Es sabido por todos que el maestro Jaime Urrutia pasa por ser uno de los mejores de autores de letras que jamás haya alumbrado nuestro rock. Algo relativamente sencillo de acreditar a poco que uno repare en ciertas joyas con las que a lo largo de los años ha ido regando discos inmensos como Camino Soria o Al Calor del Amor en un Bar, por rescatar tan solo dos de los certeros ejemplos con los que ha regado su discografía.
Álbumes repletos de belleza lírica, sentimiento y poesía que nos mostraban a un autor provisto de un innegable talento compositivo, provisto de una cultura notable, justo a mitad de camino entre lo popular y culterano, que hacía que sus textos fueran capaces de seducir por igual gracias al pueblo llano y a las élites más cultivadas, un hecho que quizás por sí mismo deberían para explicar la categoría que encierra Canciones para enmarcar, el primer libro escrito por parte del músico madrileño.
Un repaso de lo más personal, interesante y exhaustivo a un buen puñado de canciones de lo más diverso que han acompañado el trayecto vital del que fuera vocalista de Gabinete Caligari, marcándole profundamente; un hecho que no solamente se desprende de su inclusión en la selección final, sino también del grado de minuciosidad y detalles con los que se arropa cada explicación con anécdotas que en muchos casos ahondan en la composición, grabación y, cómo no, en la forma y momento en que llegaron hasta el propio Urrutia.
También resulta altamente interesante acercarse hasta un breve muestreo del resultado final de la selección en la que a pesar del claro predominio del pop y del rock, como era de esperar por otra parte, también hay hueco para grandes nombres de nuestra canción melódica como Nino Bravo, autores mayúsculos como Joan Manuel Serrat y hasta para las sorprendentes inclusiones de María Dolores Pradera o Marisol, cuyas canciones conviven en absoluta armonía y total dinamismo con The Doors o Rolling Stones; de la misma forma que lo hacen con guiños plagados de significado hacia nombres incontestables de los ochenta como los de Radio Futura, y otros menos conocidos pero igualmente rescatables, ese es el caso de nuestros admiradísimos Parálisis Permanente o Derribos Arias, dos excusas perfectas para poner de manifiesto el talento y la bondad de creadores desgraciadamente ausentes como Eduardo Benavente y Poch, amigos personales del maestro a los que reivindica con una cariño que emociona.
Al terminar las últimas páginas de éste Canciones para enmarcar, uno no puede evitar no solamente tener la sensación de haber acompañado al bueno de Jaime Urrutia en una sesión musical repleta de heterogeneidad y calidad, sino de haberlo hecho también en un tránsito especial, que en su caso dura toda una vida, plagado de composiciones que a la postre, a la vista de su extensa discografía, le han marcado de manera profunda y no solamente como mera sintonía musical de fondo, sino también como faro y guía a través de las que después plasmar su propio identidad creativa.
Una obra totalmente recomendable que funciona a la perfección de principio a fin, dejando al lector con ganas de muchas más páginas y anécdotas, que debería ser de obligada lectura para todo buen aficionado a la música sin tener que incluirle especididad de género alguno. Eso sí, siempre acompañando cada una de las páginas del relato con las canciones descritas; canciones que por sí mismas son para enmarcar, por supuesto, y más aún cuando el que las comenta es el mayor talento compositivo de nuestro rock.
Por: Javier González/javi@elgiradiscos.com