Aún recuerdo con cierta frescura la primera vez que tuve la oportunidad de ver en directo a los chicos de Miss Caffeina. Fue hace unos cuantos años en un ciclo de conciertos patrocinados por una conocida marca de cerveza que tuvo lugar en los Teatros del Canal; allí compartían escenario con los madrileños Sidecars, ante una audiencia relativamente minoritaria, no superior en ningún caso a ochenta personas, y realmente fría e incrédula en instantes iniciales antes sus composiciones.
Una noche a priori difícil, de las de picar piedra, donde pisaron las tablas repletos de juventud y ganas, dejando claro que su casi novel propuesta aún debía madurar y mutar en otras direcciones, pero demostrando a la vez que allí había una banda que venía con la idea de quedarse, con una apuesta clara basada en el trabajo y el tesón, cayera quien cayera.
Rescato aquel pasaje inicial ahora a raíz de la escucha de su nuevo trabajo, ‘‘Detroit’’ , el tercero de una discografía en la que también nos han regalado unos cuantos Ep´s, con una calidad claramente más irregulares que la de sus largos, donde la constante parece venir marcada por la evolución sonora, alejada de una hipotética zona de confort, y la búsqueda de un universo lírico propio, quizás intentando llegar al difícil puerto de destino de crear una marca de fabrica que más allá del pop, el rock o el indie, asocie su nombre a un determinado tipo de canciones, algo así cómo una suerte de sello Caffeina.
Sinceramente creo que con ‘‘Detroit’’ comienzan a posicionarse en esa categoría que invite a pensar en ellos como creadores de canciones no apegadas a etiquetas sonoras; ahora de la mano de un álbum con claro predominio de los sintetizadores, secuencias y programaciones, dejando a las guitarras en un segundo plano, salvo honrosas y vigorosas excepciones, con claro aroma a años ochenta, donde lo que más llama la atención es la crudeza, sinceridad, dolor y belleza que expresan en cada fraseo, logrando hacer que el corazón se encoja absorto por unas atmósferas que hablan de un dolor animal invisible, un halo que envuelve este podrido siglo veintiuno con el que nos ha tocado lidiar, al que sin embargo reciben con cierta luminosidad y esperanza en sus creaciones.
El minutaje comienza a moverse absorviéndote con la titular ‘‘Detroit’’, un bofetón en toda regla con un arranque digno de cualquier corte del "Marquee Moon" de Television girando hacia un tema donde la base rítmica y las ambientaciones ganan peso, al que sigue ‘‘El Rescate’’, un alegato a favor de la individualidad de la pareja frente a la perdición del colectivo, ‘‘Mira cómo Vuelo’’, luminosa y con un mensaje cargado de optimismo, ‘‘Gladiador’’, con un estribillo que funciona a las mil maravillas, dotando de brillos a un corte realmente de tonos grisáceos, y ‘‘Eres Agua’’, con un viraje realmente llamativo hacia el final de la misma, desnudándola hasta casi dejarla en un armazón únicamente acústico.
Los aires a Tino Casal son innegables en ‘‘Ácido’’, marcada por una evolución elegante hacia una jam session de lo más bailonga, a la que sigue la base rotunda in crescendo de ‘‘Desierto’’, un corte que se mueve en unos cánones netamente más pop llamado a ser un rompepistas en sus directos, y de la juguetona ‘‘Titanes’’.
Los últimos instantes del disco vienen marcados por la irrupción de ‘‘Oh! Sana’’, con otro estribillo efectista y unos fraseos muy bien hilvanados, la densidad oscura de‘‘Turistas’’ y el cierre con la vacilada bailable que es ‘‘Lobos’’, un corte que pone el cierre definitivo a un álbum de lo más consistente.
Hablar de ‘‘Detroit’’ es hacerlo de un disco interesante y notable, muy trabajado a nivel lírico; fiel a su tiempo, crítico, optimista y con ganas de incitar a la lucha del día a día; un álbum que aleja a Miss Cafeína de cualquier atisbo de estancamiento, dejando bien a las claras que la banda sigue creciendo, creo que de hecho firman su mejor obra hasta la fecha, alejándose de cualquier etiqueta, facturando un pop de buena calidad al que solamente le echaremos en cara caer en un soniquete demasiado abordado por otras bandas actuales, algo que les imposibilita de entrada para firmar una obra mítica, no así para hacerlo con un disco muy disfrutable como es el caso de éste ‘‘Detroit’’, la última muesca de un revolver que no cesa de crecer y crecer.