ARF'18: En busca de emociones a través del colegueo y la música

Campas de Mendizabala, Vitoria-Gasteiz. 22-23 de junio del 2018

Por: Jon Bilbao
Fotografías.: ARF/Oscar L. Tejada/Jordi Vidal Sabata/Iker Basterretxea

Hay festivales a los que apetece ir. Los hay que no tienen grandes aglomeraciones de gente y su propuesta musical engloba variados estilos musicales, aunque con cierta coherencia. El Azkena es uno de esos. Y esto hace tiempo que lo saben muchísimos musiqueros, todos los que cada año se acercan a las campas de Mendizabala en busca de emociones a través del colegueo y la música. La de este año era mi undécima vez sin faltar al festival (previamente había estado en la edición del 2004 y la del 2006) y tras el acertado añadido, el pasado año, de la zona Trashville, la cosa sólo podía ir para arriba. De la edición de 2018 se han contabilizado más de 31.000 entradas vendidas en total, entre el viernes y el sábado. 

Con un sol de justicia a plena vista daba comienzo en el escenario del amor (el número 3, llamado "love" y en homenaje a Johnny Hallyday y al Hüsker Dü Grant Hart) el concierto de Tutan Come On, potente dúo de punk rock y metal de la misma Vitoria, que con sus riffs de stoner y su astuta mezcla de voces convenció a los más tempraneros. Al escenario principal (que homenajeaba este año a Tom Petty y a Malcom Young, de AC/DC) comenzaba a acercarse el gentío cuando The Sheepdogs arrancó su show de rock sureño. Los canadienses ya habían tocado ese mismo mediodía en la Plaza de la Virgen Blanca y los comentarios eran unánimemente positivos. Con un grupo solvente como el suyo y con canciones del calibre de "Southern Dreaming", la ambiental "Cool Down" o el glam de "Feelin Good" el éxito estaba más que anunciado. Finalizaron sin bis con uno de sus primeros éxitos, "I Don´t Know", que tiene vocación de clásico.

El trashville es sinónimo de juerga y de sonidos pantanosos, de blues y rockabilly, de surf y de disfraces vintage. Ahí estaba Hombre Lobo Internacional, un auténtico "one man band" con careta de licántropo, que tocaba batería, guitarra y cantaba, primero un repertorio centrado en sus canciones, y en la recta final varias versiones como la oportuna "Surfin Bird", "Shout" a toda pastilla y "Folsom Prison Blues", o sea, la biblia del country moderno, que es a su vez el padre del rockabilly. Este músico de Palma de Mallorca puso a todo trashville a bailar e incluso hizo una alusión directa a "Teen Wolf" (esa gran película ochentera) al instar al público a que gritara eso de: lobo! Lobo! Lobo! Lobo!

Sobre el cabeza de cartel de aquel día, Van Morrison, hubo opiniones muy distintas. Hay quien lo disfrutó pero le faltó volumen, sobre todo en la parte inicial, por ejemplo yo mismo. Aquello sonaba un poco a banda que toca de fondo en un club de golf, y el hecho de que confiriese además un aire jazz prácticamente a todas las canciones no ayudó a que los rockeros comulgasen con su sonido. En realidad se pudo comprobar que al rockero ortodoxo de toda la vida le encabrona el jazz. Personalmente creo que hubiera conectado más con el show de haber explorado Morrison su lado más soul, pero puesto que él siempre ha sido un enamorado del jazz y un cantante, también de jazz, se respetó que estuviera ahora en esa onda. Bueno, lo respetaron algunos, porque otros no dejaron de hablar durante el concierto. Aunque Van the Man, que se permite el lujo de improvisar su repertorio, inyectó canciones rítmicas con las que levantó a algunos a bailar. La luminosa "Precious Time" o "Wild Night", por ejemplo. Pero todas ellas fueron, en mayor o menor medida, arrastradas hacia el terreno del jazz, lo que propició que Morrison atrasara sus fraseos y que el público conectase menos con la parte bailable. Incluso el clásico "Brown Eyed Girl", que ya es genial en su concepción original, sonó jazzera y poco directa. En general disfruté bastante con el concierto (ese "Days Like These" que siempre llega) aunque me da por pensar que no era este el mejor contexto para disfrutar de una sesión como la que nos brindó el irlandés.

En el segundo escenario (denominado Respect y dedicado a las figuras de Charles Bradley y Fats Domino) el inigualable Mike Patton empezaba a desatar la furia sónica con su nuevo grupo, Dead Cross. El hardcore es lo que le flipa a esta gente, y es lo que tocan y lo que manejan a su antojo. Junto a Patton (Faith No More, Fantomas..etc) en la ecuación caben Mike Crain (Retox), Justin Pearson (Retox, The Locust etc) y el ex batería de Slayer, Dave Lombardo (Fantomas, Misfits, etc). Destrozaron muchos tímpanos y alegraron algunos corazones. Gran destreza la de su nueva banda, y sigo pensando que Mike Patton es uno de los mejores cantantes de los últimos treinta años. Desde luego, de los más versátiles y originales. A Bloodshot Bill pude verlo un momento y sólo de pasada. Ya lo había disfrutado en directo, pero esta vez me recordó a una especie de Elvis underground. Los surferos Man Or Astroman se salieron con sus reverberaciones y sus habituales sonidos de rock espacial. Un par de canciones cantadas y todo lo demás puro instrumental. Repasaron el cuarto de siglo que abarca su carrera y dejaron a los asistentes al tercer escenario con una sonrisa de oreja a oreja. Querría haberme quedado a verlo terminar pero la fiesta de MC50, por el cincuenta aniversario de MC5, ya estaba comenzando. El guitarrista Wayne Kramer se trajo un supergrupo competente y bastante abierto a la improvisación. Kim Thayil (Soundgarden), Doug Pinnick (Kings X), Brendan Canty (Fugazi) y el voceras Marcus Durant (Zen Guerrilla) acompañaron a Kramer a lo largo de un set compuesto en su mayoría por canciones del primer álbum de MC5, "Kick Out The Jams", que fue grabado hace cincuenta años y que aún hoy día conserva su vigencia y frescura. Pero MC5 solo hubo uno, y es lógico pensar que sus tres miembros ya fallecidos sean irremplazables. Y así es. Aún así interpretaron muy bien los temas y se sintió la conexión con el público. Abrieron con la obligada "Ramblin Rose", nos metieron en el locurón de "Starship" y demostraron que fueron precursores del stoner con sonidos como los de "I Want You Right Know". Regalaron dos de su segundo álbum, "Looking At You", que no podía faltar, y la divertida "American Ruse". Me supo a concierto de lo más disfrutable, bien resuelto y cargado de un legado inconmensurable. El concierto del trío Nebula (que pillé ya empezado y que disfruté como un enano, especialmente en "To The Center") sirvió de perfecto final para una primera jornada repleta de variados estilos, sonidos y actitudes. 

El sábado se desayunaba en la Plaza de la Vírgen Blanca con elegante jazz-funk a cargo de uno de los mejores grupos ingleses del rollo: James Taylor Quartet. El sol calentaba de un modo excesivo y el concierto sólo duró tres cuartos de hora, pero mereció la pena. Entre otras, tocaron la biblia del órgano Hammond, "Green Onions", de Booker T & The MG´s. Por los alrededores de la zona nos encontramos a Mud Candies (viejos conocidos) tocando sus canciones para los peatones curiosos. Ya en el recinto la cosa comenzó con Mamagigi's, cuarteto de country y rockabilly (aunque algo de punk también hay) que durante media hora justa entretuvo a un público escaso aunque bastante entregado. Al rato aparecían Nuevo Catecismo Católico en el tercer escenario, con su cantante vestido entero de rojo y con un repertorio de punk rock totalmente imbatible. Veinticinco años después algunas de esas canciones siguen sonando como tienen que sonar sobre un escenario: afiladas y honestas. "Sabes Demasiado", "Soy Un Aberrante" u "Odio La Velocidad" fueron himnos entonces y siguen siéndolo ahora. En determinado momento sacaron a Kurt Baker (Bullet Proof Lovers, etc) y se marcaron un "Sonic Reducer" (Dead Boys) de lo más pertinente. Algo que siempre me ha atraído del grupo Berri Txarrak es su capacidad para llenar tan bien el espacio sonoro siendo un trío. El sábado por la tarde los navarros recordaron la primera vez que tocaron en el festival (2006), y tocaron algunas de su nuevo álbum (entre ellas la canción del mismo título, "Infrasoinuak"), además de otras más antiguas como "Zertarako Ameztu" o el hit "Oreka".

La institución del rock inglés, Mott The Hoople, hacía aparición en el escenario principal, o al menos eso decía el cartel. No estaban ni Mick Ralphs ni Verden Allen, pero ni siquiera importó. Los Mott que se montó el carismático Ian Hunter conservaban la calidad reconocible de la banda. Ahí estaba Morgan Fisher a los teclados y voces y Ariel Bender a la guitarra y voces, creadores junto a Hunter del álbum "The Hoople", séptimo y último del grupo. Comenzó su show con unas líneas del "American Pie" de Don McClean, que en seguida fusionaron con "The Golden Age Of Rock N Roll", perteneciente al citado álbum. De este sonaron también "Marionette" y el impepinable hit "Roll Away The Stone". A pesar de ciertas vestimentas muy cuestionables (pero esto es glam.. ¿no?) el concierto estuvo cargado de actitud rockera y buenas canciones. "Hoonalochie Boogie", "I Wish I Was Your Mother", "All The Way To Memphis", "Violence" o "Rock n Roll Queen" son cartas muy valiosas que los de Ian Hunter supieron usar muy acertadamente, dejando la sensación de haber asistido a uno de los grandes conciertos del ARF de este año. Su versión de "Sweet Jane", eso sí, un poco floja.0000 No me acerqué a Turbonegro. Solo me habría dado tiempo a quedarme media hora y ya los había visto en una de sus buenas épocas, en 2004. Sin el antiguo cantante y sin el teclista "Pamparius" la cosa no me llamaba la atención. Pero en pocos minutos íbamos a tener a The Dream Syndicate en nuestras jetas y sobre nuestros oídos, y eso siempre puede ser motivo de gozo. Y desde luego que lo fue. Steve Wynn y los suyos publicaron el pasado año un álbum a la altura de su leyenda ochentera ("How Did I Find Myself Here?") y ahora están mostrándolo al mundo. Del artefacto en cuestión sonaron "Circles", "Filter Me Through You", "Out Of My Head" o la canción que le da título y que duró unos diez gloriosos minutos. Estas canciones, de nota, casaron a la perfección con temas antiguos y arrebatadores como "Armed With An Empty Gun" o con el perfecto cierre de "Tell Me When It´s Over". A la cabeza de cartel del sábado se la vio en forma, con su característica voz ronca pero plena de facultades. Joan Jett rompió el hielo con la acertada "Victim Of Circunstance" y durante hora y media soltó su arsenal rockero. Versiones (que siempre las ha grabado dejando su sello) nos regaló "Do You Wanna Touch Me (Oh Yeah)" de Gary Glitter, la preciosa balada "Crimson And Clover" o el mil veces escuchado "I Love Rock N Roll", mientras que destacaron las composiciones propias "Bad Reputation", "Fake Friends", los dos temazos de las Runnaways ("Cherry Bomb" y "You Drive Me Wild"), la coreable "I Hate Myself For Loving You" o algunas de sus más recientes composiciones, como "TMI" y "Hard To Grow Up", del álbum "Unvarnished" de hace cinco años. La Jett se lo montó bien, ya que dio a los clásicos fans del "greatest hits" lo que querían, pero también sorprendió a otros tantos con la elección de ciertas canciones, y llevó a cabo todo el show con la calidad y actitud que se la suponía. 

Carlos Vudú Y El Clan Jukebox finalmente fue el grupo encargado de dar vida a las canciones de Tom Petty, el rubio de Florida. Y aunque sus canciones tengan tres acordes y puedan parecer sencillas de interpretar, nada más alejado de la realidad: tocar temas de Petty y sus Heartbreakers y hacerles justicia es algo que no está al alcance de todo el mundo. Repertorio de primera el que escogieron. "Listen To Her Heart", "You Wreck Me", "Refugee" o la finalizadora "American Girl" estuvieron acompañadas de canciones hechas con colaboraciones. La vocalista Nat Simmons cantó "Learning To Fly" y "Stop Dragging My Heart Around" como una Stevie Nicks autóctona, el músico Santo interpretó "Mary Jane´s Last Dance" y el cantante de Sol Lagarto entonó "I Won´t Back Down". Hubo también versión de Travelling Willburys y alguna que otra agradable sorpresa. El último concierto de la noche y de esta edición corría a cargo de los noruegos Gluecifer, separados en 2005 y reunidos recientemente, ya cuarentones. Cuarentones sí, pero con una energía de la hostia andaban estos cinco. Llegamos con el bolo empezado y allí sonaba "Reversed". Rock n roll enérgico, desquiciado, muchas veces melódico, pero siempre duro como un puño de hierro. Más canciones: "Get The Horn", "Here Come The Pigs", la infecciosa "Bossheaded" o la (como dijo el cantante Bliff) agridulce "Desolate City". Fueron de los pocos que hicieron bis, cerrando la diversión conciertil con "Easy Living" y "We´re Out Loud". Una suerte que esta gente haya vuelto a juntarse, pues realmente fueron los protagonistas de uno de los grandes conciertos de esta edición. 

Una pena haberme perdido la sesión de cocina y música a cargo de The Yelling Kitchen Prince, que preparaba tortitas mientras aporreaba los trastos de su cocina en el Rat Hole del Trashville. El año que viene más, y esperemos que para 2019 podamos contar con el soñado concierto de cierto canadiense que monta un peculiar caballo loco. Esperamos impacientes.