Entrevista: Wilko Johnson

“Soy feliz mientras estoy sobre el escenario. El resto del tiempo… no tanto” 

Por: Amaia Santana

Wilko Johnson (Canvey Island, UK, 1947) promete que en sus inminentes conciertos en Madrid y Barcelona (9 y 10 de febrero, respectivamente) no habrá sorpresas: “Nada de experimentos, nada complicado”, bromea. Considera que el público español sabe captar la esencia de su banda: “¿Qué es un concierto? Una conspiración de cientos de personas para pasar un buen rato. Nos gusta esa conspiración”, afirma al otro lado del teléfono, desde su casa en Southend-on-Sea, situada en el estuario del Thames

A sus 71 años y tras sobrevivir milagrosamente a un cáncer pancreático en fase terminal, no es que el rock le haya salvado la vida: le mantiene a flote. “Siempre he sido una persona depresiva; y ahora, cuando no estamos de gira, me siento mal, muy mal. Pero cuando regreso a la carretera con mis amigos y volvemos a tocar juntos sobre el escenario… Entonces soy absolutamente feliz. El resto del tiempo, en fin, digamos que no soy tan feliz”, se sincera. Así, los directos son algo más que su válvula de escape: “Mientras estás tocando en directo reduces todos tus problemas y miserias al beat, al ritmo, al rock n’ roll. Sobre el escenario, no piensas en todas las cosas que te atormentan a diario. Puedes escapar (de ti mismo)”.

Le acompañan el batería Dylan Howe y el bajista Norman Watt-Roy, ambos exBlockheads. Wilko Johnson asevera que no son “músicos de relleno”: “Nuestra manera de tocar simplemente conecta, funciona. Llevamos mucho tiempo juntos. La primera vez que conocí a Watt-Roy, por ejemplo, fue cuando coincidimos en Ian Dury & The Blockheads. Somos grandes amigos desde entonces. Tanto él como Howe son músicos excepcionales. Los amo”.

En estos momentos asegura ser “casi feliz”. Lo dice con fina ironía inglesa, con la resignación de quien ha sobrevivido a un cáncer imposible, sí; pero también de quien ha perdido al amor de (toda) su vida (su esposa Irene falleció de cáncer en 2004). De hecho, cuando el primer diagnóstico fatal le auguraba escasos meses de vida, lejos de hundirse en la desesperación, le invadió la paz, “el éxtasis” -de ahí el título del notable documental de Julien Temple-. De pronto, ya nada importaba. Salvo cada preciso -y precioso- segundo que le fueron regalados después...

Respecto a esta terrible enfermedad, le preguntamos si está harto de hablar de la misma, y de si le molesta que se hable más sobre su milagro médico que sobre su música: “En realidad no. Cuando ocurrió, capté la atención de muchos medios. No sé cómo sucedió, fue una locura: “¿Vas a morir?” “Así es, voy a morir” (risas). Llegó un momento en que todo el mundo sabía ‘la noticia’, así que decidí no conceder más entrevistas sobre el tema. Sin embargo, pasado un tiempo, ¡sobreviví! De modo que la gente estaba interesada en mí otra vez. He de admitir que lo que me ocurrió es bastante interesante, ser salvado del lecho de muerte. ¡Es asombroso, claro que sí! Así que hablo a la gente de esto, sí”.

Tal vez, otra de las razones por las que no se ha hablado tanto de su música -que sí de su legado inmortal con Dr. Feelgood-, es porque ha tardado casi tres décadas en publicar material nuevo. "Blow Your Mind" (Chess Records/ UMC, 2018), grabado en Rockfield Studios, conserva la energía R&B con el característico sello pub-rock: “No soy una persona complicada, ya ves (risas). Las canciones de este álbum rebosan filosofía beat. Todo se basa en el ritmo. Es de lo que trata mi música, e incluso yo mismo: del ritmo (ilustra su razonamiento con unas graciosas onomatopeyas: “¡chik, chik, chik!”). ¡No puedo evitarlo!”.

El tono animado de las canciones de este álbum puede inducir a engaño. No hay más que fijarse en letras como "Marijuana", nada más lejos del consumo lúdico. Tampoco se refiere al terapéutico, estrictamente, si bien la escribió tras recibir su sentencia de muerte: “Estaba sentado solo en casa, de noche, esperando a la muerte (pausa prolongada). La marihuana es una de las cosas que tienen que ver con esa noche. Escribí esta canción para mí mismo, nunca pensé que fuera a grabarla… ¡Nunca pensé que fuera a vivir para cantarla! Pero estábamos en el estudio, y empecé a tocarla; y el productor (Dave Eringa) se interesó por ella: “¡¿Qué es eso?! ¡¿Qué es eso?!”. Así que la grabamos. Puede sonar alegre, pero es más la sensación que el significado. Es lo que importa. Esta canción me recuerda ese extraño estado de espera... a la muerte”.

De Johnny Kidd and the Pirates a Johnny Thunders 

Con todo, en una entrevista con la prensa inglesa comentó que esa ausencia de trabajos de estudio no es del todo cierta, pues asegura tener "un puñado de singles perdidos por Bélgica". Le pedimos explicaciones al respecto: “Nunca he sido un músico de estudio, en realidad. En los 70, con Dr. Feelgood, tal vez sí; pero luego, en los 80, las cosas cambiaron para mí. Las compañías discográficas ya no estaban interesadas en mí, por lo que, durante un tiempo, yo tampoco lo estuve en ellas”, señala, “tampoco he pensado demasiado en ello. Lo que realmente me gusta son los conciertos, tocar en directo. Es lo mejor de mí, lo más destacable”, puntualiza. Además, reconoce sin complejos “no saber absolutamente nada” de lo que está ocurriendo en “la música moderna”. Tan solo sigue su camino. “¡Pobre hombre viejo!”, se autocompadece entre carcajadas.

Entre esos “singles perdidos en Bélgica”, destacamos su colaboración con Johnny Thunders en la canción “Cool Operator” -puro beat-, incluida en el álbum del músico neoyorquino "Qué será, será" (1985). “Él me dijo que estaba grabando, y que si quería tocar con él. No le conocía mucho, en fin, todos sabemos su historia. El caso es que me presenté en el estudio y allí estaba él, con los ojos cerrados (risas)... Sin embargo, he de admitir que cada vez que decía algo sobre la grabación, estaba en lo cierto. Entendí por completo lo que estaba haciendo, así que hice lo que me pidió. Pero eso fue hace mucho tiempo...”. 

También le preguntamos acerca de otro Johnny, aquel que le influyó tanto en su formación como músico, cuando apenas era un crío: Johnny Kidd and the Pirates, la banda de finales de los años 50 y principios de los 60 a quien deben, entre otras inspiraciones, su nombre -“Dr. Feelgood” es una de las canciones que grabaron estos piratas, una versión de la original firmada por el cantante y pianista Willie Perryman, AKA Piano Red, cuyo título es un eufemismo de la heroína-. “En mi caso, cuando hablo de la influencia de Johnny Kidd and the Pirates en mi carrera, me refiero a su guitarrista Mick Green. De hecho, fue él quien me enseñó a tocar -revela-. Cuando estaba aprendiendo a tocar la guitarra, siendo un adolescente, un día escuché a Johnny Kidd and the Pirates en la radio, y en el momento en que sonó la guitarra de Mick Green me quedé paralizado. ¡Dios! ¡Aquello sonaba tan bien! Nadie tocaba de ese modo, nunca había oído algo igual. Esa sensación, ese sonido… Pensé: quiero tocar exactamente así. Así que pasé mi adolescencia escuchando e intentando reproducir sus discos, intentaba imitarle: se puede decir que mi estilo es aquel que intenta copiar a Mick Green. ¡Lo que pasa es que nunca lo conseguí y creé mi propio estilo!” (risas). 

 Nos concede una última cuestión estética: 

¿Por qué viste siempre de negro? 

 ¡Porque es fácil! Además, soy una criatura de hábito. ¡Hábito de monje! (risas).