Amy Winehouse

Recuerdo perfectamente el día que escuché por primera vez la voz de Amy Winehouse. Recuerdo el momento, el lugar y la sensación de estar descubriendo algo mágico. Esa voz era completamente diferente a todo lo que había escuchado hasta entonces. La música era elegante y sofisticada. Una instrumentación perfecta. Todos los instrumentos brillaban para hacer un traje a medida a la extraordinaria e indescriptible voz. Si existe la alta cocina o alta costura, aquello me pareció lo mismo llevado a la música. Recuerdo que a medida que iban pasando los cortes en el reproductor de mi compañera de trabajo, mi mente iba tejiendo una imagen muy equivocada de la chica a la que escuchaba cantar, pensaba que era negra. Traté de rescatar el significado de tantas frases como mi inglés me permitió. Descubrí que era problemática, que se negaba a la rehabilitación porque no le sobraban setenta días, que sus lágrimas se secaban solas y del amor decía que era un juego de perdedores. Acabé apuntando aquel nombre en un papel con la intención de descargar aquel álbum que llevaba toda la mañana escuchando sin pausa y no necesité recurrir al papel. Aquel día me enamoré de una voz y las canciones de Back to Black se convirtieron en mi banda sonora diaria.

Supuso un gran impacto en mí desde el primer momento. Claro que no fue menor el impacto al descubrir el aspecto físico de aquella chica que era magia para mis oídos. Me quedé completamente roto al ver su imagen. Lo que esperaba encontrar era una chica negra. ¡Imagínese! Su imagen era realmente fuerte. Desprendía mucha energía. Su mirada, el brutal peinado, la línea de sus ojos, los tatuajes, los complementos, toda ella era realmente rompedora. Me pareció increíble que aquella tipa fuera la portadora de aquel talento. Al ver su físico las canciones cobraron realidad. Todo era fascinante.

Seguía con atención las noticias relacionadas con Winehouse. Me sorprendían a menudo sus escándalos, excesos y delirios. Siempre que me encontraba esas noticias pensaba que ese tipo de cosas que contaban los medios no podían ser del todo ciertas, hasta cierto punto incluso me parecían graciosas y parte de su encanto. La cosa se fue torciendo estrepitosamente. Me desalentaban las imágenes que mostraban la realidad, y es que, Amy iba dejando de brillar muy rápidamente.

Aquí no perdona nadie y aunque no entrara en sus planes el ser un ejemplo en conducta para nadie, sufrió uno de los juicios públicos más duros que haya podido padecer un músico. Algo descarnado. Muy repugnante en los últimos dos años. Dejé de seguir las noticias con tanta atención, no me interesaban. No veía a la chica que me fascinó, veía una persona claramente enferma y desequilibrada, de la cual, muchos se han reído y unos pocos enriquecido. No juzgaré a Amy porque ya he dicho que padecía una gravísima enfermedad, pero aquí todos quieren tajada y nadie perdona una miga. Los últimos años de Amy están repletos de fotografías que jamás se debieron tomar, noticias que jamás se debieron contar y conciertos que jamás se debieron celebrar. Despreciables con intereses que no perdonan aunque sea acosta de la exposición y humillación de una persona desequilibrada y en un estado de salud tan evidente.

Finalmente no ha logrado sobreponerse a sus problemas. Nos ha abandonado dejando tan solo dos álbumes pero una huella profunda e imborrable. Esa chica de barrio londinense que se propuso dedicarse a la música se ha convertido en una leyenda. Mientras hacen picadillo el último acto de la obra, aquí y ahora preferimos recordarla por esa increíble magia que un día nos inundó los sentidos (http://www.youtube.com/watch?v=WbVp09E1LRg).