Yo, ‘exhipster’

Víctor Lenore (Soria, 1972) era hasta hace pocos años un militante del indie. Su pasado le ha servido como bagaje para afrontar el análisis de un movimiento, el hipster, lleno de barbas, camisas de cuadros y aparente falta de crítica con la situación política y económica de nuestro país. A propósito de reconocer las tendencias a las que sucumbió a ciegas en su juventud ha escrito Indies, hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural. Su nuevo estatus de ciudadano “consciente” le ha hecho teorizar sobre lo que él considera las debilidades de esta masa social que cuenta con numerosos adeptos. Mientras se realiza esta entrevista, en El Palentino (en pleno corazón del barrio de Malasaña) se reafirma en que el ‘hipsterismo’ es un paso atrás. 

¿Por qué surge este libro ahora? 

Hay a gente que le cuesta creerlo pero yo no tenía muchas ganas de escribirlo porque tenía muchos inconvenientes y muchas ventajas. Me animó mucha gente cercana porque son tesis bastante comunes, las puedes oír en la barra de un bar al terminar un concierto. Pero nadie les había dado un cuerpo, una forma estructurada y argumentada. En El Confidencial había escrito artículos en esta línea y de alguna manera, juntarlos todos me pedía un poco de consistencia 

¿Cuál es el público al que se dirige este libro?

El libro se dirige a cualquiera que esté interesado entre la intersección entre cultura popular y poder, que es un tema del que se habla muy poco. No se habla del enganche de la cultura popular con la política. He pasado muchos años dentro de esta cultura. Yo suelo decir en las entrevistas que durante 15 años he sido el más indie, el más hipster y el más ‘gafapasta’ de España. A medida que he ido madurando y educándome políticamente, me he dado cuenta de que había una serie de prejuicios muy claros: cuestiones de machismo, racismo, elitismo, mitomanía, anglofilia… Barreras que nos impiden disfrutar de la cultura popular. 

¿Cuánto tiempo ha tardado en escribir el libro? 

El proceso de investigación, no consciente, han sido 15 años. El proceso de escritura me ha llevado 6 meses. Pero ya tenía algo de material de artículos para Rockdelux, La Dinamo… 

¿Se considera una periodista influyente? 

No creo que me corresponda a mí decirlo. Lo que veo es que en las redes el debate ha empezado y que la gente se siente interpelada de alguna manera. Algunos han saltado como muelles reaccionando muy rápido. Ahora empiezan las reacciones más pausadas. Y, no sé si influyente, pero por mi trayectoria con un pie dentro del ‘hipsterismo’ y con otro pie fuera creo que era sensato que yo empezase el debate. 

¿Por qué ha escogido a Nacho Vegas como prologuista de su libro?

Nos conocemos desde hace mucho tiempo y hemos tenido trayectorias parecidas. Él es una estrella de rock y yo un periodista de cultura. Cuando él escribió Cajas de música difíciles de parar, estaba en un enfoque musical muy hacia el interior con la heroína y con sus traumas. Yo estaba metido en una burbuja estética, muy atento a las últimas novedades del mundo hipster y poco a poco me he ido haciendo más consciente de los conflictos sociales. El último disco de Nacho, Resituación, me parece magnífico, muy preocupado por los problemas sociales, los conflictos derivados de la debacle económica y el 15 M. 

¿Por qué no da nombres cuando se refiere a la figura del “redactor hipster” y si lo hace cuando se refiere al “periodista cultural”? 

Tanto con el redactor hipster como con otras partes del libro hay muchas veces que decido no dar nombres porque lo que me importa es el proceso cultural no quien ha sido la persona que ha puesto el nombre concreto en un artículo. Luego, claro, si cito entre comillas una frase de alguien que es la de Lucas Arraut que cuenta eso de que hay pijos que tienen un loft decorado divino de la muerte pero que les mola bajar al contenedor a coger muebles para decir ‘soy súper underground’. Mientras que la palabra pijo ha desaparecido por arte de birlibirloque porque los pijos se han reciclado en una especie de bohemios chic y encima presumen de tener mejor criterio cultural. Ahora a nadie se le estigmatiza por tener dinero; mientras que a la gente pobre se le estigmatiza con adjetivos como ‘choni’, ‘cani’, ‘perroflauta’, ‘pies negros’… 

¿Cuáles cree que son las características que definen al “redactor hipster”

Te lo puedo explicar perfectamente porque yo fui uno de ellos. Estuve trabajando en La Razón ocho años y, más o menos, lo que sacaba eran los grupos que estaban de moda en Mojo, Uncut, New Musical Express o Rockdelux. De Pitchfork no sacaba nada porque todavía no existía, pero si hubiera existido seguro que hubiera sacado grupos de ahí. Creo que el redactor hipster es una persona que se deja influenciar por este tipo de jerarquías de la prensa extranjera y las aplica a España. Creo que es una labor un poco perezosa. Ahora, personalmente, creo que la música anglosajona está en un callejón sin salida y que son aburridísimos y que lo mismo ahora hay más chicha creativa en África, América Latina o en barrios de España. Me alegro mucho de haberme quitado esas inercias y esas dinámicas. 

¿Admira a algún compañero de oficio? 

Muchísimos. Me ha influido mucho Patricia Godes, Alfredo Grimaldo , Nando Cruz; también, Isidro López que aunque no sea periodista musical es quien me ha metido en estilos como el techno, el hip hop de barrio o la música electrónica de América Latina. Con él y con otros chicos tengo una especie de colectivo de discusión en Soundcloud que se llama Ecos del gueto en el que colgamos música de los guetos del primer y del tercer mundo.

Los hechos que relata en Indies, hipsters y gafapastas… están basados en su propia experiencia. ¿Se planteó apoyar su “crónica de una dominación cultural” con datos estadísticos, sociológicos o económicos que respaldasen las conductas que describe?

El libro tiene una bibliografía como de unos 15 o 20 libros bastante importantes. Lo que pasa que mi editor me recomendó no ponerlas porque me dijo que no es costumbre ponerlas en ensayos tan cortos. Hay gente que ha tomado esto como endeblez teórica. Yo creo que no lo es porque cito a muchos autores. La primera frase es de un periodista que se llama Thomas Frank, que dice que las élites adoran las revoluciones que se limitan a la estética. Me influyó mucho su libro La conquista del cool que habla de las relaciones entre publicidad y contracultura. Otro instrumento de análisis es La distinción, de Pierre Bourdieu de los años setenta. También hay otro libro, Rituales de resistencia del sociólogo antillano Stuart Hall que creo que es quien mejor ha estudiado la subcultura. Es difícil dar ciertos datos estadísticos. Pero sí hablo de cómo ha crecido el Festival Internacional de Benicàssim, de cómo marcas como Heineken o Estrella Galicia están con la cultura hipster a muerte, de que la reina Letizia va a conciertos de Supersubmarina y Los Planetas o cito datos de que Rupert Mudoch, el mayor magnate de la derecha mediática, ha invertido 53 millones en Vice. Bajo su apariencia endeble, la cultura hipster esconde unos valores bastante reaccionarios. 

En el libro también habla sobre la polémica que suscitó la respuesta de Russian Red (“si me tengo que decantar, derechas” ) en 2011 una revista de moda cuando se le preguntó “¿Izquierdas o derechas?”.

Yo admiro la declaración de Russian Red porque se ha atrevido a decir cosas que un montón de hipsters no han dicho. A veces hablo con grupos fuera de entrevista y sus valores políticos son bastante reaccionarios y ellos no son conscientes. Russian Red por lo menos sí es consciente y se ha atrevido a decirlo. También me parece una jugada un poco calculada porque desde que dijo que era de derechas su presencia mediática se ha multiplicado. La Razón le dio un artículo que se llamaba “Cool y de derechas” y empezó a tener portadas en Yo Dona y en SModa. En YoDona, llegó a decir que ser derechas era el nuevo ser rojo porque estabas contra el pensamiento dominante. Cosa con la que obviamente no estoy de acuerdo. Ser de derechas no es malo. Podría hacer una lista de artistas de derechas que admiro en la que estaría James Ellroy, un clásico de la novela negra. No me parece negativo ser de derechas pero si me parece mala la diferencia cognitiva de los hipsters; que se creen que son contraculturales y cuestionadores cuando, en realidad, tienen valores reaccionarios. Casi prefiero a Russian Red y a James Ellroy que a todos estos que se creen súper libertarios.

¿Ha vaciado su mochila de juventud escribiendo este libro? ¿Tiene la sensación de que se le ha caído una venda de los ojos al madurar? 

La venda que tenía yo diría que se corresponde con una cosa que explica Bordieu que dice que el mercado no es neutro, que tiene un efecto de imposición. Los indies compramos una cultura que venía de Inglaterra. Nos reuníamos en la sala Maravillas, íbamos al Festival de Benicàssim y comprábamos en Discos del Sur. Mientras que si lo comparas con el rock radical vasco, esa cultura se la tuvieron que fabricar ellos: buscar un local, crear una casa ocupada, montar un grupo de insumisión, crear una radio libre… Más que una caída del caballo, ha sido más como la gota malaya. Me influyó mucho el libro No Logo, de Naomi Klein; me politicé bastante, empecé a colaborar en La Dinamo y dejé el ambiente endogámico de los críticos musicales para empezar a rodearme de sociólogos y gente del mundo de la política. Hubo un momento que tuve que elegir y me decanté por el lado que me interesaba más.

Por: Mary Purple
Foto: Clara Martínez-Lázaro