El verano es un período plagado de festivales. El buen tiempo, la posibilidad de trasnochar y la bajada de temperaturas al caer la tarde, invitan a las personas inquietas a reservar con meses de antelación su entrada, para espectáculos de masas, que en la mayoría de casos cuentan con un gran respaldo mediático. Este respaldo, suele haberse ganado a través una trayectoria de muchos años, apoyada en potentes carteles y, porque no decirlo, a través de estudiadas campañas de marketing. Elementos todos ellos que logran dotar a festivales como el FIB, Azkena, por citar un par de ejemplos, de todos los ingredientes para ser un éxito año tras año.
Junto a estos faraónicos festivales conviven algunos de pequeño calado. Mucho más modestos en presupuesto. Con carteles que en ocasiones se nutren de grupos que están empezando a formar parte de esa cultura que podríamos denominar “underground”, bandas desconocidas para el gran público, pero que gozan del respeto de una minoría muy selectiva en sus gustos. Para colmo de males, muchos de estos festivales, ni tan siquiera pueden pelear con los grandes en infraestructura hotelera, costas o climatología. Por lo que la lucha se antoja tan desigual, como la del próximo campeonato Nacional de Liga.
En este último grupo, “a priori”, podríamos calificar la iniciativa del Festival Lola Pop, de la pontevedresa villa de, Ponte Caldelas. Decimos “a priori”, porque la realidad de lo que allí encontramos, sobrepasó de manera muy agradable las expectativas que teníamos. A nuestra llegada al pueblo no nos sorprendía precisamente una urbe llena de guiris borrachos, ansiosos por escuchar el concierto de la enésima gran banda del momento de la “Pérfida Albión”. Nos encontramos con un pequeño pueblo, en mitad de sus fiestas patronales, donde reinaba la más absoluta calma. Tras un par de preguntas e indicaciones de rigor, no tardamos en atisbar a lo lejos el recinto habilitado para la celebración del Lola Pop.
La primera sorpresa de la tarde llegó en ese momento. Ante nuestros ojos se habría camino un imperial puente de madera que servía para atravesar un río, sobre cuyos márgenes descansaban imponentes árboles. Primer punto a favor de la organización. Es cierto, esto tiene poco o nada que ver con el festival, pero no me negará el lector que la estampa impresiona. Sobre todo cuando uno esta acostumbrado a caminar por los yermos caminos que desembocan en el recinto del FIB alrededor de las 5 de la tarde, sin ir más lejos. En ese momento uno es capaz de apreciar hasta las más pequeñas cosas. Por eso la vegetación, el río, el puente y las zonas de sombra, adquieren una importancia vital, cuando uno es “perro viejo” a la hora de moverse por festivales.
Una vez dentro siguen las buenas sensaciones, amplias barras, un recinto para el merchandising considerable, zonas verdes, baños de un polideportivo cercano, habilitados para la ocasión. Un único escenario, pero de dimensiones considerables. ¿Que más se puede pedir?. Mejor reformularemos la cuestión. ¿Qué más se puede pedir por solo 5 euros?. Definitivamente, ¡nada!.
Con cierto retraso sobre el horario previsto, debido a unos leves problemas de sonido, sobre las 19,20 horas da comienzo la sesión infantil del festival. En formato acústico, y ante una audiencia compuesta en su mayoría por niños de entre 2 y 7 años de edad, gran parte de los grupos que formaban parte del cartel accedieron a cantar unas canciones en “vertiente pop”, para el disfrute de los más pequeños.
Por allí se dejaron ver, las chicas de Boat Beam, Maryland, Half foot Outside e inclusive los chicos de Nadadora, no incluidos en el cartel, pero que tuvieron a bien interpretar un par de temas. Todos ellos colaboraron con diversas versiones, que hicieron disfrutar por igual tanto a niños como a no tan niños. Al final de la sesión para los más pequeños, un servidor estaba volcado con la organización. Hacer proselitismo del pop con los más pequeños, es una brillante idea. Conviene recordar que muchos de ellos podrían perderse por el camino, debido al azote de las radioformulas, por lo que acostumbrar a los más “pequeños” a la música de calidad, es tanto un deber como una obligación. Ya se sabe, “para que el árbol no crezca torcido es necesario enderezarlo desde pronto”, supongo que esta afirmación también es valida a la hora de realizarla con los niños y el pop.
Alrededor de las 8 de la tarde daba comienzo el festival con la actuación de Boat Beam. Ofrecieron lo que en ellas suele ser habitual, un concierto repleto de detalles sofisticados, que van más allá de la tradición del buen indie-pop. Desgranaron gran parte de su hasta el momento primer disco “Puzzle Shapes”, en el que encontramos canciones como “Igloo”, “Feeling Over” o “Sleepwalker”, temas que hablan por si mismos de la calidad de su trabajo. Los asistentes permanecíamos en silencio, con la atención puesta en el trío. Lástima la escasez de público, en esta primera actuación de la tarde. Justificable por otra parte, ya que el sol todavía era de justicia y la noche, prometía ser larga. A pesar de los condicionantes, los valientes que decidimos darles un voto de confianza pudimos disfrutar del maravilloso espectáculo que supone disfrutar de las composiciones de este grupo.
Tras ellas, llego el turno de Maryland, grupo desconocido para un servidor. Sin saber mucho de ellos, bastaron unos pocos segundos para darme cuenta de que ante mí estaba actuando un prometedor grupo de, indie-rock, con toques de power-pop. Llegados desde Vigo, se subieron al escenario del Lola Pop, para hacer calentar motores a un público que poco a poco iba poblando el recinto del Festival.
El pasado 15 de Junio salió a la venta su primer trabajo, bajo el título de “Surprise”, y a fe que el título es toda una premonición. El concierto fue una auténtica sorpresa para los que llegábamos de nuevas a su sonido. Canciones como “I ll Be Ready”, con unos teclados con reminiscencias a “The Cure” y distorsiones cercanas a “Jesus and Mary Chain”, “Black Petrol”, “Just Try” o “This Time”, en esta última colabora en las voces Jaime Soriano, el que fuera vocalista de Sexy Sadie. Si quieres acerca a todas ellas las encontrarás en su myspace, son una delicia y les auguran un futuro más que esperanzador.
Casi sin tiempo para acercarnos a la barra a refrescarnos después de su animada actuación, llegó el turno de Half foot Outside.
Los pamplonicas llegaron a Galicia para arrasar. Con su sexto trabajo bajo el brazo, “Heavenly”, que en su día fue recibido con división de opiniones por parte de critica y público. Ofrecieron un concierto más que correcto, apoyados en sus nuevas composiciones y en temas que han pasado a formar parte de la historia de esta banda. A destacar canciones como “The Floating Spaceboy”, “Driveways”, “Hard Cow Howard” o “Thin Skin Heavy Bones”. Son estas cuatro, por no citar otras, ese tipo de canciones que si nos llegaran desde Gran Bretaña, serían idolatradas por críticos de cuarta categoría, que se creen en la posibilidad de decidir entre lo que está bien y lo que no. Sería interesante revisitar la discografía de Half foot Outside y hacer un poco de justicia con ellos.
Holywater fueron los encargados de consumir los últimos minutos de la noche, antes de que llegará el momento que todos andábamos esperando, no vamos a engañar a nadie diciendo que el 95% de los allí presentes acudían a ver a Sidonie. Y que manera de consumir, los gallegos lograron que su concierto se nos escapara entre los dedos, como si de viento se tratase. Comenzaron de una manera poco motivadora. Un tipo con la cabeza tapada y una voz desagradable ocupaba el centro del escenario, mientras bramaba frases indescriptibles, que a quién más y quién menos lograron perturbarnos. Suerte que al instante el individuo en cuestión desapareció.
Al minuto ya estábamos botando y disfrutando de otro, y ya eran muchos, de los grandes momentos de la noche. Un concierto repleto de fuerza, un derroche de rock and roll por los cuatro costados. Un concierto que repaso sus tres Lps, “Handle with Care”, “Sides” y “Tranquility”. Este último una auténtica joya que contiene temas como “Similar”, “Tranquility”, que da título al propio disco, o la maravillosa “Last Ulcer Goes Off”. Tal como vinieron desde Lugo desaparecieron del escenario. Su “show” supo a poco. Y es que un servidor no recuerda, así como así, grupos con la fuerza que demostraron Holywater, la noche del pasado viernes.
Por fin llegó el momento más esperado y no precisamente porque la tarde-noche se estuviese haciendo pesada, ni mucho menos. Por fin había llegado el momento de “arder”, de presenciar en directo como era lo nuevo de “Sidonie”. Y es que el reciente trabajo de los catalanes ha levantado una expectación inusitada. Muchas eran las ganas que teníamos de comprobar como sonaban las nuevas composiciones de “El Incendio”.
Aparecieron en escena con un retraso considerable respecto al horario previsto, pero eso no pareció importarle a nadie. Empezaron con “Nuestro Baile del Viernes”, con la que lograron meterse a todo el público en el bolsillo, continuaron con “Boheme” y “Costa Azul”. Para ese momento el recinto era una fiesta. Confesiones al oído y risas, entre ellos. Gritos y locura, entre nosotros los que estábamos abajo. Después de pasearnos por la región más al sureste de Francia y dejar su huella de amor en el casino de Mónaco, interpretaron “La Sombra”, primera canción que podíamos escuchar en directo de su nuevo trabajo. Parecía que la llevaban tocándola toda la vida, muchos de los presentes todavía no la conocían, pero poco les importaba, disfrutaban igual que si se tratase de un éxito de toda la vida.
“A la Vera del Mar”, “Dandy del Extrarradio” y “Silvia”, con esa bella alusión al maestro, al “sinvergüenza Mastroianni”, fueron las siguientes en aparecer en escena. Tras ellas vuelta a su nuevo trabajo, para presentar “Te quiero”, una bonita canción de amor, palabra clave que impregna el sonido de los catalanes, en su nuevo trabajo. A pesar de estar de estreno, Sidonie no olvido sus anteriores trabajos, ni tampoco su querencia por los sonidos psicodélicos. Jesús agarro el sitar para interpretar a dúo con Marc la magnifica “Varanasi”.
La recta final del concierto comenzó con, “Feelin´ down”, “Viva el Loco que Invento el Amor”, una de las canciones que menos me gustan de su último Lp. Y eso que con la referencia que hacen a Oscar Wilde, era difícil no ganarme para la causa, pero no acaba de encajarme ni la melodía, ni la letra. Habrá que seguir trabajando en ella.
Con “Fascinado” volvieron a levantar el vuelo y esta vez para no tocar tierra más, tras ella “El incendio” con la que cerraron en falso, para volver de nuevo e interpretar “On the sofa” y “(Ahora entiendo a) Gene Clark”. Con la que ahora si, dieron por concluido el show.
En ese momento comenzó a sonar la música, la inequívoca sintonía de que todo ha terminado, a la par que mucha gente abandonaba el recinto. Cuando decimos mucha nos referimos a casi toda.
Comenzaba después la sesión de música electrónica, primero de la mano de Mendetz y posteriormente de 3 djs, contratados por la organización. Sin embargo, nosotros decidimos retirarnos a tiempo, aún quedaba un largo tramo hasta volver a Santiago de Compostela. Había que regresar, hacer la maleta y preparar todo para el retorno a casa. La vuelta a Madrid era al día siguiente y aún quedaban demasiadas cosas por hacer. Sin embargo, y a pesar de partir del recinto antes de lo deseado, no nos cabe la menor duda de que en próximas ediciones volveremos a este pequeño pero entrañable festival. Y es que en pocas ocasiones la relación calidad-precio-aciertos de la organización es tan rentable como en el Lola Pop. Suerte en próximas ediciones.
Por Javi
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