exceso desenfrenadas, ya que aquí importa más sugerir que consumar. Contenerse y saborear los paladares exquisitos de estas diez obras de gourmet. Es como si el cuarteto hubiera pasado de la sabrosa comida rápida (tampoco hay que echarla toda por tierra) a la suculencia de un menú degustación. No sólo más adulto, también mucho más exigente y con mayor regusto. 

La recta final del álbum es una sucesión de cumbres. Desde la electro pop "Goodbye Albert", con algunos clichés de los ochenta, a la delicadeza de "Far away Island", a modo teatral. "Avalon" tiene un aire a cabaret reforzado por los vientos en las estrofas que se transforman en esa actitud tan provocadora y british que siempre ha sabido explotar el cuarteto y "The Heights" nos despide como esa balada orquestal que nunca puede faltar en sus discos. Más sencilla que "The Universal", pero igualmente efectiva. Es un cántico transformador, sin más florituras que un Albarn en estado de gracia y una guitarra sostenida tras el e-bow de Coxon. Pero no son solo estos dos pilares del grupo los que brillan, sus dos principales artífices (nunca ha cantado tan bien Damon ni se han ajustado tanto las guitarras de Graham a lo que necesitaba la canción), también Alex James y Dave Rowntree se entregan en todo momento para ajustarse al pulso de un álbum al que no consigo poner pegas. Dan ganas de ponérselo una y otra vez en bucle porque no cansa. Respira frescura a la par que delicadeza, entrega y una profesionalidad desbordante. Blur no han pretendido hacer un disco de regreso sin más, de los que sentimos vacíos, que sirven en realidad solo de pretexto para embarcarse en una gira de grandes éxitos. El suyo es un disco que se sostiene por sus enormes (aunque concretas) piezas. 

"The Ballad of Darren" es un disco conciso, ajustado al máximo en minutaje, que va al grano sin descuidar posibles recovecos. Es la definición de seducción. El tiempo se desliza entre sus surcos recordándonos lo que fuimos y sugiriendo todo lo que podemos ser. Porque no es un disco apoyado en la nostalgia. Es el que mejor pueden hacer unos "jóvenes de cincuenta" con los pies en la tierra. Conscientes de su capacidad de convocatoria pero dispuestos a ofrecernos un presente consistente. No es necesario pensar en "Parklife" ni volver a "Song 2" para reconocer todo lo que han conseguido Blur al escuchar estas canciones. Sin duda, el pasado ayuda, pero "The Ballad of Darren" se sostiene por su exquisita solidez. Un gran reposicionamiento o redescubrimiento para zambullirse hasta el fondo en su propuesta y disfrutar de cada brazada, como Darren hace en esa piscina, pese a lo que esté por venir.