Viva Suecia: “El amor de la clase que sea”


 Por: Javier Capapé

Cuando un grupo está a un paso de consagrarse como los nuevos testigos que definan el rock de este país (por muy fuerte que suene esta afirmación) sabemos de ante mano que las críticas les van a llover por todos los lados. Tengan o no razón. Sobre todo cuando es sabido que nos encanta tirar piedras a aquellos que consiguen lo que muchos ansían. Criticar como reacción a la envidia. ¿Por qué no somos capaces de reconocer los logros y no ahondar en las miserias? ¿Por qué sólo nos gusta valorar el progreso cuando un grupo es minoritario y comenzamos a verlo todo mucho más negro cuando el éxito les brinda su oportunidad? Así de injusta parece comportarse la escena con los murcianos Viva Suecia con este "El Amor de la clase que sea". Parece que sólo podamos quedarnos con los grandes momentos que el cuarteto alumbró con su debut o su continuación en aquellos "Otros principios fundamentales". Algunos hasta tiran por tierra "El Milagro", como si aquel portento ya vislumbrase su decadencia. Pero, ¿qué decadencia? ¿Acaso apostar por una mayor proyección en una multinacional sea un pecado inconfesable? Polémicas aparte, todo lo acontecido en los primeros pasos que hemos vivido en torno al lanzamiento de "El Amor de la clase que sea" ha dado pie a dobles sentidos y comentarios. Es difícil ser objetivo con él. Todo nos lleva a tomar parte en uno u otro lado. Y no lo considero lo más acertado para acometer la crítica de un disco. Entendiendo crítica como análisis de su esencia. De su cancionero, producción y ejecución. Dejando fuera lo superfluo, porque sí, sinceramente estoy algo cansado de tanta opinión fuera de contexto y tanta crítica fácil y sin sentido. Si un grupo te sigue emocionando más allá de su tercer disco es algo lícito. Es más, es algo fantástico. Y si a Viva Suecia les ha llegado por fin su momento de consagración ante el gran público, mi más sincera enhorabuena, porque se lo han ganado a pulso y sin perder un ápice de lo que les movió en un principio a hacernos partícipes de su gran pasión, que es también la nuestra: la música que mueve y es reflejo de nuestras vivencias. Viva Suecia son eso y "El Amor de la clase que sea" es la viva muestra de ello. Música que se vuelve experiencia propia en cada uno de sus oyentes. Rafa Val lo consigue con sus letras y aquellos que renieguen ahora y opten por bajarse del carro estarán en su derecho, pero confío en que nos dejen al resto disfrutar sin reparos de esta pequeña joya.

Más pop que rock. Algo más accesible que en otras ocasiones y con muchas más concesiones al gran público, pero igualmente contundente, "El Amor de la clase que sea" es un compendio de emociones universales vestidas con el mejor traje del rock de masas. Viva Suecia han dejado de ser "independientes" para llegar a todos, para que todos conozcamos sus grandes canciones. Y eso ya es algo digno de mención por más que les pese a los puristas. Porque el rock es universal (¿Acaso no son mainstream los Rolling Stones y no hay nadie que defina mejor el rock que ellos?). El eterno debate del indie que crece hasta el mainstream. Pues bienvenido sea el mainstream si viene de la mano de grupos como éste. Jugar en la misma liga que Vetusta Morla, Love of Lesbian, Izal o Lori Meyers en nuestro país no es tarea fácil, pero los murcianos han llegado hasta ahí y quién sabe a dónde nos llevarán. "El Amor de la clase que sea" es el primer paso. Algo que ya trataron de conseguir con "El Milagro", cuando las envidias no eran tan dañinas, pero que se ha dilatado hasta su paso a la multinacional Universal y la publicación de este disco tras unos acertadísimos singles en 2021 como "La Voz del Presidente" y "Parar la Tierra", aunque por ahí no van exactamente los tiros. Ahora las guitarras dejan paso claramente a las teclas y la luz vence a la oscuridad y al pesimismo sin dejar de resultar profundos. Adheridos a su tiempo.

La producción en esta ocasión corre a cargo de Santos & Fluren, unos auténticos expertos en convertir en himnos casi todo lo que tocan. Ellos consiguen que "El bien" resplandezca. Una canción alegre en el repertorio de un grupo en el que suelen primar las letras densas. La perfecta definición de lo que aspiran con este disco: a cambiarnos el paso, a no dar nada por sentado. Hay un cambio evidente con respecto a sus anteriores trabajos. Prima la urgencia y la luz, nada que ver con la hondura de su ópera prima. Quizá a algunos les descoloque, pero por eso mismo han querido colocarla como la primera del lote. Quitan hierro y disfrutan hasta para darse el lujo de introducir un saxo a lo Clarence Clemons en la parte final, retrotrayéndonos a los mejores tiempos de la E Street Band.

Otro de los temas objeto de las críticas de sus seguidores más puristas son las colaboraciones con otros artistas. Hasta tres invitados entre estas once canciones y a cada cual más dispar y lejos, a priori, del grupo. Uno de ellos es Dani Fernández (ex miembro de la boyband Auryn), que pone la voz principal a "Lo siento", pero la verdad es que le sienta muy bien a esta canción desgarradora. Un buen contrapunto a la voz de Rafa Val. Por mi parte, nada que objetar. Una buena elección que hace crecer el tema, que anda sobrado de esa épica que tan bien manejan los murcianos, por lo que tampoco se pierde la esencia y la intención que siempre ha imperado en la banda. "No hemos aprendido nada" fue el primer sencillo lanzado del disco. Una canción dominada por los teclados (como pasa con una gran mayoría), pero que podría entroncar bien con su pasado mientras mira también al futuro. Una crítica a lo vivido en estos últimos años o más bien a la actitud de una sociedad que rápido olvida y vuelve a caer en los mismos errores. Quizá la conocíamos hace demasiado tiempo, lo que hace que pierda cierto interés en el conjunto del álbum. Otro de los hándicaps del mismo, la cantidad de sencillos lanzados antes de la salida del disco. Es la tónica general actual, pero cuando de un disco de once canciones conoces cinco antes de su lanzamiento hay algo de curiosidad que se pierde. Y aquí no tienen la culpa Viva Suecia, son las normas actuales de la industria, pero para los que amamos los discos en su conjunto preferiríamos sorprendernos más al llegar a nuestras manos.

"Justo cuando el mundo apriete" es puro Leiva. Su producción se nota por todos sus poros, llevándosela a su terreno. Con ello los suecos se acercan a ese sector del mainstream al que todavía no han cazado y que estoy seguro que acogerán este disco con agrado, ya que sus formas más luminosas y su predominancia de los teclados por encima de las guitarras rugosas facilita su acceso al público menos exigente. Y que no se malinterprete esta afirmación, pues nadie dijo que fuera fácil convencer a la mayoría. De nuevo los teclados predominan en "Hablar de nada". Una canción que cuando quiere crecer se corta inesperadamente, algo que duele, sobre todo cuando se cuenta con uno de los estribillos más atrayentes del lote. "Hacernos polvo" suena a los ochenta, con esos sintetizadores y ese bajo marcado que le sientan muy bien y de nuevo con un estribillo marca de la casa con el que levantar los brazos en sus conciertos, que ya están agotando entradas en todas sus fechas.

Está claro que el "hype" con este nuevo disco es alto y las ganas de la banda de posicionarse en el lugar que le corresponde también, algo que podrían haber logrado con "El Milagro", pero que la pandemia truncó. Es por eso por lo que el cambio a una multinacional como Universal puede darles la oportunidad que necesitan para hacerse con mucho más público, para dar el salto y codearse con Leiva o Vetusta Morla (da igual hacia qué lado se inclinen nuestras preferencias), aunque eso no solo es algo que consigan gracias a su compañía de discos, ya que sin canciones no hay nada y este disco está repleto de unas cuantas valientes y muy acertadas, aunque haya quien se quede en la superficie y no quiera verlo.

Los suecos más guitarreros regresan con "El Rey desnudo", más en la línea de sus primeros discos que ninguna otra de esta colección, y es por ello que logra conectar mejor con sus seguidores de siempre, aunque su fórmula no tenga mucho de novedad. En contraste con la apertura del disco se encuentra "El Mal", que abre su recta final con aires a los Cure mezclados con Amaral, la confirmación de que con este "El Amor de la clase que sea" se quieren abrir a formas más generalistas. Algo muy comprensible en un grupo que viene creciendo a cada disco lanzado y que muestra un potencial inigualable para conectar con su público a base de proclamas reivindicativas y definitorias de la clase media que roza los cuarenta. Rafa Val canta en boca de todos y sus experiencias son universales, se hacen propias en cada uno de sus oyentes, por lo que este crecimiento y apertura de miras se entiende como algo necesario.

"La parte difícil" es una de las pocas canciones que baja el ritmo (con el permiso de la excepcional "Gracias"). Cuenta con unas formas más clásicas que le sientan muy bien a Luz Casal, la tercera invitada del disco. Su voz ha definido durante muchos años el rock y es por eso que le sienta como anillo al dedo a este tema, aunque quizá hubiera tenido más sentido dentro de un disco de la artista gallega porque aquí se sale un poco de la línea trazada y tampoco creo que por cantar Luz vaya a tener más gancho entre sus seguidores. Es una gran canción, pero quizá deberían haberla cedido a la cantante en lugar de compartirla con ella. "Lo que queda de cariño" también entronca con su pasado (como sucedía con "El Rey desnudo"), aunque no pueden resistirse a adornarla con unos sintetizadores finales. Su pulso es enérgico y su mensaje nos interpela de nuevo como una llamada al cambio necesario en cada uno de nosotros, algo en lo que las letras de este grupo son únicas. Y la conexión máxima con ellos se produce con "Gracias", una canción que nos envuelve con su piano, sus sutiles arreglos electrónicos y su reflexión vinculada al difícil 2020, tanto para el grupo como para cada uno de nosotros. El reflejo de unas experiencias que se convirtieron en ecuménicas ("Conocí el abismo el año que aspirábamos a más" es una frase totalmente suya pero a la vez tan nuestra) hacen de "El Amor de la clase que sea" un perfecto manual sobre las maneras de encarar esa emoción tan universal y necesaria que mueve el mundo.

Dejémonos de juicios sumarísimos. Dejémonos de pensar que tenemos la última palabra. La verdad del asunto. Viva Suecia han dado el paso, han crecido y pese a quien le pese lo han hecho bien. Han acertado en sus pasos y no se arrepienten ni un ápice por ello. No sabemos la trascendencia que tendrá "El Amor de la clase que sea" pasado un tiempo, pero a buen seguro les colocará en una esfera que merecen. Si el título es demasiado terrenal, si su sonido se ha almibarado o si para algunos "se han vendido", solo el tiempo lo dirá. Lo que está claro es que gustan, convencen y siguen creciendo. ¡¡Bravo por estos suecos!! Y que el amor mande y nos inunde (sea de la clase que sea).