Alice Cooper: "The Revenge of Alice Cooper"


Por: Kepa Arbizu. 

La cultura popular estadounidense cuenta con una habilidosa facultad para poblar su imaginario colectivo de tenebrosas personalidades, algunas reclutadas de la más perturbadora realidad y otras, por el contrario, consecuencia de una ficticia interpretación. Un baile de máscaras en el que no siempre es sencillo encontrar un equilibrio digno entre la caricatura y el interés creativo producido por la misma, una simetría sin embargo perfectamente compensada, pese al repunte en algunos momentos concretos de su faceta más estrambótica, por el papel encarnado por Vincent Damon Furnier; identidad tras la que se encuentra Alice Cooper. Un nombre al que le acompaña un legado musical imponente al que por si fuera poco, todavía hoy, con su nuevo disco, “The Revenge of Alice Cooper“, es capaz de añadir episodios exitosos a ese sombrío currículum avivado desde el presente por medio de poderosos ritmos.

Si bien dicho seudónimo ha sido adoptado de manera individual por el compositor originario de Detroit, conviene aclarar que su bautizo original hacía mención a una banda nacida a finales de los sesenta en la que oficiaba de vocalista. Un matiz especialmente relevante de mencionar a la hora de situar conceptualmente la edición de un álbum que recupera, tras casi cinco décadas sin la firma conjunta, aquella formación clásica que acuñó discos tan referenciales como “Love It to Death” o "Billion Dollar Babies” y que terminó su singladura con “Muscle of Love” . Un ejercicio de resucitación que, sin embargo, no ha podido enfrentarse a unas indelebles cláusulas del destino que apartaron de este mundo a uno de sus integrantes, Glen Buxton, quien por el contrario es invocado a través de viejas grabaciones rescatadas y honrado como se merece en el contenido de algunos temas. Porque esta venganza, de la que sí toman parte Neal Smith, Michael Bruce y Dennis Dunaway, es una vindicación de la tenacidad musical de estos veteranos, pero también una ofrenda a quienes hicieron posible iniciar este camino.

Dentro de eso organigrama revivalista, en lo que se refiere a su origen y en absoluto a un carácter musical perezosamente nostálgico, también tiene su cota de significación la figura del productor, encomendado a un no menos ilustre como Bob Ezrin, quien más allá de ejercer como timonel en los mandos para Pink Floyd, Lou Reed o Kiss, sumó su nombre a los créditos de aquellos trabajos clásicos de Alice Cooper (Group) que a su manera ejercen de guía inspiracional para unas nuevas composiciones que contradicen a cualquier mitología que pretenda identificar a este combo como una estructura jerárquica comandada por un líder rodeado de aptos adláteres. Al contrario, estos temas refutan la absoluta trascendencia de cada una de las personalidades que alimentan un repertorio que, si bien acepta hacer resurgir aquel vetusto legado, es los suficientemente inteligente, y consistente, como para saber adaptarse a su actual época de floración, sabedoras de que sus negros esquejes siguen gozando de una salud perenne. 

No existe mejor manera de inaugurar un álbum de evidente interés por reivindicar una identidad singular que adentrarse sigiloso y amenazante a través de una “Black Mamba” cargada por cápsulas de veneno psicodélico, bien aliñadas por la presencia de Robby Krieger, de The Doors, encomendadas a retratar lascivos episodios de alcoba. Fotografías de los bajos instintos que se proyectan también en las dentelladas en forma de los tozudos riffs, ráfagas que ya desprendía la formación antes de que el membrete se otorgara a AC/DC, dictados por “Up All Night” o alojados en la elegante insinuación de “One Night Stand”. Retratos de vitalidad que se alejan de los instintos carnales para inspirarse en la película “Rebelde”, protagonizado por Marlon Brando, y alentar con brío épico en “Wild Ones” la impenitente labor de incomodar al orden social, extendiendo incluso esa rotunda negativa a hincar la rodilla al hecho musical, siendo “Crap That Gets In The Way Of Your Dreams”, a pesar de estar protagonizada por un individuo reacio al éxito, un retrato autobiográfico, perfilado sobre un potente sonido golpeado con la saña primitiva de los Kinks, respecto al espíritu de superveniencia asumido por quienes han sabido sobreponerse a los escollos para, casi setenta años después, seguir ofreciendo su vida al noble arte de generar fascinantes pesadillas eléctricas. 

Consagrada su aptitud artística a la profanación de sueños, la banda no duda en retratarse también en el momento actual como el plantel de una película de serie B, alimento sustancial en su idiosincrasia y que todavía sigue emanando nuevos temas, como "Kill The Flies", inquietante fotografía de quien pasa “cómodo” sus días en un sanatorio mental solo perturbado por el fastidioso revoloteo de moscas a su alrededor que se desplazan bajo ritmos de robusta inquietud. Iconografía truculenta que se cita también en una “Blood On The Sun” que ejerce casi de condensada opera rock por medio de sus cambiantes dibujos armónicos. Demostración palpable de la vigencia que mantiene en la formación un concepto dinámico y heterogéneo, condición que en el tramo final del álbum se despliega explícito dando paso por igual al primigenio rockabilly de “Intergalactic Vagabond Blues” o absorbiendo el legado de Little Richard en “What Happened To You”, tema en el que se posan las rescatadas seis cuerdas de Glen Baxter. Una presencia que tutelará a su vez el lisérgico ambiente cabaretero de “What A Syd” y el romántico medio tiempo “See You On The Other Side”, convertido en emocionante elegía final hacia un finado compañero con el que no dudan en citarse en el más allá, donde seguro les esperará. 

Las múltiples virtudes del disco, al que solo se le puede objetar mínimamente una excesiva duración, no solo competen a la calidad intrínseca del mismo, o incluso a esa suerte de reparación histórica a la hora de preservar la naturaleza colectiva y no exclusivamente individual de la marca Alice Cooper, su resultado por encima de todo es la elogiosa tozudez por contrariar a esa obsolescencia que tantas veces golpea a los proyectos de extensa trayectoria. Porque la venganza, en alusión al título del álbum y su escenografía, contenida en estas canciones no supone una cita con zombies maltrechos recuperados de las catacumbas del parnaso musical, al contrario, son la expresión de inmortalidad que acompaña a este ejército de las tinieblas en su ambición por residir con sus oscuras vestimentas en nuestros sueños.