The Bright: "Líneas divisorias"

Por: J.J. Caballero 

De dúos chico-chica y canciones de tonos folk están los estudios llenos. De canciones emocionantes y trabajos serios y bien diseñados no andan tan sobrados. Y de esto último precisamente no carecen Miryam Gutiérrez y Aníbal Sánchez, las cabezas pensantes de una banda aún no suficientemente bien ponderada entre los más fervientes seguidores del pop hispano, en estos tiempos más pendientes del último hype con fecha de caducidad que de la gente cuyo trabajo da sus frutos con un sello mucho más intemporal. 

Potentes y robustecidos por el (otra vez) eficaz trabajo a la producción del omnipresente Paco Loco, estas “Líneas divisorias” de The Bright suenan casi perfectas en lo que a sonido se refiere y en algunos tramos incluso brillante en cuanto a repertorio. Afincados definitivamente en el castellano como medio de expresión y superando algunos complejos que les impedían hasta ahora dar el salto definitivo a la liga donde juegan los grandes, la pareja se deja arrastrar por las melodías de sintetizador (“Fuego abierto”) y sueltan de paso sus influencias más ocultas, como la de Joy Division, claro que filtradas por la modernidad de los arreglos (“Aire”), para firmar verdaderas apisonadoras melódicas, más claras en “La hierba” (probablemente uno de los temas del año) y el rock bailable inédito hasta el momento en su carrera de “Piedras”. La evolución por bandera, está claro. 

Lo suyo es bastante más profundo de lo que parece, y por eso hemos de escarbar en las escuchas para descubrir su romance con el dream pop (el tema que da título al disco tiene ese toque experimental necesario para catalogarlo como tal) y el tonteo que siempre se han traído con la new wave de sus adorados Blondie y compañía. En “Tarde” se relajan a tiempo para entroncar con la dura luminosidad de “El final del amor” y recordar que cuando hacía krautrock Bowie era la persona indicada para enseñarles sus secretos. Pero la pregunta clave es: ¿De qué van estas canciones? Pues de rupturas y nuevos comienzos, de power pop elevado a la enésima potencia, tocado por músicos avezados en dichas lides y con guitarras a lo The Cure insertando estrofas aquí y allá. Eso por resumirlo para que se entienda, claro. Pero hay más, porque “Veintidós grados” los sitúa como parte integrante de la prole brit-pop española y “Visceral” escribe el mejor final posible a esta interesantísima historia sonora. El catálogo de los leoneses se va ampliando y mejorando como solo los que apostamos por ellos desde primera hora sabíamos. Ellos también lo sabían.