La personal voz de Benjamin Clementine sonará en nuestros escenarios


En 2013 apareció de la nada Benjamin Clementine, aparentemente una estrella con un don único y sorprendente. Algo aplicable a quien era un joven anteriormente sin techo, guiado por su afán de cantar y actuar. A pesar de esa situación originada por su debut, "At Least for Now", no se empeñó en jugar sobre seguro, en no repetirse, prefirió renovarse a través de su trabajo. Esta es la razón, aunque no es la única, de que su segundo álbum , "To Tell A Fly", no sea una mera secuela de su primer trabajo del 2015 galardonado con un premio Mercury

Si aquel disco primero brillaba por su originalidad, el nuevo no lo era menos, difería radicalmente del anterior, pero no es menos extraño ni emocionante, ni menos personal. Pero mientras que aquel era una mirada al interior y al pasado, a la historia extraordinaria y corta de la formación del artista, este nuevo trabajo mira hacia adelante y hacia fuera. La experiencia y la personalidad de Clementine no son el tema principal sino el prisma a través del que ver lo que le rodea. 

El primer álbum estaba compuesto por una serie de baladas al piano con estructuras heterodoxas que se desplegaban paso a paso, el segundo persigue otros experimentos a través de una ruta sonora distinguida, hacia un destino similar: donde no se compromete en función del otro la audacia ni la accesibilidad. Es peculiar y emotivo, fascinante. Eso es lo que hace Clementine. En "At Least For Now" estaba acompañado de otros músicos y asistido por un co-productor. Todo lo que escuchas en "To Tell A Fly" es Clementine. No solo canta, sino que toca y produce el todo. Durante su estancia en Nueva York accedió a la música del artista japonés pionero de la electrónica, Isao Tomita, quien murió el pasado año. Amante desde la infancia de los compositores clásicos impresionistas – siempre menciona a Erik Satie como su gran influencia – Clementine se sintió abducido por los arreglos de sintetizador y teclado de Tomita para las composiciones de Claude Debussy. Buscó el equipo que había utilizado Tomita, como el raro sintetizador Fender Rhodes Chroma Polaris , finalmente encontrando uno en el estudio de Damon Albarn durante su colaboración con Gorillaz en el tema "Hallelujah Money". Desde el tema que abre el álbum "Farewell Sonata" en adelante, es el instrumento que otorga a su nuevo trabajo una inquietante y a veces alucinante frescura. 

Al contrario que la mayoría de los artistas, Clementine se puso a actuar antes incluso de tener una vaga noción de lo que pretendía con su música. Simplemente intentaba sobrevivir. Sostiene que ese atrevimiento artístico le permitió- siendo un joven tímido y de voz suave- cantar y tocar, construyéndose una audiencia con sus actuaciones en vez de recurrir a las apariciones televisivas y a las ceremonias de entrega de premios. Ahora, llega el momento de poder disfrutarle en nuestros escenarios durante cuatro fechas:

Miércoles, 21 de marzo. Barcelona, Razzmatazz

Jueves, 22 de marzo. Murcia, Teatro Circo

Viernes, 23 de marzo. Madrid, Sala Vistalegre 

Sábado, 24 de marzo. Vigo, Superbock Under Fest