
Quizás a la hora de afirmar eso con rotundidad, haya influido el hecho de haber sido testigos cercanos de su gestación, crecimiento y posterior maduración, a través de presentaciones, casi clandestinas, en garitos de pequeño aforo, en muchas noches en las que el donostiarra se parapetaba en solitario tras su guitarra acústica para darnos a conocer su repertorio, y de esa manera poder calibrar por sí mismo la capacidad y calidad de sus canciones, mediante la observación directa de un público que en la mayoría de ocasiones quedaba prendado ante la categoría de las mismas. En esta ocasión tocaba volver a Madrid, donde repetía el escenario de su última visita, otra vez en El Sol, donde ya tocara unos meses atrás.
Personalmente y después de mucho pensar sobre la actuación creo que lo más significativo de la noche, más allá del espectáculo que en breve pasaré a relatar, fue poder comprobar que la apuesta en cuestión, sigue una clara evolución ascendente, gracias, en gran medida, a una banda que ha ganado muchos enteros, a pesar de contar con pocos bolos a sus espaldas, en la búsqueda de un sonido propio, que nada tiene que ver con el que nos presentaron en su última visita, por aquella época sonaban más que correctos, lo que no es poco, pero en esta ocasión lo hicieron de forma arrebatadora y presentando además claros síntomas de que en un futuro irán a más a medida que vayan cayendo las noches juntos sobre las tablas, pues la compenetración que desprendían parecía casi total.

Especialmente reseñables fueron algunas de las interpretaciones que se marcaron durante la sesión, las cuales, personalmente, me produjeron sensaciones contradictorias. Algunas para bien y otras no para mal, pero en las que note un pequeño bajón respecto al material que se ha grabado, un ejemplo de ello es “Pierdo la Calma”, mi favorita del disco, en la que eché de menos esos vientos que tanto favorecen a su sonido en el disco, aunque ni por esas dejó de parecerme el pedazo de composición que es.
Tras ella sonó “Tus Amigos”, no sin que antes lo hicieran “Chica de Gama Alta” y “Bebemos”, y aquí si debo confesar que creo que es una de las que más crece en directo, y que en esta ocasión, merced a unos arreglos de guitarra mucho más cañeros, sí que me pareció un corte digno de alabar, puesto que ese pequeño matiz, que condenan al ostracismo los teclados de la versión de estudio, la elevan sobremanera.

La primera parte del concierto se cerró con “Bipolar”, “El Peor Novio del Mundo”, con muchas sonrisas entre el público masculino cuando Paskual entonó aquello de “Soy el mejor amante del mundo, el mejor, el mejor…”, la sinceridad de “Volver” y el recuerdo a sus años al frente de Babylon Chat, al interpretar “El Último Brindis del Año”, al termino de la cual abandonaron el escenario para refrescarse en el camerino. Había llegado el momento del bis.
Volvieron a la carga, después de retomar fuerzas, con un tema que se editó en el álbum “Bailando con Brando” y que supuso un claro homenaje a uno de los ídolos musicales de Igor, estamos hablando del gran David Bowie y de la canción “Camaleón”, también de su anterior banda.
Después llegó uno de los instantes más emocionantes de la noche, al rescatar del olvido uno de los grandes temas del rock astur como es “Nubes de Tormenta”, un auténtico temazo de Los Locos, sin duda, junto con Ilegales, una de las más grandes bandas de música del Principado.
El cierro de una noche maravillosa lo puso con la interpretación de la intimista “El Corazón del Hielo” y el punk-rock acelerado de “Nuevo Cine Español”, otra de las grandes canciones que finalmente no han entrado en este “Equilibrio Inestable”.

Por: Javier González.
Fotos: Jorge Bravo Crespo “El Gurú”.