Two Gallants: “The Bloom and the Blight”

Aunque es algo que, en general, a los músicos no les suele gustar asumir, muchas veces las palabras, adjetivos o las clasificaciones estilísticas, pueden servir como una orientación relativamente válida que ayuda a hacerse una idea de los parámetros en los que se mueve un determinado grupo. Eso sí, hay casos como el de Two Gallants, en que todo eso es una tarea inútil y es necesario advertir de la enorme peculiaridad de su apuesta y la dificultad para encuadrarlos en tendencias o corrientes. 

El dúo californiano regresa tras cinco años sin tener noticias de ellos conjuntamente. Un tiempo, sin embargo, que ambos han utilizado para expresarse de forma autónoma: Adam Stephens (guitarra y voz) bajo su propio nombre y Tyson Vogel (batería) con el de Devotionals. Ahora, de nuevo juntos, vuelven a presentar su particular folk-punk con nuevas canciones agrupadas bajo el título de “The Bloom and the Blight”. 

Su nuevo disco ha sido producido por John Congleton, alguien que a priori encaja perfectamente con la idiosincrasia de la banda ya que ha trabajado con muy variados grupos, que incluye desde la contundencia de Baroness o Black Mountain hasta la sobriedad tradicional de Bill Callahan pasando por registros más modernos como St Vincent. Una amalgama en la que clasicismo y contundencia se dan de la mano en muchos momentos, algo que pasa por ser también una característica esencial en la manera de entender la música de estos dos jóvenes. 

Todo esto se ve plasmado en su recién editado trabajo por medio de una mayor presencia de las guitarras eléctricas (y de algún arreglo musical más), que aunque siempre han formado parte de este proyecto nunca habían sonado de una manera tan distorsionada. Algo que no significa necesariamente un aumento en la contundencia de sus canciones (que sí en su decoración), ya que a lo largo de sus grabaciones, de hecho es una de sus virtudes, han demostrado una sobrada capacidad para crear una alta tensión en sus composiciones.

Halcyon Days” es la encargada de abrir las hostilidades en este álbum y lo hace mezclando esa clásica y reconocible forma de Two Gallants (cambios de ritmo, una voz chillona y en definitiva la búsqueda de una épica trágica) con, en esta ocasión, una aguerrida guitarra que chirría como en momentos lo harían The White Sripes o The Black Keys. “Song of Songs”, que en sus primeros instantes suena a la típica melodía del grupo, deriva en una explosión de electricidad que también se hace presente en temas como “My Love Won’t Wait” o “Ride Away”, ambas con muchas similitudes a los grupos “grunge”, en especial a Nirvana

Justo en el otro extremo estilístico se encuentran temas acústicos, relajados y construidos por medio del folk clásico. Un decálogo que cumple a la perfección “Broken Eyes”, en la que no falta una harmónica de acompañamiento. “Sunday Souveniers”, aunque más instrumentada y con un tono a pop onírico, también es una de las piezas que se puede aglutinar bajo esas características. Algo que también se puede hacer con “Decay”, compuesta por una melodía hipnótica y que sólo cuando está llegando a su final sufre una breve “envestida”. 

En un camino intermedio se encuentran algunos temas que navegan entre los dos extremos comentados. Buen ejemplo de esto es “Winter’s Youth”, que alterna un sonido tradicional con unos estribillos salvajes donde la voz del cantante se desgañita y arremete con fuerza. “Willie”, por su parte, construye un tono country-rock muy rítmico y pegadizo. 

En esencia se puede decir que el regreso de Two Gallants no trae cambios significativos en su más que personal forma de hacer música, aunque no se puede obviar que en este disco han incrementado la presencia de guitarras eléctricas, algo que en momentos ayuda en esa ambientación tan lograda que suelen dar forma. Por otro lado es inevitable no echar de menos esas composiciones más desnudas que conseguían convertirlas en auténticas letanías. Quizás el siguiente paso de la banda sea conjugar esas dos tendencias en un resultado perfecto. De momento no hay motivos para preocuparse ni quejarse porque este disco, al igual que los otros, es un incisivo, y original, lamento musical. 

Por: Kepa Arbizu