The Last Dinner Party: “From The Pyre”


Por: Nuria Pastor Navarro.

Es curioso cómo la hoguera es lugar de purificación, pero también de sacrificio. De regeneración, destrucción. Es cuna de multitud de historias, es simbiosis de luz y violencia. Es símbolo, alegoría, mito. Y también piedra angular del arte de las chicas de The Last Dinner Party.

Este grupo goza de una juventud literal y personal: las cinco componentes se mueven aún en la franja de los “veintialgo”, y comenzaron a tocar juntas hace apenas un lustro. Como otros muchos, se conocieron en la etapa universitaria alternando entre clases y pubs londinenses, y no mucho después agarraron sus instrumentos. La pandemia que marcó sus inicios no fue un impedimento demasiado grande: para 2022 ya estaban abriendo el concierto de los Rolling Stones en Hyde Park. Y así comenzó la hermandad de Abigail, Lizzie, Emily, Georgia y Aurora que, aunque con poco recorrido, ha conseguido cautivar a miles de oídos por todo el mundo. Su primer álbum, “Prelude To Ectasy” (2024), acierta de lleno con el título. Esta congregación de canciones hace de preludio al éxtasis, abriendo la puerta del maravilloso mundo de mitos que las chicas nos ofrecen.

Este trabajo dejó más que claro el estilo de las Last Dinner. Temas como “Burn Alive”, “Sinner”, “My Lady Of Mercy” o —uno de los más conocidos— “Nothing Matters” recurren a una simbología que pelea entre la religión y el paganismo. Con un pop retorcidamente tétrico consiguen calar la estética barroca en las partituras. En otras palabras, The Last Dinner Party son algo cercano a un aquelarre moderno.

La espera para otro álbum no ha sido muy larga. Un año y medio después llega “From The Pyre” —de nuevo, brillante título—, un disco que se mantiene en la línea temática y musical del grupo con claros paralelismos con el anterior, pero también con mucho más que ofrecer. Esta fiesta dionisiaca comienza con “Agnus Dei”, una canción de amor con un ritmo animado que, aun así, se vale de metáforas terroríficas como el apocalipsis o las tumbas. Y ahí radica la belleza de Last Dinner: coincidentia oppositorum. El tema amoroso prosigue con “Count The Ways”, que nos recuerda un curioso hábito de la banda: los rápidos cambios de ritmo. Y es que la profunda voz de Abigail a veces parece tener una personalidad en las estrofas y otra diferente en el estribillo, haciendo que las canciones parezcan coloridos mosaicos que mezclan luces y sombras. Cabe mencionar que esta no es una mala cualidad, ni hace que el resultado musical sea peor. Simplemente es una de las marcas de identidad del grupo, como podría ser una pieza de joyería, un peinado o esa chaqueta que tanto te pones porque te encanta.

La racha amorosa se rompe con uno de los singles: “Second Best”. Esta ruptura está ilustrada, de nuevo, a base de elementos a simple vista muy diferentes. Una intro coral, casi angelical, se junta a un estribillo rabioso, rockero, y todo ello es simplemente maravilloso. Como cabría esperar, la teatralidad es también un punto importante en la música de la banda. En su eterna creatividad, consiguen convertir un caso de “ghosting” en un baile de inspiración western. “This is the Killer Speaking” va seguida de otros temas igualmente cargados de alegorías como “Rifle”, “Woman is a Tree” o “I Hold Your Anger”, que valiéndose de lirismo, descaro y buen ingenio musical suenan casi como himnos. Temas como la violencia, la degradación de la naturaleza o la presión social sobre las mujeres protagonizan este pequeño manifiesto.

El final del álbum se va acercando con “Sail Away”, una delicada balada que desborda nostalgia y anhelo, y “The Scythe”, uno de los temas más populares. En él, las chicas se enfrentan a una despedida con un “te veré en la próxima vida”. Guadañas y fiestas discotequeras se entremezclan, resultando en una extrañamente optimista metáfora de la muerte. Y como colofón, podemos disfrutar de la canción “Inferno”, en la que las artistas se presentan como Jesucristo o Juana de Arco —que probablemente habría sido muy fan de Last Dinner de haber existido en el siglo XV—. El tema narra la lucha por sobrevivir al día a día mientras intentas encontrarte a ti mismo. El dantesco nombre ya lo anuncia: el álbum cierra con una nota algo agridulce, aunque eso no nos quita el maravilloso camino que se recorre a lo largo de las diez pistas.

Todo este viaje musical es marca de las influencias que The Last Dinner Party lleva dentro, y es que estas chicas parecen hijas de Lana Del Rey y Florence + The Machine, criadas por Fleetwood Mac a base de escuchar discos de David Bowie. Una mezcla extraña, ambigua, pero que casa sin problema alguno. Son artistas y, a la vez, arte en sí mismas. Muchachas que pisan fuerte y no temen en ningún momento sacarnos la lengua desde la pira.