Steven Munar: "Family"


Por: J.J. Caballero.

Una trayectoria de casi veinte años desde que su banda primigenia, los magníficos The Tea Servants, pasara al olimpo de los dioses menores de la escena mallorquina, su otrora líder y principal compositor Steven Munar sigue grabando discos en los que analiza los asuntos del amor, la vida y las circunstancias que lo impulsan a crear. En esta ocasión, la nueva entrega aparece firmada exclusivamente bajo su nombre, sin la últimamente habitual escudería de The Miracle Band, una mera argucia que no camufla un trabajo conjunto en el que nombres de cabecera en su universo creativo como el de las maravillosas Sey Sisters, hermanas de origen catalano-ghanés, o su mano derecha Marc Tena entre otros vuelven a ser la clave del éxito –emocional, que no comercial- de unas canciones que tienen núcleo de rock, forma de corazón reposado e inquietudes variadas. Sí, porque el concepto de rock es tan amplio y subjetivo que se puede basar en cuerdas, pianos y arreglos con los que rememorar a su (y nuestro) idolatrado David Bowie, pero también al pop de cámara del que es tan devoto –“Suffocating me” es un ejemplo palmario-, con el apoyo y la inspiración en Burt Bacharach o, salvando las distancias de tiempo y espacio, en el Neil Hannon que trajo a The Divine Comedy a la primera línea de combate en defensa de la atemporalidad de la música hecha con alma.

En este suculento “Family” nos preguntamos, por obra y gracia de su autor, si cualquiera de nosotros necesita de plegarias para encontrar el verdadero amor, suponiendo que eso exista. Es la idea que parece implícita en la inicial “Twelve valleys”, en la que comienza un despliegue de sentimientos que se amplía con “The tide” y su pop sintético, con metales incluidos, o “Three leaf clover”, una pieza plácida como una tarde de lluvia en la que la nostalgia quiere acariciarte los músculos. Hasta los adorables coros femeninos de Lynne Martin en “A spark of life” nos hacen adivinar buenos presagios ante lo que vendrá, que no es otra cosa que el refugio acústico de una preciosidad titulada “I feel for you” o el latido country de “Better move on”, con la que parece completar un catálogo rico y variado, una demostración de fertilidad y prodigios melódicos, como la estupendísima “Sailing days”, donde se aúnan muchas de las virtudes de Munar en una suerte de rock progresivo sui generis y adaptado al contexto de un disco que se engrandece en la melancolía soul de “Seven mile trail” y el folk de “To disappear”, para volver a la esencia de cantautor que en el fondo nunca abandonó. 

Cuando trabajas con pasión y buenas compañías lo normal es que la labor culmine en algo realmente valioso y capaz de llegar a muchos oídos que, como el tuyo, viven ávidos de sensaciones y, en una palabra, de la vida que puede llegar a insuflar una buena colección de canciones. Steven Munar sabe dónde está el secreto, y aunque aún pocos sepan conocerlo y reconocerlo, es un maestro en dichos menesteres.