J.J. Caballero
"Domus" (casa, en latín) es el domicilio de los desahuciados, el refugio de los errantes y el corazón de los desgraciados. Esa, ni más ni menos y en toda su crudeza, es la razón de ser principal de un trabajo discográfico parido como consecuencia de otro de carácter cinematográfico. El director Eduard Cortés quería rodar en "Cerca de tu casa" una historia en torno a uno de las grandes preocupaciones de la sociedad moderna, esa que basa en el uso de la tecnología la inmensa mayoría de sus relaciones y a la que solo le interesa implicarse en causas que le atañen individualmente. En la búsqueda de la perfecta comunión entre imágenes y música, pensó en encargarle a Silvia Pérez Cruz la doble tarea de protagonizar y componer los motivos básicos del guión. Ahora, en el disco derivado del estreno, la artista catalana pone voz, reforma, amplía y decanta muchos de los pasajes bajo el prisma del mimo, la implicación máxima y el trabajo concienzudo y concienciado. Es, pues, una casa ciertamente nueva construida sobre los cimientos de otra de trazos similares pero apenas desarrollados en algunos pasajes.
En los temas de un álbum que puede entenderse y disfrutarse perfectamente aislado de la causa visual que lo originó, Silvia recorre con su producción (compone, canta, arregla y conmueve a partes iguales) el mapa de las músicas que la han movido desde que con apenas doce años compusiera el tema que aquí acompaña de un emocionante piano y que da título al film. Una artista tan completa como ella debía hacer partícipe de este trabajo a los miembros del pueblo a los que da voz y voto en los acordes de "Duérmete", con la pasividad y el consentimiento de todos los que alguna vez hemos sido meros espectadores del bochorno inmobiliario, indignados pero distantes; y tenía que recoger sus propios cánticos de desesperación, que suenan tan eternos como inútiles en un elocuente "Sí se puede" culminado con un magnífico arreglo de cuerda. En su escaso, por no decir nulo, afán de protagonismo hace partícipe de algunos cortes del disco a sus propios compañeros de reparto. Así sucede en "Todo hombre", en el que casi se puede visualizar el mensaje y la enorme carga poética de casi todo el disco. Recuerda también que el crudo realismo que nutre sus letras es una forma de rebelarse contra un sistema que no quiere para su hija, y le reserva los coros de "Ai ai ai", un velado guiño a Shakira (sí, se puede integrar todo si se encuentra el modo) y otra breve aparición en "Verde", compartida con su madre, para que se sepa de dónde viene y hacia dónde quiere ir.
"Domus" es un trabajo impecable que trasiega desde los palos más raciales de la música latinoamericana –hay aromas de habanera y bolero y hasta de la famosa lambada, esta última implícita en "Cuota da lua"- hasta el jazz de profunda asimilación hispana, y lo hace sirviéndose tan solo, y nada menos que, del talento puro de una artista que estremece cantando "No hay tanto pan", susurrando en "De frente" y asimilando el índice del euríbor con lo indecente de ver casas sin gente y gente sin casa. Con toda la clase del mundo, algo que no es fácil de lograr cuando te faltan cosas interesantes que decir, la clave para que la señora Pérez Cruz vuelva a elevarse al cielo de esas pequeñas debilidades por las que dejaríamos de escuchar las noticias y a sus habituales voceros incompetentes y normalmente sectarios. Lo que hay es lo que vemos, en este caso lo que oímos. Y lo de esta mujer hace ya varios discos que es simple y llanamente música celestial.