Dry Cleaning: "New Long Leg"


Por: Pepe Nave

Quizás haya aficionados que piensen que la etiqueta post punk se está utilizando con mucha ligereza hoy en día. Pero no es del todo así, teniendo en cuenta que cualquier etiqueta es una abstracción que nunca es del todo ajustada y que el post punk original fue un género abierto, con grupos de música muy diferente compartiendo simplemente algunas características de sonido: el espacio o silencio entre notas, ese efecto de estar tocando en un entorno al vacío, el protagonismo del bajo, cierta frialdad formal. Así, la denominación se podía aplicar a bandas que bajo esas premisas hacían o bien punk o rock o reggae o dub o pop o punk funk o lo que se dio en llamar rock gótico. O una mezcla de varias de estas u otras músicas. Es esa libertad genérica y posibilidad de mezcla la que está dotando de tan buena salud a dicho sonido. 

Los londinenses Dry Cleaning pertenecerían a la rama que no busca la pista de baile, ni la furia y agresividad de un concierto punk, lo suyo son los medios tiempos introspectivos con alternancia de bajo y guitarra en la línea melódica de la canción. Los referentes que se han citado son múltiples, Magazine, Wire, Gang of Four, The Fall, PIL, aunque el parecido no se ajuste con fidelidad a ninguno de ellos y se puedan añadir bandas de rock con guitarras punzantes con vocación arty como Television. Ellos incluso mencionan a Led Zeppelin y Black Sabbath entre sus escuchas predilectas, pero a decir verdad solo se detecta cierto poso de tan roquistas bandas en "Unsmart Lady", la segunda del disco, que con una voz aguerrida y gritona quizás sonaría a algo así, pero aquí viene el elemento clave de la banda, la voz y la dicción de la cantante Florence Shaw, que actúan como el superpoder de Iceman de los X Men, y cambia el tono y temperatura de cualquier cosa que la banda toque, haciéndola fría y estilosa.

Ella era artista ilustradora, ajena al mundo de la música, no como sus compañeros, músicos que ya habían participado en diversas bandas de rock. Al montar ésta sin cantante y un poco desorientados en cuanto a qué dirección tomar, el guitarra Tom Dowse, compañero y amigo de ella en la escuela de arte que la tenía en alta consideración intelectual, la invitó a un ensayo y le animó, ante su inicial reticencia, a probar a cantar algo sobre su base musical. Dado que ella adujo no saber cantar, improvisó alguna ocurrencia de las que toma nota en su móvil en tono hablado. A ellos les gustó y le pasaron una lista con canciones en que se habla más que se canta, con ejemplos como Grace Jones o la humorista Will Powers para que se animara a componer letras y entrar en el grupo. Y menudo hallazgo, la voz de Florence da un tono gélido pero seductor a la vez y su entonación es sugerente; con pequeñas variaciones, acentúa, ironiza, provoca, desprecia. Decía un comentario de un fan que era de esas voces con carisma que si la escuchabas en otra mesa de un bar abarrotado de gente hablando al mismo tiempo, desearías tener el poder de aislar las demás y escuchar cada sílaba de su conversación. Por la vía de la voz le podrían caer comparaciones con Kim Gordon o Nico aunque su forma de recitar tendría más en común con la del propio Lou Reed.

Ya con el concepto de la banda claro publican una serie de singles y EPs atractivos que captan la atención de la prensa del ramo, pero en los que si bien son reconocibles sus señas de identidad, en comparación con el disco que nos ocupa, suenan más ligeros, con menos densidad y la voz no tan empastada en la música. Aparte de a su rodaje en el local de ensayo estos dos últimos años, cabe atribuir la mejora al insigne John Parish, músico y productor de PJ Harvey o Aldous Harding entre otros, que se los llevó a grabar a Gales el pasado verano, como en unas mini-vacaciones de los confinamientos para relajarse y trabajar en el álbum. 

Como resultado, la instrumentación suena como un magma en que se distinguen las notas sueltas del bajo y la guitarra dibujando melodías, hay espacio para que la música respire, pero suene cohesionada al mismo tiempo. Actúa de colchón envolvente, más que de fondo, para una voz que emana de la música como el vapor del agua, de una forma natural y casi inseparable. Suenan cerebrales pero emotivos al mismo tiempo. 

"Scratchcard Lanyard" abre en clave new wave, el bajo llevando el riff inicial para transmitir posteriormente el peso a una guitarra planeadora. La retahíla de Florence incluye frases sueltas ingeniosas, juegos de palabras, eslóganes citados en modo irónico, observaciones de la vida moderna con apariencia de escritura automática, bastante críptica como conjunto. Combina versos como “Solo necesito ser rara y esconderme un poco y comerme un sándwich viejo del bolso” con otros más directos como “Haz de todo y no sientas nada, pulsera de parque temático”. "Strong Feelings" parece hacer honor a su nombre con una melodía emocionante dentro de su atmósfera cool, “mucho sobre lo que preguntar así que no preguntes”. ¿Amando en secreto? Difícil averiguarlo.

El tempo de las canciones se acelera o decelera siempre entorno a un medio tiempo, generando un ambiente hipnótico, con un toque etéreo y arty más que roquero, como en "Leafy", en la que recetas poco atractivas de autoayuda parecen no ayudar a salir del hoyo; “un agotador paseo por el horrible campo, un extenuante nado en un trozo de mar insulso, unos tragos matadores con amigos íntimos, muchas gracias”.

Algunos temas tienen más colmillo en las guitarras, como "Her Hippo", y en otras como la titular o "More Big Birds", ella se atreve a canturrear algún "tururú" o "naraná" que aportan una pincelada pop. En "A.L.C.", que se acerca al dub de PIL, se oyen comentarios típicos desde hace años en nuestras sociedades occidentales: “un trabajo solitario por 45 libras al día trabajo solitario por 32 libras al día, cógelo, las cosas están cambiando”. El cierre calmado con "Every Day Carry" incluye un falso final a la mitad que conduce a una parte más ruidosa y acelerada hasta parar en seco y dejarnos reflexionando.

La habilidad para jugar con pocos elementos y hacer que las canciones, siguiendo un patrón similar, sean claramente diferentes unas de otras es una de sus mayores virtudes, además de generar un sonido completamente identificable y homogéneo en todo el disco. También lo es situarse en un punto en que pueden gustar tanto a fans del indie rock más accesible como el de los noventeros Elastica; del noise rock más exigente como el de Sonic Youth, de solitarios del art rock como The Durutti Column o como se ha mencionado más, las bandas de post punk británicas y el rock neoyorquino de finales de los setenta. Curioso que aunque casi todas las etiquetas citadas llevan la palabra rock, ellos sean en espíritu muy poco rock, aunque utilicen los instrumentos canónicos.

Una demostración, una más, que con personalidad, carisma y pequeñas variaciones sobre lo existente se puede lograr un sonido propio sin necesidad de ser revolucionario.