“Uno aprende a hacerlo todo mejor cuando se equivoca, cuando se quiere a sí mismo y se acepta”
Texto: Javier Capapé.
Fotografías: Jaime Oriz.
Necesitamos tiempo, además de despojarnos de aquello que nos nubla la mente y no nos deja avanzar, para entrar en “interior/noche”, la nueva obra del oscense Javier Almazán, el artista que se esconde tras el sobrenombre de Copiloto. Una obra completa, una historia de subidas y bajadas con las que todos podemos conectar, porque todos las hemos vivido.
Para adentrarme en este disco como merece y entender sus pormenores, me cité con Javier en una céntrica cafetería zaragozana. La idea era charlar de forma distendida de estas maravillosas canciones y dejar atrás la entrevista al uso. Quería presentar este “interior/noche” como algo distinto y sugerente, algo que también ha hecho su autor desde el principio de su concepción como obra global. Pulsé el rec y comenzamos a sumergirnos tema a tema en un álbum con aroma al cantautor de siempre, alejando a nuestro protagonista del concepto más pop y la búsqueda del single perfecto, para encontrar la belleza en lo más sencillo y honesto. En la base a la que aferrarse que está intrínseca en la verdadera búsqueda de todo creador.
Javier nos adentró desde el principio en el disco diciéndonos que “habla de la gestión de un duelo, un proceso muy interno y no muy luminoso, más bien oscuro, de ahí el título “interior/noche”. Me imaginaba estas canciones simplemente tocadas con la guitarra delante de un hogar con fuego o mirando a través de la ventana, que era como había escrito algunas de ellas. Ese era el ambiente adecuado para el disco”. Por eso quizá la mejor manera de acercarse a él sea buscando la nocturnidad y la reflexión interior.
Estas nueve canciones se estructuran en dos partes, una primera que habla de la chispa, el enamoramiento, la convivencia y la explosión del amor, y una segunda que se refiere a la pérdida, la añoranza y también al aprendizaje que supone empezar de cero. Cuando le pregunté si era una experiencia personal o simplemente una forma de poner palabras a experiencias universales, Javier lo tuvo claro: “Es como la historia más vieja del mundo a la que le das tu punto de vista. No es tanto lo que estoy contando, porque eso le ha pasado a casi todo el mundo, si no cómo lo cuento. Partí de experiencias personales y también trabajé con muchos textos como si fueran una autoterapia, sacando las cosas que tenía dentro”.
“A la hora de escribir canciones es muy importante darles un aliño personal que se base en experiencias personales”
El músico tuvo una rutina muy clara para la composición. “Escribía todos los días como veinte minutos sin releer nada. Después me acordaba de cosas y con esos recuerdos iba apuntando todo en una libreta de trabajo. Muchas frases son pensamientos que he tenido y pueden aportar algo a la historia, porque todos hemos pasado por algo parecido”. Por lo tanto, se entiende que es un proyecto que podemos abrazar porque todos hemos podido vivir eso de alguna manera, aunque la forma como lo cuenta sea muy personal. “Siempre creo que aunque los temas que se han tratado en el arte durante toda la historia hayan sido predominantemente el amor, el desamor, el odio o el anhelo, lo que los hace especiales, aparte de la sensibilidad que pueda tener cada uno, son los detalles, las gotas de experiencias personales. Esas gotas de experiencias con las que uno va alineando las canciones es lo que las aleja de lugares comunes que tienen muchas canciones de amor. A la hora de escribir canciones es muy importante darles un aliño personal que se base en esas experiencias personales”.
Hablamos de la sensibilidad especial de los letristas y escritores para grabar momentos, algo que sin duda queda impreso en las canciones de Copiloto. “Se hacen muy pocas canciones de alegría y muchas más para adentro, de tristeza. Y eso es porque en esos momentos los seres humanos estamos más sensibles a los detalles. Nos fijamos más en ellos cuando estamos tristes. Cuando pierdes algo, te fijas en cada detalle que echas en falta. La espalda del amante que ya no está, un lunar o una arruga que te viene una y otra vez a la cabeza. Eso cobra una simbología enorme. Sin embargo, cuando estás feliz siempre está ahí y no reparas en ello. Además, son imágenes muy poderosas a la hora de hacer canciones”.
Lo más interesante de esta reunión en la que fluyó la conversación y el tiempo se consumió casi sin darnos cuenta, fue la oportunidad de profundizar en cada una de estas canciones. Junto a Almazán rastreé todos los detalles que habían llamado mi atención y me abrió sus puertas para tratar de entenderlos mejor. Empezamos por “Contacto cero” la canción que abre el disco y que funciona como presentación de todo lo que va a venir.
“Es como un preámbulo. En las psicologías actuales se habla de la necesidad de un “contacto cero”, de un tiempo de desconexión, porque antes, cuando las parejas se rompían podías estar un tiempo sin verte, pero ahora eso es imposible con las redes y la tecnología. Por eso es recomendable tener una época de desintoxicación para volver a encontrarte a ti mismo. También hablo en ella de un momento común en los abandonos, en los que aparece el terror o el vértigo por no saber lo que va a pasar. Ese terror te anima a perder la dignidad y a pasar por todo lo necesario con tal de que esa relación no se acabe. Quería expresar ese sentimiento porque es en esos momentos cuando una persona tiene que hacer acopio de todo su amor propio y dignidad. El pánico o el miedo a lo que puede venir después de la ruptura nos puede hacer perder la compostura”. Es en ese momento cuando me enseña un tatuaje en su brazo que hace referencia a ese miedo que aparece también en una de las canciones de “Los Puentes Hundidos”, confesando que él siempre ha dado mucha importancia al miedo y al valor, porque el miedo es muy poderoso y puede llevarnos a sitios de los que cuesta mucho salir.
Partiendo de esta canción a modo de introducción, empezamos a hablar del enamoramiento y la pasión, que aparecen muy bien reflejados en “La activista y el cónsul”, con frases tan gráficas como “La fiesta en los cuerpos es donde tiene lugar” o “cuento contigo para ochenta años más”. Refleja el “chispazo” de toda relación a las claras. El inicio, cuando vas descubriendo a la otra persona. Aunque podría dar apuro hablar de estas canciones tan descriptivas, Javier quiere que la gente las recoja, las haga suyas y las lleve a su terreno, a su vida. “Recojo detalles muy concretos y, a veces, como todos los autores, los exagero porque tiene que haber un recorrido dramático en todos los textos. Si no hay drama ni conflicto no funciona bien”. En la siguiente, “Por algo”, está muy presente el sexo y queda totalmente ligada a la anterior. “El sexo siempre tiene que estar presente, pero sobre todo al principio de una relación tiene un factor relacionado con el descubrimiento, la química y las posibilidades. El ser humano está hecho para tocarse. Uno puede vivir solo y transitar su vida perfectamente sin tener pareja, pero los seres humanos somos seres sociables y necesitamos el contacto físico, los abrazos, los besos y las caricias. En “Por algo”, una de las sensaciones que describen ese enamoramiento, esa pasión que también la une a “La activista y el cónsul”, es cuando descubres que no echas de menos nada. Cuando estás en un sitio con una persona y sientes que podrías estar así siempre. Eso se da pocas veces en la vida y cuando se da hay que valorarlo. El problema es que normalmente lo valoras después, cuando ya no lo tienes”.
El deseo de compartir todo con otra persona y los sueños conjuntos revolotean en “De ti, Venecia” donde también hay un juego que hace referencia al inicio de la pandemia, cuando la canción habla de atravesar pantallas y de cómo éstas se quedan colgadas. “Quería meter la pandemia porque ésta nos hizo empezar a relacionarnos de otra manera”. La primera parte del disco se puede terminar con esta canción, dando así paso a la pérdida y el dolor a continuación. Es como si lo bueno fuera más breve, porque después el disco deja más tiempo para la bajada y para reposar el dolor, aunque también para aprender.
Aquellos que hemos emprendido el viaje de “interior/noche” hemos podido constatar hasta este momento que su instrumentación es muy básica. Cada canción cuenta con lo mínimo. Al disco que más recuerda de su carrera es a “Los Abrazos Salvavidas”, pero con un punto distinto, más visceral. Y es en ese momento cuando me atrevo a lanzarle una apreciación sonora que, para mi sorpresa, no estaba buscada. En esa primera parte, en la que sobre todo se habla de ese “chispazo” en las canciones, del enamoramiento, manda más el piano, y sin embargo, en la segunda parte, a partir de la pérdida y de quedarse uno consigo mismo en soledad, manda más la guitarra. En las dos últimas canciones ya solo hay guitarra. El piano está al principio y se va apagando conforme pasan las canciones. En el principio del disco están piano y guitarra compartidos, como si fueran los dos personajes de la historia, una pareja que después se separa y queda solo uno, porque el que renace al final es uno solo. Uno solo con su guitarra. Javier Almazán me pide robar esta apreciación porque sin pretenderlo hay veces que se consiguen cosas de forma inconsciente: “En este disco no he tocado ningún piano, y las guitarras sin embargo son mías. Al final estoy yo en soledad con la guitarra, pero al principio es verdad que hay otras aportaciones que se van perdiendo. Es muy curioso que lo veas así”. Me dice que le encanta que la gente vea cosas que no están detrás de la composición en sí misma y nos sorprendemos mutuamente por este descubrimiento. “Si se me hubiera ocurrido eso de forma intencionada hubiera sido de genio. Estar con dos instrumentos y luego pasar a uno solo... Hay como una separación. Es fantástico”. Los buenos discos es lo que tienen. Están abiertos a todo tipo de lecturas y sorpresas. Aún cuando crees que un disco con esta temática tan clara y cerrada no te puede sorprender, viene Copiloto y te abre una nueva e inesperada vía.
“Cuando te eliges mutuamente es una de las cosas más bonitas del mundo”
Esta segunda parte, en la que las canciones se centran en la pérdida y la recomposición personal, comienza con “El Elegido”, una canción que puede despistar por su título, ya que precisamente habla de la ruptura, aunque la visión de Javier, que le ha llevado a ponerle ese título, va en la línea del acto de generosidad que significa una relación de pareja. “Ambas partes tienen que adaptarse y ser flexibles, porque cada mañana eliges otra vez. No tiene sentido seguir con una relación si no eliges al otro, así que la canción habla del acto de elegir. Podría estar en otro sitio, pero te elijo otra vez, y cuando te eliges mutuamente es una de las cosas más bonitas del mundo. Estar en el cielo debe de ser lo más parecido al amor de pareja correspondido”. Nuestro protagonista dice que se ha sentido elegido y ha elegido también, por eso la canción parte desde lo personal. “Cuando ya no eres el elegido o tú ya no eliges a la otra persona hay que hacer un acto de valor y dar por terminado ese ciclo. Hay que elegirse cada día”. La canción es ejemplo de resiliencia porque en ella escuchamos “soy capaz de remontar profundos precipicios”, pero a la vez también hay mucha rabia. Estos versos nos llevan a la sabiduría de Serrat, que en una de sus canciones nos dice: “Nunca es triste la verdad. Lo que no tiene es remedio”. Pero la rabia es inevitable, porque es la sensación que nos queda al saber que algo no puede ser y además es imposible. Al paso sale también el escritor Raymond Carver, un autor que fundamentó casi toda su carrera en relatos de parejas en crisis al borde de la ruptura. Javier me cuenta que el escritor estuvo felizmente casado, pero después se divorció y aunque la gente le veía bien, él decía “sí, pero me acuerdo”. “Los recuerdos de una ruptura son como la guerra. Al hablar de memoria, no es una memoria rencorosa, sino algo que no te permite olvidar”. Y del recuerdo nos detenemos en el tiempo necesario para que todo cese y deje de doler. “Que el tiempo lo cura todo es a la vez verdad y mentira, porque el tiempo, por sí mismo, no cura todo. Lo que ayuda es el tiempo haciendo lo que tienes que hacer. El duelo hay que transitarlo. Tiene unas fases y hay que pasar por todas ellas. Y si te quedas en una de ellas el tiempo va a seguir pasando, pero tú puedes quedarte atrapado en la ira, en la negación o en la tristeza y no lograr salir de ellas. Cuando en la canción digo “el plan es llorarlo hasta que no duela” trato de reflejar que no hay que reprimir los sentimientos. Tienes que permitirte estar enfadado si es lo que necesitas, porque si no, no vas a pasarlo. Ese es el plan”.
Pocas veces una entrevista había dado tanto juego para El Giradiscos. La grabadora seguía funcionando mientras se mezclaban voces cercanas en la misma cafetería, pero la intensidad era tan alta y el goce por descubrir la motivación detrás de cada verso de estas canciones tan placentero que nada nos detenía. Tampoco teníamos prisa. Lo queríamos todo. De nuevo descubrimos la resiliencia en el sentir de “Una calathea”, una canción con el dolor muy apegado, pero en la que su autor trata de huir del victimismo: “Esta canción la escribí para hablar de la furia y del enfado, pero creo que hay que aceptar lo que viene. Dejar una relación, a no ser que las dos partes estén completamente de acuerdo y sea una liberación, es muy duro para el que se queda solo, pero también hace falta ser muy valiente para tomar la decisión. Valiente y consecuente. En “Una calathea” quiero ser coherente y ser capaz de vivir la vida después de la ruptura. Eso hay que decirlo, intentando minimizar los daños, pero hay que decirlo”. Uno de sus versos dice: “Aún no me sale decir ‘verte feliz me hace feliz aunque no sea conmigo’, porque yo lo quiero todo contigo, todo menos ser tu amigo”. Es el reflejo de intentar desearle lo mejor a la otra persona, la que se ha ido, pero llegamos a la conclusión de que “ver tu espacio sustituido por otra persona siempre es muy duro, así que si no puedes desearle eso, es porque no puedes decírtelo, porque no te sale a ti mismo. Es necesario mucho tiempo y empeño para que eso se consiga, pero en la canción hablo del momento en el que eso es imposible”. “Una calathea” es de las más duras del lote, de las que porta un mensaje más crudo que si nos pilla en un momento vulnerable puede ser difícil salir de él, porque es una canción muy potente y directa. Plasma a la perfección la sensación de desazón y sufrimiento, sin dulcificarla, y claro, inevitablemente pensamos en si el protagonista de la canción, el personaje, es el propio Almazán, porque es muy complejo transmitir esto sin haberlo vivido. Aún así intentamos ver a este protagonista como un personaje, algo que también queda aclarado cuando Javier confiesa que se siente cada vez más escritor, logrando vampirizar situaciones, porque “no tiene por qué ser todo tuyo”.
Este proceso vital convertido en canciones nos lleva hasta “Haces magia”, que hace referencia al vacío y a la vez a ese deseo de intentar olvidar. Sin embargo, sorprende por su título. Igual que pasaba con “El Elegido”, parece que quiera intentar olvidar a esa persona que ya no está y a la vez decirle que es mágica, utilizando además el tiempo presente. “Este título es tan importante que era uno de los provisionales para el disco. Otro era “Este vacío”, aunque era un poco tremendista, pero es que cuando una relación se acaba, que es lo que aquí está presente, uno se va y el otro se queda con el vacío que ha dejado esta persona. Lo veía como un juego de dos entes, el dejado y el vacío, y ¿cómo nos lo montamos ahora este vacío y yo para seguir adelante?”.
“Todas las vivencias nos llevan al sitio donde estamos. Hay momentos muy buenos en los que no estarías si no hubieras pasado por los difíciles”
Con “Estúpido” deja atrás el odio, porque el odio nos hace estúpidos. Quizá deberíamos plantearnos no recrearnos en el odio y aprender de los momentos vividos. De hecho, podemos definir este disco como la historia de un aprendizaje. “Todas las vivencias nos llevan al sitio donde estamos. Aunque pases momentos de mucho sufrimiento, también hay momentos muy buenos en los que no estarías si no hubieras pasado por los difíciles”. Javier Almazán sabe valorar los momentos presentes y no se recrea en odiar, algo que ya ha demostrado con anteriores obras como la mencionada “Los Abrazos Salvavidas”, con la que ésta tiene cierto paralelismo en muchos detalles, sobre todo estilísticos, así como en la búsqueda de la introspección. Ambos se presentan desde la desnudez y la honestidad para contarnos historias que nos interpelan. Está claro que Copiloto está en ese momento, remontándonos al regreso de su desconexión u oxigenación temporal tras el que fuera su disco más exigente hasta entonces, “Los Puentes Hundidos”, que precisamente ahora cumple una década. “Con “Estúpido” quería reflejar esa fase del duelo en la que se supone que uno tiene que sentir cierto rencor y enfado. Por eso el disco tenía que tener una canción de odio. La empecé a escribir y me di cuenta que no siempre se está en disposición de odiar, porque a veces el odio es un maquillaje que viene a sustituir a la tristeza. Hay gente que no quiere mirar atrás y ahí también está el odio. El odio puede estar bien transitarlo, pero no puede sustituir a la tristeza. Cuando maquillamos la tristeza con odio alargamos el sufrimiento mucho más tiempo. Es algo estúpido. La canción va por ahí. Si estás triste, puedes estar un tiempo cabreado, pero si te dedicas solo a odiar no vas a salir nunca de ese bucle, no darás paso a la tristeza y por lo tanto tampoco a la sanación o curación. El enfado, la tristeza o la negación no te dejan avanzar. Pienso en la gente que siempre está enfadada por algo, pero en realidad lo que deberían es estar tristes, y a lo mejor así se les pasaría antes ese enfado”. De toda esta reflexión brota la frase “tratar de comprender es mejor que odiar”, y enlazada encontramos “creo que he querido demasiado y eso es demencial”, aunque con esta otra nos dice Javier que “lo demencial es creer que has querido demasiado. Ese es el juego de la canción. Querer mucho nunca puede ser un error. Es algo que está bien. Me gustaba jugar con esa idea”.
El disco termina volviendo al punto del inicio. La última canción es como sugiere su título, “Amanezco”. El amanecer siempre es dar paso a lo nuevo. De alguna manera este amanecer también está relacionado con el título del disco y su nocturnidad. Meterse en la noche hasta el amanecer y dar ese paso adelante. Porque veníamos de la noche, de “interior/noche”, y ahora se hace la luz. Comienza diciendo “hace un siglo de este duelo”, por lo que el sufrimiento ya se ve como algo pasado. Una afirmación tan necesaria como “yo soy lo primero y me lo debo” pone al protagonista de estas nueve canciones, de esta historia, por delante, porque priorizarse es la única manera de seguir adelante en la vida. Javier reconoce que “uno aprende a hacerlo todo mejor cuando se equivoca, cuando se quiere a sí mismo y se acepta”. Nos metemos así en otro tema relacionado como es el amor propio, porque es necesario quererse a uno mismo. “Tengo dos hijos y les intento inculcar el amor por ellos mismos como su primer amor. No sé dónde leí la frase “no somos tickets de parking”. Me encanta y la uso mucho, porque no necesitamos que nadie nos valide. Y eso es algo que yo me aplico. Los artistas tenemos mucha necesidad de validación, además de mucha inseguridad, y de vez en cuando nos lo tenemos que decir a nosotros mismos para poder seguir con cierta dignidad por la vida”. De hecho, podríamos decir que, aunque el disco trate la relación de pareja y sus fases, trata en realidad de uno mismo, de ahí la frase “cuando vuelva el amor, amaré mejor”. “Digo eso porque tú no sabes lo que pasará con el otro, pero tú amarás mejor seguro, porque de todo aprendes. Con la edad te vuelves más exigente, pero también más paciente. Más selectivo, pero más tranquilo a la vez. Aunque también está bien cuando tienes diecisiete años y es todo apasionamiento. Volver a los diecisiete, que cantaba Violeta Parra, pero evidentemente ya no tenemos esa edad y tomamos decisiones diferentes. Todo forma parte del aprendizaje”.
Uno de los objetivos de esta charla era desgajar este disco, meternos en él. Porque éste es uno de esos discos en el que necesitas entrar de lleno, pero una vez hecho este ejercicio pasamos también a indagar en el proceso de grabación del mismo, donde Copiloto se decantó por llevarlo a cabo entre la soledad del campo y el ruido urbano. “Yo quería ir construyendo las canciones poco a poco y sabía que no me iba a esforzar absolutamente nada por escribir una canción que fuera un hit. Quería hacer un disco así, en el que no mirara ni los tiempos de las canciones. Y con todo esto en mi cabeza me fui a grabar a Yeste, Huesca. Ese aislamiento en el campo, alejado de todo, me apetecía mucho para empezar a crear el disco. Me acompañaron Lorién Vicente y Óscar Garza. Ambos apostaron mucho por mí y se lanzaron a esta aventura tan rara. Lo empezamos a construir allí con Sergio Lacasia. Estuvimos unos días que me dieron la pauta para saber por dónde seguir y después enlacé en Zaragoza con Óscar Cubero. Enseguida entendió por dónde quería ir y me ayudó a darle forma al disco. Entre tanto, Óscar Garza venía mucho por mi casa o me mandaba arreglos sutiles de sintes para las canciones. Queríamos jugar con mantas de sonido, algo en lo que se metió mucho Óscar consiguiendo esa textura de sonidos en la que parece que no hay nada, pero hay muchas cosas”. Hablando de Óscar Garza y Lorién Vicente, Javier no repara en halagos para estos músicos tan jóvenes que ya le acompañaron en la revisión de sus clásicos en “Fundamental”. Habla de ellos como músicos a los que admira, no solo como instrumentistas, sino por la visión que tienen de la música. “Toda esta generación tiene una cosa que me gusta mucho y es que no tienen ningún complejo. Yo que vengo del indie, que era como el colmo de lo snob, he escuchado eso de: “no te voy a decir si me gusta o no esta canción hasta que no sepa quién la está tocando, porque igual es alguien que no debería molarme”. Y esto, afortunadamente, no lo veo ahora con esta generación. Ahora veo muchísima más libertad. A la gente le gustan las canciones, independientemente de quien las cante, y eso me encanta. Lorién y Óscar son grandísimos profesionales. Gente que se ha tomado muy en serio este oficio. Además son muy abiertos, no tienen complejos y tampoco les importa trabajar con un tío mayor como yo”.
También hay sonidos entre canciones que llaman la atención. Se oye campo, calle, ruido de noche, como queriendo dar contexto a la historia, como para intentar que el oyente no se salga de lo que se está contando. “Quería coger al oyente nada más empezar, algo que en estos tiempos es incluso pedir demasiado, y hacer que no pudiera pausar la escucha. De hecho, mi primera idea fue hacerlo todo en una pista, que no se pudiera cortar, pero de cara a plataformas era un poco loco”. Para dar con el sonido que domina en la producción del disco, Javier comenta que escuchó mucho a Adrianne Lenker, sobre todo su último disco “Bright Future”. También a Florist, que trabaja mucho con sintes y tiempos lentos, y a Laura Marling, que emplea la afinación abierta, como ha tratado de hacer él con estas canciones. Sin olvidar, por supuesto, los primeros discos de Leonard Cohen, ya que quería conseguir ese sonido de la guitarra española tan presente en ellos.
“Quería hacer un disco muy austero y reivindicarlo como un todo, y eso es exactamente lo que he hecho”
Confiesa que el disco puede recordar a un musical, como el soporte de una obra de teatro. Y por eso se encuentran esos sonidos que se cuelan entre las pistas, para crear un hilo sonoro que no deja que te vayas. “Me gustaría que la gente lo escuchase del tirón y, si es posible, con auriculares para poder oír los matices”. Con afirmaciones como ésta llegamos a una de las características que mejor definen esta colección de canciones: la voz de Javier, que está mucho más presente y por delante que en sus discos anteriores. “Pensé mucho en cómo tratar la voz. Fue un reto porque está casi fuera de plano. Está muy alta. Lo considero un paso adelante en mi carrera. En mi forma de entender la música y en mi forma de interpretar. Es posible que en el futuro vaya hacia ahí, porque me siento más cómodo cantando. Mi voz es diferente y cuento las cosas mejor que hace unos años. Me daba pudor ponerla tan alta, pero los productores me animaron y me la jugué. Creo que es una de las cosas más arriesgadas del disco”. Precisamente es esa voz en primer plano, y el uso de la guitarra española por encima del resto, lo que hace que este disco suene a cantautor clásico. Una producción muy austera que pone siempre por delante las letras y la voz. Viniendo del pop-rock o del mal llamado indie supone un cambio sustancial para Copiloto, pero es algo que le gusta porque siente que está reaccionando frente a cosas que le interesan un poco menos. “Estoy redescubriendo los sonidos orgánicos de las maderas y de las cuerdas que vibran de más con el mástil. Creo que aún no ha llegado el momento de grabar un disco solo con guitarra y voz, como podrían ser los primeros de Dylan, porque tienes que ser muy bueno para hacer eso y que se sostenga, pero mi objetivo va hacia allí. En lugar de llenar las canciones de arreglos, las estoy desnudando. Mi tercer disco era casi psicodelia, estaba lleno de arreglos, que es algo que también me encanta, por supuesto, pero con mi traje de Copiloto me veo cada vez más cerca de hacer algo solo con guitarra y voz que algo más arreglado. Es mi camino natural ahora mismo”. Aunque el estilo de cantautor choca con lo que se demanda en estos momentos, pero por ahí puede ir un poco la resistencia para la carrera de Copiloto, siempre en continua exigencia desde su humilde posición. “Este disco no lo hice con la intención de ir contra nada, pero era como volver a encontrarme con mi yo de los diecisiete años que escuchaba los discos enteros. No me he planteado tampoco si era lo más adecuado para mi carrera. Lo he hecho porque me apetecía de verdad. Quería hacer un disco muy austero y reivindicarlo como un todo, y eso es exactamente lo que he hecho”. Pero es cierto que es difícil reivindicar su escucha como un todo. “interior/noche” es un disco de cincuenta minutos en tiempos donde la gran mayoría no superan los treinta y cinco. Encontrar ese tiempo para su escucha y meterte en él es complicado, y más con este tipo de disco, que es muy intenso y requiere atención. “La gente de mi generación sabe cómo se escucha un disco entero. El cambio de paradigma es que hay gente de otra generación que no concibe esto, que no están acostumbrados a ello”.
Y de hablar de lo que se demanda en estos momentos, a sacar a relucir un tema también cuestionado por la renovación de la industria musical. El mal llamado indie. Javier recuerda con lamento a “la policía del indie”, como él la llama: “Viví mucho sectarismo en mis comienzos y me afectó mucho el tema de lo indie a nivel emocional. Te repartían carnets para decirte quién era auténtico y quién no. Increíble. Ahora quiero creer que eso no existe, al menos a ese nivel”. Cierto que ahora estamos llegando a un punto en el que nos atrevemos a decir lo que ha hecho mal el indie. Durante mucho tiempo el indie era lo más, pero compartimos que ni existe el concepto como tal, porque muchos de los grupos que empezaron como independientes están ya en majors, ni tampoco el indie ha hecho algo tan bueno para la música. Copiloto entendía el indie cuando empezó como una manera hacer lo que le diera la gana, más que entenderlo como un estilo. “Ser indie es ser independiente y ser independiente es ofrecer una alternativa a lo que hay, pero no porque quiera sonar como un grupo o artista en concreto, sino porque me apetece hacer esto y tengo la grandísima suerte de que lo que a mí me gusta hacer, le gusta a más personas, que pueden comprar mis discos. Eso es para mí la independencia y ser indie. Nunca ha sido un sonido para mí, era más bien una actitud y un condicionante. Se ha podido vender como un sonido, pero ¡que alguien me explique cuál era ese sonido!”. El indie por tanto no es un sonido ni un estilo. Lo decimos abiertamente y lo discutimos durante un buen rato, llegando a buen puerto, por supuesto. “Un artista es indie porque hace lo que le gusta y tiene esa independencia del circuito general. Si lo que hace se pone de moda, es algo que no va con ellos. Entonces, ¿dejan de ser indies? Esta es una consecuencia ajena al artista. El artista tiene que tener un compromiso absoluto con su arte. Ser indie es reafirmarte a ti mismo como artista y ser independiente de los demás. De todas formas, este debate sobre el indie afortunadamente se va a perder porque las generaciones de músicos más jóvenes ya no hablan en estos términos”.
Antes de terminar, me intereso por la gira del disco. “Va a ser un cambio bastante notable respecto a los conciertos de “Fundamental”. Somos un número más reducido de músicos en el escenario. Tampoco hay batería. Es una cosa para hacer en pequeños teatros o ciclos, a poder ser. Funcionará así mejor que en salas. Llevamos una instrumentación muy pequeña para lograr unos conciertos más delicados o íntimos, porque pretendemos que se escuche todo. Más en la línea del cantautor, como comentábamos antes. Además, estamos tocando el disco entero. La idea es esa. Después tocaremos algunos temas más de mi discografía, pero esta gira es todo lo contrario a la anterior, que era una reivindicación de toda una carrera. Es una historia totalmente diferente”. Porque “interior/noche” también lo es. Un disco hecho desde las entrañas. Para entrar en nuestro interior y servirnos de guía. Una guía convertida en experiencia vital con la que aprender a sobrevivir y recomponerse desde la resiliencia y la autoconfianza. Está claro que desde El Giradiscos hemos disfrutado de todos sus momentos, como también lo hicimos en esta conversación entre amigos, que nos hubiera gustado que no acabara, pero en la que, sin ninguna duda, recibimos el más generoso de los abrazos salvavidas.