Por: Kepa Arbizu.
Fotografías: Indio Juan Moro.
Aunque la música popular en ocasiones se empeña en intentar borrar sus pilares esenciales, que no son otros que los de recitar versos tras una banda sonora, estos tienden a aparecer siempre, de manera más disimilada o en todo su esplendor. Sergio Ortas, "Puritani", dada su doble condición -o quizás en realidad sea una sola- de compositor y poeta mantiene intacto ese vínculo, y no solo eso, lo aferra y mima con determinación y talento. Una naturaleza a la que ya se encomendó para su álbum debut, "El preso y la fuga", y que ahora en "Catedrales en la niebla", continuación demasiado postergada durante casi una década, brota de manera más plena y majestuosa.
Como epicentro de un proyecto alimentado de multitud de colaboradores, desde Shuarma, de Elefantes, a Javier Macipe, realizador de "La estrella azul", sus temas, germinación de un esqueje lírico, cabalgan entre la incertidumbre a través de la vetusta tradición, pero absolutamente válida hoy en día, del trovador que rastrea en cualquier esquina del mapa sonoro el ajuar idóneo para sus palabras. Desde la raíz roquera, de Leonard Cohen a Tom Waits, pasando por los ritmos latinoamericanos o el acervo folklórico local, e incluso derivando en el eléctrico postpunk, este emocionante y poéticamente trascendente repertorio funciona como una brújula humanista enfrentada al soma colectivo de nuestros tiempos. Un trayecto que compartimos con su autor, cicerone clarividente y locuaz, con el fin de desentrañar los misterios confesables de su estupendo nuevo trabajo.
Tus canciones, las de este disco también, son el resultado de poner banda sonora a poemas que escribes, ¿en esta ocasión nacieron expresamente para convertirse en canciones o es una vida nueva que les has dado?
Puritani: La mayoría nacieron con la certidumbre y voluntad de que serían canción, es lo que me propuse hace tiempo. Aunque de una manera inconsciente, se pueden dar las dos posibilidades de impulso creativo; hay textos que nacen en la conciencia musical y vienen a la cabeza con incipientes melodías o músicas y otros desde dentro y el único vulgo del espacio literario. Algún poema de amor nació sin la intención de ser canción. Es el caso de "El único motor" que al final se ha convertido en una canción lorquiana que quiso ganar el Festival de San Remo.
A la hora de trasladar los poemas al formato musical, ¿das prioridad absoluta a la palabra escrita, y en función de ella creas a su alrededor un esqueleto musical que se adapte, o ambas partes tienen que cambiar su forma hasta convivir del todo?
Puritani: Como siempre cabe la adaptación, creo que con modificaciones, todo puede ser musicado y no me ha dolido prescindir de algunos versos en aras de la canción. Hay canciones en el que el poema está íntegro como "Catedrales en la niebla", "Pájaros en el alambre", "Los salones del último siglo", "Vías de venas duras y abiertas" y "Canto Nemo". Por el contrario, en "El único motor", "Fuera del tiempo y de la vida" y "Cristo es un tipo corriente" los poemas originales han sido adaptados y ha funcionado el principio, manido pero cierto, de que menos es más. Es curioso porque no me había planteado la proporción de íntegros/modificados, y con estas dos primeras preguntas esa proporción queda revelada e inventariada.
Teniendo en cuenta que alternas la poesía con la música, ¿tus inspiraciones a la hora de escribir, provienen más del mundo de la literatura o de la música?
Puritani: De todos lados. Jornada continua de puertas abiertas. También del cine, la pintura e incluso la fotografía. Y también en un sentido confesional, urgente y necesario desde la psicología, por aquello de la terapéutica del arte. Aquí me resulta más complicado buscar proporciones y cantidades. Es hallar una fórmula y una receta en la que el inconsciente siempre opera con mayor presencia.
Ha pasado casi una década desde tu anterior disco, ¿en algún momento tuviste dudas de que hubiera un nuevo capítulo o siempre tuviste claro que tarde o temprano surgiría el momento?
Puritani: Continúo con la ambición de pensar que todo no queda dicho, aunque esta sentencia suene a sofisma. Quizá la clave sería pensar en el cómo está dicho. Pero no veo a un ser exclusivo con la hipertrofia de artista, sino a una persona que intenta añadir y aportar algo hacia dentro y fuera de uno mismo que mejore la situación. Para mí, esa es la misión más importante y principal del arte, además de emocionar.
El disco funciona como diversos episodios de un concepto folklórico global, pero no solo en lo que respecta a la tradición americana, sino también latina, ¿había una intención en las canciones de no restringir sus registros a esa herencia dominante anglosajona?
Puritani: No había intencionalidad, ha sido todo muy libre, pero claro, de manera natural, uno habitualmente canta más boleros, tangos, milongas, tonadas y aires mediterráneos que baladas heavys, si me permites la hipérbole. Pero vaya, todo es música y toda está conectada y vinculada entre sí. Puedes cantar con aires de jota una canción como si fueras MacGowan de los Pogues. Y un bolero a lo Celentano y acabar en el primer y circense Dylan. O algo entre Krahe y Paolo Conte. La naturaleza de la mezcla ha operado en este albúm, pero hemos hecho con Joaquín y Pablo Pardinilla (padre e hijo) que se entienda de la mejor manera y he trabajado mucho la prosodia de los textos y la luminosidad musical que haga cantar al poema.
Si es cierta la heterogénea condición del disco, también es palpable que hay un estilo identificativo a través de esa naturaleza de crooner noctámbulo, de contador de historias, ¿esa relación existente en ti entre poesía y música te lleva de forma natural a ejercer de trovador?
Puritani: Sí. Provengo de la rapsodia, del recitado y la teatralización del texto, ese es mi origen, pero la mayoría de veces me he acompañado de músicos y todo ha evolucionado a este presente. Ahora, mejor o peor, directamente compongo y canto; por el momento, lo hago acompañado al lado de una banda excepcional.
Hay un tono nostálgico que late alrededor de todo el disco, una aceptación de la incertidumbre a la que sin embargo enfrentar con la empatía y la solidaridad, ¿en tiempos como los actuales más que nunca es necesario recuperar el humanismo?
Puritani: Absolutamente. El humanismo, existencialista, el cristiano, el marxista, el universalista, el empírico. Todo humanismo capaz de oponerse y sacar músculo frente a la división, el odio y el ataque a la vida, a los derechos, a la cultura, a la ciencia, etc. Una llamada a confrontar con la ola internacional de "hijoputismo" global reaccionario y a sus medios y redes que actúan como ventiladores de mierda ante la mirada de sus devorados conniventes "centristas". La guerra contra la pereza de quien no quiera pensar y apoye su propia extinción. Hay que demostrar al mundo entero, que pensar e incluso analizar sigue valiendo la pena, mucho más que un vendedor de clics en Tik tok, aunque los hay también con muy buenos contenidos.
El propio concepto del disco, en su elaboración, es un trabajo coral de múltiples presencias y colaboraciones, ¿esa condición “comunitaria” fue buscada como metáfora de la idea del álbum o fue una forma que se fue manifestando en relación a lo que pedían las canciones?
Puritani: Hemos pensado en las canciones y sumado voluntades a su causa. Así se ensancha cualquier proyecto, con la construcción colectiva de un mosaico, una vidriera, que ha cuajado y resultado en un proyecto muy bonito y satisfactorio y estoy muy agradecido y emocionado por ello. En ese sentido toca enumerar...
Pablo y Joaquín Pardinilla, como productores, han actuado con mimo y paciencia; se han dedicado con cariño y gran atino en todos los arreglos y en la toma de decisiones; además son músicos en la banda. Toto Sobieski y Fletes, pusieron todo su material y soporte técnico, desde los espacios físicos de sus locales, creando una infraestructura para trabajar la rítmica con la que sonara el latido de las canciones. Estudios Maateria de Alberto Montuenga es donde se fraguó una mezcla sesuda y compleja, como si nos jugásemos la vida, para administrar y armonizar la diversidad de espacios sonoros y en la que seguimos trabajando, voces y guitarras y otros instrumentos. Los coros y voces espirituales de Pato Badián han elevado la catedral. He aprendido mucho con ella a abordar la interpretación. Agradezco a David Aznar su universal y felliniano acordeón que atraca de manera ilustre en todos los puertos; a los violines y violas de Jaime Lapeña que hicieron volar a los pájaros. Agradezco a mi amiga Angélica Morales, su complicidad con el proyecto por escribir el fabuloso Cristo es un tipo corriente y dejar que lo incorparésemos al disco; a mi amigo Alberto Solobera con el que cocinamos con desparpajo ese "Canto Nemo", la gran pieza culinaria del disco. A Miguel Frago y Clara Basqued de 12 caracteres por el arte visual siempre revelador. A Shuarma por la talla de su lírica y belleza humana y artística al servicio de "el único motor"; a Javier Macipe su amistad, su espiritualidad, su complicidad y bondad que plasmó en Fuera del tiempo y la vida. A Edu Baos que aportó ideas y giros muy necesarios a la producción. A Álex Vivero que grabó en Barcelona a Shuarma para "El único motor". A todos ellos les doy las gracias por pasárselo bien y dejar un trozo de sí mismos en "Catedrales en la niebla".
¿Ha sido un proceso de producción y grabación especialmente complejo poder reunir todos los elementos que aparecen en este disco?
Puritani: Dilatado e intenso, disperso en la grabación al transcurrir en diferentes escenas: en la buhardilla de Pardi en Zuera, en el local de Fletes y Sobieski en la República de Torrero; con "Milu" en estudios Maateria en las catacumbas del Gancho. Impagable el esfuerzo volcado por todos.
Posiblemente la canción “Cristo es un tipo corriente” sea la excepción estilística, con ese tono punk ochentero que me recuerda a Deriva, el proyecto de Rafa Berrio. Teniendo en cuenta que además el tema es una adaptación de un poema de Angélica Morales , ¿qué te sugirió ese texto para darle dicha ambientación sonora?
Puritani: Sí, es la pieza disidente y rupturista del disco. Inicialmente, la canté con su letra completa como un tango; después, Joaquín Pardinilla emprendió otro camino no del todo opuesto y compuso la música. Una pieza de Pop con reminiscencias garageras a lo cual le sumamos arreglos de electro funk y la dicción de los versos y los propios versos son -digamos- bastante oscuros y punk. Es adictiva, efectivamente. Una pieza para no dejar de sonar en los bares de los años 80 y 90. A Rafa creo que le hubiera gustado.
En “fuera del tiempo y de la vida” cuentas con la presencia de Javier Macipe. Teniendo en cuenta que has conocido a Mauricio Aznar, ¿qué ha supuesto para ti la revitalización de su figura con la película “La estrella azul” y cuánto hay en la colaboración de su director de homenaje a todo este fenómeno?
Puritani: Un acto de justicia poética para uno de los cantores y músicos zaragozanos más ilustres. A él le debo que me enamorasen los palos del folclore de Santiago del Estero. Lo conocí al comienzo de su etapa argentina en el barrio de Torrero, la primera chacarera que escuché fue "entra a mi pago sin golpear". A los dos días habíamos quedado para que me pasara discos. Ese revelador encuentro me atravesó y quedé prendido por dentro para siempre; escuchando a Mauricio me aficioné a toda ese pliego de vidalas, zambas, chacareras, milongas y remedios que cantaran toda la familia Caravajal, con don Carlos como icono sobresaliente; después Mauricio compondría sus propios temas junto a su formación Almagato. Toda esa gente, de aquí y de allá, me hizo abrazar y hermanarme con otra Argentina.
Javier Macipe logró transcender la importancia del personaje contando esa historia quijotesca y universal, ese viaje iniciático que parte de los demonios matéricos de la creación y llega a la espiritualidad mitológica de los pobladores santiagueños; con el acervo de transmisión familiar de su folclore, con la vida y la celebración -en los pagos- de la ternura de los pueblos. Un canto a la luminosidad y belleza de la vida, la mejor elegía para nuestro querido Mauricio es hablar de esos pueblos.
Ahora escucho a Jorge Senar, un aragonés que hace chacareras, vidalas y milongas de contenido ibérico. Muy recomendable. Por otro lado, dos compañeros del grupo Almagato, formación histórica de Mauricio, Pato Badián y Jaime Lapeña, han colaborado en mi disco.
El disco se cierra con “Los salones del último siglo”, que casi ejerce como una visión resumida de ese mundo a la deriva en el que estamos pero en el que hay que buscar una ventana de esperanza, ¿buscabas una despedida del álbum que recogiera ese retrato social?
Puritani: Sí, totalmente. "Los salones del último siglo" habla del amor y del compromiso con lo humano, que son, en realidad, dos de los ejes esenciales que atraviesan todo el disco. Es una especie de canto y también una denuncia: señala cómo, en estos tiempos, los pensamientos y sentimientos más nobles están siendo atacados con una inquina preocupante. Vivimos un momento en el que la reacción y el odio, que dicen no tener ideología, se alimentan de un pensamiento ultrarreaccionario que fabrica enemigos fáciles, para que nadie tenga que pensar ni mirar demasiado adentro.
Esa indigencia moral e intelectual, sostenida por el señalamiento continuo del “enemigo interno” y un nacionalismo excluyente, se disfraza de rebeldía y hartazgo. Pero en realidad es un caballo de Troya para la civilización: un camino que conduce al autoritarismo y al matonismo global, que socavan derechos y destruyen las coberturas universales más básicas.
Cuando esa deriva crece, todo empeora, y la paradoja es que muchas veces la gente termina apoyando lo que más vulnera sus propios derechos. Por eso el estribillo repite: “Los invasores están dentro, los invasores están dentro. Han enterrado los gestos y hasta el último aliento.” Es una advertencia, pero también una llamada a resistir desde lo humano y lo esencial.
Tu presentación del disco tendrá lugar en tu ciudad, Zaragoza, pero, ¿has pensado en poder girar por otros escenarios quizás con formatos más reducidos y factibles de manejar?
Puritani: Acabamos de hacerla en Fiestas del Pilar, en la Plaza del Pilar de Zaragoza. Ahora preparo todos los formatos: de dos a siete músicos. Haremos algún teatro en la ciudad y festivales y lo que vaya saliendo. El formato de banda grande es una maquinaria pesada difícil de mover.
Actualmente, para los músicos el trabajo no acaba una vez editado el disco, queda todo un trabajo de promoción en redes, buscar actuaciones...¿cómo llevas tener que dedicarte también a esas labores no creativas?
Puritani: Sí, es verdad que hoy el trabajo del músico no termina cuando el disco está listo. Después llega todo lo demás: la promoción, las redes, las búsquedas de actuaciones… eso sumado a las situaciones personales puede resultar abrumador. Entiendo que el mundo ha cambiado y que hay nuevas formas de llegar a la gente, pero también siento que corremos el riesgo de que el ruido y la inmediatez acaben devorando el sentido profundo de la creación.
La música, para mí, necesita tiempo, silencio y verdad. No se trata solo de estar visible, sino de ofrecer algo que tenga valor. Intento llevar ese equilibrio: estar presente sin perder el centro, sin dejar que la urgencia de lo inmediato apague lo esencial.
A veces echo de menos cuando la música podía respirar más despacio, cuando todo giraba más en torno a la emoción y no tanto a la exposición. Pero al final, si uno hace las cosas desde un lugar sincero, me gustaría que esa verdad encontrara su camino en medio de las toneladas de materiales a los que se tiene acceso y merecen igual respeto. Lo importante sigue siendo eso: no olvidar por qué empezamos a hacer canciones, ni qué queremos despertar en los demás cuando las cantamos.