El verbo de Kae Tempest toma cuerpo en La Riviera de Madrid


Sala La Riviera, Madrid. Domingo, 19 de octubre del 2025. 

Texto y fotografías: Guillermo García Domingo. 

Esta crónica está condenada a fracasar si su propósito es dejar constancia fidedigna de lo que sucedió el domingo por la noche en la sala La Riviera de Madrid. Ahora bien, si lo que pretende es que cualquier aficionado en algún momento de su vida acuda al menos una vez a experimentar un concierto en vivo de Kae Tempest, tal vez pueda ser una crónica que no ha sido escrita y leída en vano.

Un concierto como el de la noche del domingo supone la anhelada confluencia, el encuentro necesario entre la voz de Kae Tempest, inmortalizada en sus formidables discos, “Self Titled” es el último de ellos, publicado en primavera, y su propia corporeidad. Sin la prosodia que el poeta y cantante británico despliega sobre las tablas, la voz no está completa; le hace falta la carne (flesh), la carnalidad del directo. La elocuencia no sólo depende de las palabras, y eso que las que Tempest enuncia no son banales: no conozco otra personalidad trans, salvo el filósofo Paul B. Preciado y la escritora Jan Morris, que haya sido capaz de forzar hasta tal punto los límites del lenguaje al expresar con la debida autenticidad su difícil transformación. El rapero ha roto el molde binarista que nos encorseta a la mayoría.

Los más de mil asistentes, es un cálculo aproximado, nos convertimos en otros tantos solenoides. Estas bobinas son electroimanes. En un extremo, en un polo, estaba Kae Tempest y en el otro cada uno de los que estábamos allí. Una corriente continua que fluía en las dos direcciones: desde nuestra posición de espectadores es imposible quitarle la vista de encima al rapero, mientras el soberbio beat introduce su mano invisible en nuestras entrañas y aprieta con fuerza sobrehumana la espina dorsal. Pese al protagonismo absoluto del discurso hablado y rapeado, la actuación tuvo un carácter decididamente físico. Una experiencia sensual que apelaba al cuerpo y sus sensaciones.

El ejercicio de concentración y mnemotécnico que mantiene sin desmayo el británico a lo largo de una hora y cuarenta minutos, no le impide estar atento al feedback del público, tal y como hizo en uno de los momentos más importantes del concierto: hacia la mitad de “More Pressure”, se detuvo, se quitó los auriculares, cerró los ojos y en una posición religiosa extendió las manos para recibir el regalo de la energía de los asistentes en forma de exclamaciones, gritos, suspiros de alegría y todo lo que teníamos a mano para comunicarle nuestro placer catártico. Parecía que estábamos contemplando un milagro. 

Kae Tempest además de ser un consumado recitador, tiene cosas que contar. La historia de su “metanoia” se desarrolló en dos partes: la primera proyectada en un fotograma, “I wasn't ready yet”, cuando todavía no estaba listo para dar el paso, y la segunda, “If you wait for the right time you'll never be ready”, que estuvo dedicada al disco que le ha traído de gira. Con muy pocos elementos: un telón muy fino, una suerte de gasa, como pantalla, unas puntos discontinuos proyectados que tan pronto eran líneas, formas geométricas o versos, y algunas luces realmente oportunas, la escenografía conseguía efectos poderosos, ya fuera la sombra del rapero que crecía a su espalda, o la apariencia del viento llevando de aquí para allá las hojas (“leaves”) que están presentes en “Salt Coast”, el himno que en su anterior trabajo dedicó a su húmedo y desconcertante país. Al mismo tiempo en un lado del escenario permanecía la teclista, que hacía las veces de corista con notable acierto cuando la canción lo requería, sostenía el beat, y en ocasiones, sobre el latido sempiterno, solapaba la percusión de una batería electrónica. 

En la primera parte recreó los temas de discos anteriores a la finalización de su transición. “Move” preparó de la mejor manera la llegada de la grandiosa “More Pressure” a la que ya hemos aludido. Ambas partes terminaron con temas menos enérgicos, pero igual de emocionantes; el primer bloque lo cerró “People’s Faces”, una canción de una belleza descomunal. Y en el otro, la que a la postre sería la penúltima canción, “Till´ Morning”, otra canción tan hermosa como terrible es la historia que relata. En este segundo bloque, el dedicado a su último disco, destacaron “Statue in The Square” y “Know Yourself”, sendos ajustes de cuentas con la sociedad normativa y consigo misme también. Pero lo mejor llegó con la apoteósica “Diagnoses”, en la que el público estuvo a la altura del desempeño de Kae Tempest. Como rezaba el cartel, “I think it's time I stopped the show”, había llegado el momento de despedirse. ¡Más lo lamentamos nosotros! 

Para el colofón, no tan sorprendente a fin de cuentas, con la versión originalísima de “Freedom” de George Michael, Kae Tempest convocó a Jacob Alon, el intérprete que nos conmovió a todos antes de que aquel empezara. Su voz extraordinaria, con o sin falsete, y esos arpegios tan singulares que tocó con su guitarra, nos recordaron a la figura sensible e inolvidable de Nick Drake. La apelación final a la libertad no podía ser más oportuna en esta fiesta de la palabra y el cuerpo a la que nos invitó el anfitrión Kae Tempest en La Riviera.