Los últimos serán los primeros: El regreso de El Último de la Fila


Por: Javier Capapé. 

Estas últimas semanas han vuelto a estar presididas por un nombre indispensable de nuestra música. Por un dúo que creíamos enterrado y que no nos ha podido dar mayor alegría. Estoy hablando de Manolo García y Quimi Portet, El Último de la Fila. La anunciada gira para 2026, de la que pronto sabremos si se amplían fechas ya que, a buen seguro, van a quedarse cortos con esta primera tanda, y el cuarenta aniversario de su debut, nos han hecho detenernos de nuevo en las magníficas canciones de una banda indispensable. 

El Último de la Fila fueron inimitables. Ninguna banda ha llegado a sus cotas. Nadie ha hecho sombra a un legado absolutamente único. Por eso mismo, adentrarse en la tarea de seleccionar lo más granado de su discografía resulta un trabajo titánico, pero no por ello menos estimulante. El dúo catalán consiguió unir crítica y público con un pop que aunaba la tradición británica con los aires mediterráneos del sur, junto a un carisma vocal personalísimo e incontestable. Su producción fue de la espontaneidad lo-fi de sus primeros álbumes a la atención por el detalle y el cuidado milimétrico de su limpio sonido en los últimos. Su ecualización y mezcla, sobre todo en su producción de los años noventa, es digna de elogios, llegando a equilibrar como ningún grupo español en ese momento unas guitarras sencillas en apariencia, pero absolutamente cuidadas en cada acorde, con una precisa y limpia sección rítmica y una voz que atrapaba sin remisión. Sus letras, llenas de imágenes evocadoras, ecologistas, reivindicativas y vitales, encajaban como anillo al dedo en un sonido de gran empaque, con el que consiguieron escapar de su cariz hispano primigenio hasta elevarse hacia las producciones anglo de gran calibre. 

En El Último de la Fila importaban las canciones, por delante de la maestría y la perfecta ejecución. Las canciones por encima de todo y todo al servicio de las mismas. Y en eso, pocos llegaron a igualarles. Si tenemos en cuenta además que su producción no fue muy extensa (tan solo seis álbumes originales) y que sus años en activo apenas superaron la decena, tenemos todos los ingredientes para el nacimiento de un mito, algo en lo que parecieron convertirse tras su anunciada separación en 1998. Desde entonces, alguna colaboración para renovar y dignificar el cancionero de Los Rápidos (la primera banda de Manolo), un concierto puntual con esa formación primigenia (incluidos también los miembros de Los Burros), la publicación de un imprescindible directo de la que fuera su última gira como "hombres rana", así como la regrabación y puesta al día de algunos de sus clásicos hace menos de dos años en el interesante "Desbarajuste Piramidal". Entonces algunos pensamos que habría una vuelta a los escenarios, aunque no tardaron en desmentir esos rumores. Pero ahora, como por arte de magia y contra todo pronóstico, esa unión se resuelve de manera favorable. Los últimos serán los primeros. 

Por eso, mientras van llegando esos conciertos a la vista que se antojan históricos, en El Giradiscos nos hemos propuesto hacer un repaso a lo más interesante de su discografía. Es difícil seleccionar solo un puñado de canciones de este tándem tan certero, pero intentaremos estar a la altura revisitando algunos clásicos incontestables y deteniéndonos también en algunas canciones no tan evidentes, pero igualmente magnéticas e imprescindibles. 

"Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana" (1985)

Su historia comenzó con Los Burros, cuando Quimi Portet unió sus fuerzas al embrión de Los Rápidos dando forma a un grupo desprejuiciado y provocador que nació casi en la precariedad y que, ya como dúo, mutó hacia El Último de la Fila. Juntos dieron a luz un disco de sonido tibio pero con pretensiones revolucionarias. Ahí había piedras preciosas que irían puliendo su estilo entre los aires morunos y el pop. Desde la energía marcial y sempiterna de "Dulces Sueños", con la que abrían por derroteros bien distintos a los establecidos en un momento dominado por la "Movida madrileña", a las aflamencadas "El loco de la calle" (con esa exquisita guitarra de J.M. Cañizares) o "Son cuatro días". Aunque evidentemente el disco siempre se recordará por la colosal carta antimilitarista "Querida Milagros", una de las más altas cotas del cancionero de Portet, que se quedó por siempre grabada en la memoria de aquella sociedad que cuestionaba la llamada a "filas".

 

"Enemigos de lo ajeno" (1986) 

La continuación de su debut, a pesar de que el dúo no derrochaba excesiva juventud y llevaba enrocado en grupos pop toda la década, fue celebrada y mejor acogida. Contenía algunos de sus himnos y definía más claramente sus hechuras, donde no faltaba ese contacto con el sur y la conjunción con la vanguardia catalana, provista de una rica crítica irónica así como inspiración en la new wave y el punk. Su apertura con "Lejos de las leyes de los hombres" mostraba a las claras sus intenciones incendiarias y reivindicativas, del mismo modo que sus personales sintetizadores le otorgaban un singular aroma andalusí. "Mi patria en mis zapatos" seguía esa línea antibelicista que comenzaron en su debut, pero también sabían acercarse a los sentimientos más personales buscando la intimidad que sobrevuela en la icónica "Aviones plateados" o en la reivindicable "Soy un accidente". No hay nada despreciable en esta colección (quizá únicamente su cruda producción) que con el paso del tiempo se ha convertido en la más reivindicada por sus seguidores. Y además, para rematar su singularidad, entre estas canciones encontramos su himno imperecedero e intergeneracional "Insurrección". Que levante la mano quien no haya entonado con el puño en alto en más de una ocasión estos versos inmortales. Sencilla en apariencia y gigante en intención. Inigualable.

   


"Como la cabeza al sombrero" (1988) 

Con su reconocimiento en aumento en la escena nacional, el dúo decidió volver a mezclar algunas de las canciones de sus dos primeros álbumes, ya que ellos mismos se quejaban de que adolecían de cierto aire más cercano a una maqueta que a un disco al uso. Por ello lanzaron "Nuevas Mezclas", el cual les puso definitivamente en el candelero en el último tramo de la década de los ochenta. Pero junto a este pseudo recopilatorio apareció el más refinado "Como la cabeza al sombrero", con el que siguieron aumentando el número de imprescindibles en su cancionero. Grabado en Francia y con la producción ya exclusivamente en manos de García y Portet, nos deleitaron con tonos más acústicos presentes en unas guitarras mucho más delicadas y aportando matices muy interesantes, como ocurría con el excelente arpegio de "Sara". El empuje de "Dios de la lluvia" no se olvidaba de plasmar ese barniz ecológico para el que siempre había espacio en sus discos, algo que también sobrevolaba en ese pequeño milagro que era "En los árboles" o en la épica de "Llanto de pasión". Manolo García siempre reivindicó "A veces se enciende" durante su carrera solista, lo que daba muestras del aprecio que sentía por estas canciones, en las que tampoco faltaba un punzante descaro rock como el de la canción titular, saliéndose así del preponderante tono acústico del disco.

 


"Nuevo pequeño catálogo de seres y estares" (1990) 

La consagración del dúo y su reivindicable situación de estrellas del pop patrio pudo llegar con este disco, que los llevó a tocar techo en momentos como "Canta por mí" o "Cuando el mar te tenga", lo más cerca que habían estado hasta entonces del hit radiable. Este disco tenía también espacio para caprichos, pues en él se iban hasta los quince cortes, algunos de ellos breves pasajes instrumentales que aportaban poco y por los que se les podría poner alguna pega, pero cuando entre esas excentricidades encuentras maravillas de la talla de la emocionante "En mi pecho" o la costumbrista "Barrio triste" todo se perdona. Hasta se dieron el gusto de autoproclamarse "Músicos locos", ya que no se olvidaban del enorme placer que les estaba proporcionando su gran pasión, con la que se sentían más que afortunados por hacer oficio de su particular locura.

 


 "Astronomía razonable" (1993) 

Consolidados en lo más alto, llenando grandes plazas y reivindicados como lo más genuino del pop de nuestro país, Manolo García y Quimi Portet se dirigieron a los estudios Real World de Peter Gabriel para dar con una nueva versión, más refinada, de su propio estilo. "Astronomía razonable" fue su golpe sobre la mesa, su revelación máxima. Se bajaba de los mandos Manolo García para dejar todo en manos de su compadre Quimi junto al británico David Tickle, que le dio con un sonido mucho más envolvente, creando atmósferas y puliendo todos los matices. Porque todo en este disco tenía su espacio, desde la reflexión del creador con cuerpo de neo pop en "Lápiz y tinta", al rock refinado y sin costuras de "Remando sobre el polvo" o la costumbrista, bailable y precisa en las formas "Como un burro amarrado en la puerta del baile". La definición casi perfecta de canción popular, que sigue resonando con acierto en cualquier "sarao" como si fuese el primer día, treinta años después. El disco también presentaba su reverso reflexivo y acústico con "Piedra sobre piedra" y hasta un guiño orquestal con la emocional "Mar antiguo", un nuevo capricho que se atrevían a explorar ahora que nada parecía que se
les ponía por delante

  

 

"La rebelión de los hombres rana" (1995) 

El último disco de esta breve, pero impoluta carrera, vino en forma de rebelión. La rebeldía de los diferentes, de los que se sienten raros en este mundo en el que muchas veces no encajamos. García y Portet lo tenían todo, pero a la vez no encajaban en una industria demasiado convencional. Demasiado avanzados para el mainstream de mediados de los noventa, donde las cadenas de radio generalistas no prestaban atención al rock, y a la vez lejos de la corriente independiente, a los que les parecían, quizá, demasiado puristas o, por momentos, cercanos a la masa. Ese sentimiento tan bien mostrado, incluso en esa provocadora portada de Fra Angelico retocada, no acabó con las ganas de ofrecer lo mejor de un grupo que demostraba estar en un momento de gloria, en fondo y forma, y así nos regalaron nuevos alegatos al disfrute del momento, más puro cuanto más mundano, con "¡Qué bien huelen los pinos!", o reivindicaciones del ser humano en continua búsqueda con la preciosista "Las hojas que ríen". Dejaron hueco también para mostrar el enamoramiento más puro y directo con la honesta "Pedir tu mano" e incluso se atrevieron con aires de brit pop para repicar "Sin llaves" a las puertas del instante que busca el cálido abrazo ante el desamparo. Sin duda, unas canciones más personales e introspectivas. Y casi como colofón a su carrera (el verdadero punto y final lo protagonizó un tema instrumental) nos dejaron una reflexión sobre la experiencia como aprendizaje en "Uva de la vieja parra". Esa experiencia que ellos se llevaban consigo tras una carrera intachable y unas canciones que iban a perdurar como los buenos vinos, con su mejor aroma y sabor para el que quisiera catarlos en el momento oportuno.

  

Habría mucho más que destacar en la carrera de El Último de la Fila. Quizá me haya dejado fuera las canciones menos evidentes y también reivindicables, pero con estas estoy seguro que configuraríamos un setlist soñado, porque todo en esta banda tuvo un halo de magia, una energía especial y diferente (y eso que hemos obviado sus otras experiencias paralelas o alternativas). El Último de la Fila empezaron desde abajo, como los últimos, pero durante mucho tiempo, y sobre todo en nuestro fuero interno, llegaron a ser los primeros. 2026 será el año en que los veamos en grandes estadios (donde siempre debieron haber estado). 

Probablemente sea una vuelta breve, pues no hay programadas nuevas publicaciones de material ni numerosas fechas en la gira (por no entrar en que las edades de sus protagonistas ya no son las que eran), pero constatar que esa retirada "temporal", que ellos mismos anunciaron con el cese de su actividad hace casi treinta años, era realmente eso, algo efímero, ha sido suficiente para inundarnos de nueva energía y emocionarnos por volver a ser los afortunados que podamos ver a estos dos monstruos juntos sobre un escenario. Una extraña e increíble conjunción. ¡Qué suerte compartir un pedacito de nuestra historia con ellos!