Bunbury: “El Mundo sobre el trapecio”

Por: Javier González

Si hubiéramos de quedarnos con tres obras que hayan marcado la trayectoria solista de Enrique Bunbury, probablemente lo haríamos con aquellas que enlazadas cronológicamente supusieran la ruptura de ataduras, personificada en “Pequeño”, el asentamiento de unas coordenadas sonoras y un proyecto concreto, alumbrada en “Flamingos”, y el desbordante enamoramiento sudamericano, aquella que posibilitó la narrativa de “El Viaje a Ninguna Parte”, que sin lugar a dudas dieron forma al solista que hoy en día conocemos. 

Juanjo Ordás vuelve a acercarse al Bunbury más íntimo en "El Mundo sobre el Trapecio" (Efe Eme), como ya hiciera en su anterior entrega, para desentrañar los secretos que escondía “Pequeño”, el disco con el que comenzó la nueva andadura del zaragozano, toda vez que podemos considerar “Radical Sonora”, un disco de sanas intenciones electrónicas que sin embargo no se desmarca claramente de la forma de escribir canciones que Enrique mostraba en Héroes del Silencio.

Fue ahí donde comenzó esta aventura circense, sobre el trapecio y sin red, que posibilitó ahondar en nuevas coordenadas sonoras, en formas distinta de escritura, con una mirada mediterránea, abierta y tolerante hacia toda clase de sonidos, lo árabe y lo zíngaro resuenan entre ecos de jazz y copla, con el universo de los Balcanes muy presente, que desembocó en una gira humilde, con un banda que fue formándose hasta el hermanamiento, convertida en Huracán Ambulante con el pasar de las noches, que daría sustento sonoro y fraternal a Enrique, con el que grabarían el fenomenal “Flamingos”, quizás la obra más accesible que haya firmado el artista hasta la fecha, con la que confirmó su alternativa solista, retomando cotas de popularidad y credibilidad. 

Una historia de riesgo y triunfo, que también muestra la cara del agotamiento interno que traen consigo los “neverending tours”, con un Bunbury llevando a cabo proyectos únicos como el “Freak Show”, mítica serie de conciertos con espectáculos de variedades incluidos y un impresionante cartel musical, cuyos desastrosos costes económicos tuvo que asumir en su totalidad, situación que le llevaría a momentos críticos, que acabaron por estallar en los compases finales de la gira de “El Viaje a Ninguna Parte”, desembocando en el abrupto final del Huracán y en el anuncio de su abandono temporal de toda actividad musical.

Sin duda estamos ante otra maravillosa obra que nos trae de vuelta un pasaje muy concreto de la historia de nuestro rock; donde la convicción y la valentía resuelven de un plumazo cualquier atisbo de duda en una estrella más que consolidada por aquel entonces de nuestra música. Bunbury no solo fue capaz de dejar atrás una enorme banda que contaba con el favor de las masas, sino que lo hizo para levantar su carrera solista a base trabajo, riesgo y autoridad, y una vez vencida la apuesta, la redobló, volviendo a arriesgar todo al negro, para demostrar que la victoria real no es más que saber mantenerse en píe ante los golpes y vaivenes del negocio musical. Suerte que en algún momento del camino apareció el genial Juanjo Ordás para contárnoslo. Bravo.