Jorge Drexler: “Tinta y tiempo”

 
Por: Javier Capapé

Como hace un tiempo ya expresó en una de sus canciones, Drexler nos invita a "amar la trama más que el desenlace". Es por eso por lo que hay tanto valor en sus canciones como en el proceso de crearlas. Y en el caso de su más reciente álbum, "Tinta y Tiempo", éstas responden a un largo proceso creativo, influido por estos años de parón, que han hecho que Drexler piense, más si cabe, en el sentido y valor de cada decisión que les ha dado forma hasta su desenlace final. Aunque quizá sería más conveniente decir que su desenlace está en el efecto que hagan en nosotros. Estas diez canciones son el resultado de la tinta y el tiempo, pero comienzan a vivir en cada oyente, siguen siendo la trama, porque su desenlace seguirá conformándose con cada nueva escucha. Están muy vivas, respiran por todos sus poros. Son la nueva muestra de que su autor ama su trabajo y mima a sus pequeñas criaturas, colmándolas de detalles exquisitos que hacen las delicias de todo aquel que les dedica su tiempo.

"Tinta y Tiempo" me recuerda mucho en su producción a "Amar la trama". En muchos momentos se adorna con cuerdas, como en su arranque orquestal de "El plan maestro", donde tampoco faltan los vientos. Un lujo para oídos exigentes, que va desde el clasicismo hasta la tradición, cuando se transforma en chacarera en su puente con la incursión de Rubén Blades. En ella intenta acercarnos a ese plan maestro que tiene al amor como protagonista, ese que forma parte de nuestra raíz biológica y que lo entiende como fruto de la propia evolución celular.

La guitarra se acompaña de una pegada insistente en "Corazón Impar" (manteniendo cierta continuidad temática aunque sin pretender hacer de éste un disco conceptual) mientras van entrando las percusiones más sutiles, así como unos nuevos arreglos de viento. "Cinturón blanco" ya la conocimos como adelanto (al igual que "La guerrilla de la concordia", que finalmente no ha entrado en el lote) y en ella volvemos a encontrar al Drexler más directo, incorporando cierto sonido disco gracias a los fraseos de las cuerdas. Ese autor que sabe construir grandes singles, adictivos a la par que sesudos. Una canción que además nos sumerge en las maneras de reaprender el amor de pareja, entroncando así con algunas preocupaciones de la edad madura que tanto su autor como sus oyentes pueden compartir.

"Tocarte" incorpora elementos urbanos y programaciones, así como la excelente colaboración de C.Tangana, en una canción directa y caliente, como su letra, con el deseo como hilo conductor, mientras que la titular "Tinta y Tiempo" (en la que nos habla del arte de componer canciones) nos trae la zamba a la palestra, en una interpretación comedida, pero brillante, conducida por el piano y las palmas de forma emocionante.

Entre el rap y el swing se mueve "¡Oh Algoritmo! donde colabora aportando mestizaje la israelí Noga Erez. Con un bajo de potente groove y una rítmica que se aproxima al funky, Drexler vuelve a demostrar que nunca se le ha dado mal rapear y acercarse a las tendencias, casi tanto como flirtear con los clásicos, como en la samba "Amor al arte", que desgrana el concepto de la pasión por la creación por encima de modas y caprichos capitalistas. "El día que estrenaste el mundo" también suena a Brasil, pero matizado por las programaciones caprichosas como si de un nuevo Chico Buarque se tratara, y en este caso el amor viene reflejado en la paternidad. Sí, porque Jorge Drexler se ha empeñado en mostrar las múltiples caras del amor en un disco que ha cocinado a fuego lento, atrapado entre la confusión y el bloqueo pandémico junto a las ganas de salir y despertar ante las nuevas oportunidades tras la noche. Es quizá por eso por lo que abunda más que nunca el concepto del amor en su sentido más amplio en esta colección, no solo el amor apasionado de pareja, sino el amor al arte, a la familia o a la naturaleza. El amor como principio de todo, que aparece en el tema de apertura, o el amor como cierre y esperanza, con el que despide el disco con "Duermevela", canción de cuna dedicada a su madre. Aunque antes de que esta maravilla suene nos encontramos también con sus dotes de creador pop, ayudado por su compatriota Martín Buscaglia en "Bendito Desconcierto", que incluso nos puede recordar a algunos pasajes de los "Fab Four" más orquestales gracias al cuidado uso de sus arreglos de cuerda. Volviendo y concluyendo con "Duermevela", en ésta se deja acompañar por sus hijos menores en las voces, despidiéndose de su abuela, y el mayor en la producción (que ha ayudado en estas tareas a su padre complementando a su habitual colaborador en estos menesteres Carles Campi Campón). También esta canción vuelve a remitirnos a los mimbres de "Amar la trama", donde se encontraba "Noctiluca", casi gemela de ésta última, en sonoridad, en compañía (también entonces participaba su hijo Pablo), en producción e incluso en su condición de nana.

Amor en todas sus vertientes. Un tema que parece manido, pero al que el uruguayo le da un cariz más universal que nunca. Arreglos pomposos, sin escatimar, que engrandecen sus canciones (dejando atrás experimentos más minimalistas como el que supuso su anterior capítulo "Salvavidas de Hielo"). Universalidad en los tratamientos sónicos, que van desde Iberoamérica a todos los rincones pop de este mundo globalizado cada vez más urbano. Todo esto puede definir "Tinta y Tiempo", pero ante todo es su condición de obra atemporal que mira de cara al oyente y que vuelve a sorprenderle, constatando, una vez más, que por mucho que pueda costarnos entrar en sus surcos es casi imposible que los discos del uruguayo más madrileño que existe no terminen atrapándonos. Hay rostros jóvenes en el disco, desde los más reconocibles C. Tangana o Noga Erez hasta los grandes talentos más tapados de Alana Sinkëy o Myriam Latrece. Vuelve a los teclados, como ya hiciera en su última gira, la catalana Meritxell Nedderman, además del guitarrista argentino Javier Calequi o su habitual percusionista Borja Barrueta. Todos al servicio de las canciones, lo que verdaderamente importa. Estas diez pequeñas o grandes creaciones que se nos presentan como un rayo de luz y esperanza. No es tiempo de recogimiento (aunque el álbum también tenga mucho espacio para la intimidad), es momento de salir a celebrar, de brindar por el verdadero amor en sus múltiples facetas y dejar que el tiempo perfile la tinta y se cierre de nuevo el maravilloso círculo que mueve la música.