Loquillo: Grandes éxitos en formato redondo


Movistar Arena, Madrid. Viernes, 24 de Octubre del 2025. 

Texto y fotografías: Fran Llorente. 

Loquillo volvió por sus fueros una vez más, llenando el Palacio de los Deportes de Madrid, en esta ocasión con ligeras ‘calvas’ en el gallinero, mostrando que a sus sesenta y cinco primaveras se mantiene en plena forma. Cuajaron un recital de grandes éxitos, pulcro y bastante académico, donde quizás solo faltó un poco más de minutaje, y también algo de mejor sonido en el primer cuarto, si bien a partir de ecuador, estuvieron impecables con ese desfile de HITS cuasi inalcanzables para el común de los mortales.

Lo fácil en este relato sería decir que José María Beltrán Sanz es el ‘puto amo’ de la escena estatal, el ‘Rey’ (entre comillas) del rock’n’roll en lengua castellana, el gran capo dentro de la ‘Mafia del Baile’ (que vivimos actualmente) y otras lindezas por el estilo, pero como eso ya lo hemos contado en anteriores crónicas, con el mismo protagonista en idéntico lugar, pues vamos a ver si logramos una pizca de originalidad en esta narración a quemarropa… Partiendo de la base que, ingenuidad aparte de este humilde escriba, uno se esperaba un recital con muchos invitados, purpurina, pompa y ceremonia, donde vestir a lo grande y rubricar en loor de multitudes las gemas de su ultimo plástico “Corazones legendarios”. Un álbum de duetos y grandes clásicos, alguno de los cuales se nos hurtaron, como “Salud y Rock’n’Roll” o “Planeta rock”, que sí se incluyeron en recientes citas. También nos hubiera gustado mucho poder escuchar canciones añejas como “Pégate a mi”, “Veteranos” o “Territorios libres” e himnos tan hipnóticos y alucinantes como “La mala reputación”, “El año que mataron a Salvador”, “La edad de oro”, “Antes de la lluvia”, “Cuando fuimos los mejores”, “Canción del valor”, “Por amor”… o simplemente, “La nave de los locos”, “En el final de los días” y “La vampiresa del Rabal”, entre sus joyas más recientes. Pero eso hubiera implicado hacer un concierto de tres horas o más, cuasi-Springstiniano, un verdadero desafío para la resistencia física y no está el horno para ese tipo de bollos…

Aun así, Loquillo y los suyos sudaron la camiseta en hora y cuarenta y cinco minutos de entregada función. Nos sorprendió lo temprano del inicio, a las 20’45 horas y más aún, la pronta finalización. A las diez y media de la noche ya estábamos en la calle y tuvimos la sensación de ser más europeos que nunca, pero en el doliente sentido de la palabra. Qué tiempos aquellos, en los gloriosos años ochenta (y en la década de los noventa) cuando los aquelarres rocanroleros finalizaban bien entrada la madrugada. Ahora toca salir piiiiitando del curro para poder llegar al inicio y recogerse temprano, para evitar las diabólicas tentaciones nocturnas, que los próceres de nuestro querido Ayuntamiento y Comunidad quieren que evitemos a toda costa. Pero como nos gusta llevar la contraria, aprovechamos tan temprana salida para hacer doblete, irnos al Gruta 77 a disfrutar con Neno y Los Suyos, un combo muy querido para quien suscribe estas letras y cuyo reciente álbum “No me toques los versos” desgranaremos en breve en esta plataforma.

Vayamos al grano. Rodeado por una banda de auténtico lujo, compuesta por el gran Josu García a las seis cuerdas (director musical y productor de sus últimos discos) más Igor Paskual a la segunda guitarra (tan colorido y posturero como de costumbre), a los que se añaden un soberbio Dani Hernández al saxo, con notable protagonismo durante casi toda la velada (amén de enarbolar la guitarra eléctrica en algunos temas) más el incisivo Alfonso Alcalá al bajo y el siempre estupendo Laurent Castagnet a la batería, y un Germán SanMartín a los teclados que va tomando cuerpo. Y con esos mimbres, Loquillo se lanzó a tumba abierta por la autopista del rock insobornable que tan bien conoce y maneja. Desde los primeros compases todo fue coser y cantar: “En las calles de Madrid”, donde recuerda aquella mítica ciudad de Cesepe y Pepe Risi, marcando una “Línea Clara” en las primeras andanadas del show, a las que siguió una pieza no tan conocida, “María”, más “El mundo necesita hombres objeto”. A continuación, momentos efímeros para el baile con “Sol” y una maravillosa “Los buscadores” que mostró a las claras el talento que tiene nuestro protagonista en la interpretación, así como el poso literario de muchas de sus composiciones. Sin duda, fue una aseada función que continuó al ritmo de “El Hombre de Negro” y “Cruzando el paraíso”, en recuerdo de dos leyendas inmortales, los Johnny’s preferidos por nuestro autor (Cash y Hallyday)

Loquillo y su banda no hacen prisioneros, desgranando un repertorio de altura, que prosiguió con “El Rompeolas”, “Memoria de jóvenes airados” y un diamante para la eternidad, “Rock Suave”, tan felino y animal que hace palidecer al más pintado. Así hasta llegar a “Carne para Linda” y a la gran sorpresa de la noche, la aparición estelar de Olvido Gara, Alaska, como invitada de lujo que entonó esa pieza ajena a las modas que vienen y van, “El rey del Glam”. Cuajaron un tramo final para frotarse los ojos (y las orejas) con “Rock’n’roll Actitud”, “Besos Robados” y “La Mataré”, pura adrenalina para dejar el estandarte bien alto, hilvanando en los bises sus cuatro grandes éxitos por excelencia: “El Ritmo del Garaje”, “Feo, Fuerte y Formal” y “Rock’n’Roll Star” (que funcionan como un reloj suizo en el ánimo del personal) más la divina y deliciosísima “Cadillac Solitario” para redondear el dorado trasiego. 

La senda de migas de pan caliente de nuestro particular trovador tocaba a su fin. Los “Corazones Legendarios” de los míticos cantantes de su álbum de duetos quedaron para mejor ocasión. Loquillo mostró solo una parte de los latidos que atesora este ‘Pulgarcito’ con más de dos metros de estatura (en lo físico) y muchos metros más (en lo artístico e interpretativo). Pelín desconsolados ante el inevitable final, salimos con un agradable sabor de boca y con la sensación de que nos habíamos quedado con bastante apetito (en lo estrictamente musical). La próxima vez seguro que habrá más ‘chicha’ en el asador. Como diría un clásico: “Los muertos que vos matasteis, gozan de buena salud…”. El Rock and Roll auténtico, aunque moribundo, todavía respira por los poros y nos eleva el alma. Bravo por Loquillo y su banda una vez más.