Leonard Cohen: "Old Ideas"

Encantado de hablar con Leonard, un deportista y un bastardo perezoso que vive en un pleito”.

Así comienza el nuevo disco del maestro judío, del poeta errante, del padre de todas las canciones, de Leonard CohenOcho años después del desesperado y artificial “Dear Heather”, Cohen vuelve al salmo y a la canción del condenado para curarnos ciertas heridas y darnos aire, seda, vino y una bendición con forma de beso en la frente que viene a significar algo así como “toda ha pasado”.

Escribir sobre Cohen es difícil, hacerlo sobre sus canciones lo es aún más. ¿Qué decir?, qué frases, cómo “Dímelo otra vez, cuando la suciedad del carnicero se lave en la sangre del cordero…Amén…” o “Los problemas vinieron y salvé lo que pude salvar, un fragmento de luz, una partícula lejana pero había cadenas y las amé como un esclavo” son reflejos de belleza. Que “Soñé contigo, cariño, llevabas la mitad del vestido. Sé que me odias, pero ¿podrías odiarme menos?” o “Me solía gustar el arcoíris y amaba contemplarlo pero una mañana temprano pretendí ser tú, la oscuridad me atrapó, cariño, y ahora es peor que tú” son pequeñas heridas en el corazón.

Suelo comprar discos con la mayor asiduidad que me es posible, discos de vinilo de 180 gramos (sí, esas cosas negras redondas que suenan) porque uno es un romántico y así se morirá, creedme. La ritualidad del paseo a la tienda de discos, pedirle a Pepe, de Marcapasos, el encargo que le hiciste al enterarte de la gran noticia que suponía que Cohen liberara algunos de sus logros para nosotros, pobres mortales. El volver a tu casa casi corriendo por miedo a que descubran los demás que portas uno de los pilares de la verdad. Llegar a casa exhausto y admirar la portada, descubrir la maravillosa edición, con fotos de manuscritos originales, letras, dibujos… preparar tu aguja, darle el peso adecuado y comenzar la liturgia… dejar descansar el disco en tu tocata y darle comienzo al gruñido maravilloso del silencio del comienzo y ahí está…”Encantado de hablar con Leonard…

Descubrí a Cohen en el instituto, el padre de un amigo me dejó un vinilo, "Songs From a Room", desconozco el porqué, tal vez se lo robé. Escuché Bird on the WireA Bunch of Lonesome Heroes… y todo eso, ya sabéis, enfermé… descubrí la canción.

Ahora, casi veinte años después, me siguen emocionando sus canciones al borde de la lágrima. Cuando escucho por primera vez la maravillosa "Crazy to Love you", con Cohen a la guitarra una vez más, como antes, como al principio y escuchar esta declaración:Estoy harto de elegir el deseo y salvarme por una fatigosa bendición a la puertas del compromiso” es resucitar de la mediocridad.

Cohen está más viejo,  más machacado,  de la mejor forma, entiéndase, y dicen los entendidos que no puedes hacer blues si no has vivido lo suficiente, si no has sufrido los latigazos del amor, del deseo y de los vicios y la ruina de la fama o la pobreza. Cohen hace distintos guiños al blues y se encierra en una habitación sin techo que apunta directamente a dios y le pide explicaciones, algo así, y claro, todo alrededor devastado… “Viene por mí, cariño, no importa a donde vaya, su deber es dañarme y mi deber es conocerlo”

“No tengo futuro y mis días son pocos, la presencia de tantas cosas por hacer no es agradable, pensé que el pasado duraría…”

Si hay algo útil en hacer canciones es sentirse parte de ellas, sentirte parte de la familia del autor, sentir amor hacia él, amor familiar, amor cercano y entrañable… Sé que el día que Cohen muera lo sentiré como si de alguien muy cercano a mí se tratara, es mi padre musical, él me ha ensañado todo lo que sé y lo seguirá haciendo hasta el fin de mis días.

Esta noche volveré a él para descubrir una vez más las verdades del mundo. Un giradiscos, una botella de buen vino y el maestro judío para encabezar la rebelión.

“Decimos que hay leyes que obedecer, pero francamente no me gusta su tono, usted quiere cambiar mi modo de hacer el amor y yo lo que quiero es dejarle solo”

Por muchos años, Señor Cohen.


Por: Raúl Bernal (Jean Paul)