Niños Mutantes siempre ha sido un grupo con una capacidad pasmosa para facturar enormes canciones de pop-rock, condición que han mantenido durante más de veinte años de trayectoria, algo realmente difícil y sorprendente, sobre todo cuando muchos otros compañeros de generación difícilmente salvaron el escollo del segundo disco.
A esa enorme facilidad le unen en sus nuevas “Ventanas” un afán experimentador donde hay valientes e inusitadas incursiones en nuevos terrenos, rematando la propuesta con una notable colección de composiciones con poso reconocible, letras concisas, vertidas en hirviente primera persona casi totalmente, para llevarlas a dimensiones que sorprenderán a sus viejos parroquianos, los cuales deberán saborear muchos teclados amables, secuenciaciones de toda índole y alguna que otra guitarra eléctrica, sí, leen bien, que en este caso pierden la batalla contra sus hermanas acústicas, también contra toda percusión y bajo en busca de cadencias y groove, en un trabajo con mucho que diseccionar que les lleva a asomarse a la canción de autor, el funk, ciertos ritmos latinos bien asimilados y su habitual cuota de pop vigoroso.
Con un ejercicio de producción que recae en múltiples y sorprendentes manos -desde parte de Lori Meyers, Noni y Javier Doria concretamente, hasta una representación de sus compañeros de escudería como Novedades Carminha, Anxo y Carlangas, pasando por una sorprendente Christina Rosenvinge, además de Raúl Pérez y Ángel Luján, quienes completan tan singular repoker- rompiendo esquemas desde el planteamiento del álbum.
Las malas lenguas dicen que el trabajo se improvisó en su totalidad con canciones que no eran más que embriones, escasamente ensayados y presentados a los productores presencialmente en sesiones de dos días en el local de ensayo, que fueron creciendo para comenzar el viaje lanzándose sin red en “Palabras para Julio”, donde cantan que “Ha llegado la hora de decir la verdad, de poner las cartas sobre la mesa”, sustentada en una acústica y una batería, apoyadas por esos ambientes magistrales, devolviéndonos reminiscencias a “Las Noches de Insomnio” pero mucho más juguetones, dinámica que no cae en “Un Tiro en el Píe”, en la que Juan Alberto se marca uno de esos textos que le colocan a la altura de cualquiera de nuestros grandes creadores, repartiendo unos cuantos sopapos a un hipotético hipócrita y mentirosa.
Las malas lenguas dicen que el trabajo se improvisó en su totalidad con canciones que no eran más que embriones, escasamente ensayados y presentados a los productores presencialmente en sesiones de dos días en el local de ensayo, que fueron creciendo para comenzar el viaje lanzándose sin red en “Palabras para Julio”, donde cantan que “Ha llegado la hora de decir la verdad, de poner las cartas sobre la mesa”, sustentada en una acústica y una batería, apoyadas por esos ambientes magistrales, devolviéndonos reminiscencias a “Las Noches de Insomnio” pero mucho más juguetones, dinámica que no cae en “Un Tiro en el Píe”, en la que Juan Alberto se marca uno de esos textos que le colocan a la altura de cualquiera de nuestros grandes creadores, repartiendo unos cuantos sopapos a un hipotético hipócrita y mentirosa.
Antes de entrar en terrenos más oscuros en “Una Noche”, críptica e hipnótica, rozando la temática de las sociedades secretas, bordeando lo religioso y quién sabe si lo carnal, clara alternancia a “No Una Más”, con una guitarra minimalista, con cierta querencia velvetiana, y unos coros que son pura delicia, para abrirse y crecer hasta caer en un texto que encumbra a las personas que tiene ángel y una luz especial, previa a la sorprendente “Todo Tiene un Precio”, con aires funk y sofisticación arty, donde la entrega y la idealización siguen rondando, pero también con unas alusiones, muy al estilo de “Camino Perdido”, en las se habla de las ofertas que a veces se nos hacen, normalmente a cambio de más dinero, y cuya responsabilidad a la hora de aceptar o no es solo nuestra, abogando por toda una declaración de intenciones a favor de la libertad, donde más vale ser pobre pero honrado.
Para el final debemos dejar cortes como “Húndete”, la cual no deja de tener un toque de mala follá granaína, con esas frases que dicen tanto con tan poco, en una fotografía que bien podría hablar de su ciudad, pero que es extensible al mundo, donde unas acústicas y una potente base, vuelven a mostrarnos el camino a seguir en un mundo en llamas, en “La Ausente” se hacen acompañar de una bella interpretación por parte de Christina Rosenvinge, en una composición con hechuras de letra tradicional que es una crítica contra los gobernantes, sentenciando una hipotética llegada de una “Mesías” que acabará por poner orden en este jaleo nauseabundo, dejando para el final “El Examen”, con una batería contundente y retazos tan concreto, directo y certeros que atacan aunque uno sea inocente, cerrando con “Oxígeno” en una amalgama jugosa entre “Close To Me”, atención a esas baterías, y una oda al sonido de ciertos filmes de John Carpenter, se me viene a la cabeza Golpe en La Pequeña China, que reivindica la libertad, la necesidad de cortar ciertas cadenas y de evitar que la cabeza nos explote como derecho inalienable.
Son estas “Ventanas” un lugar desde el que los granadinos miran al mundo con valentía des diversas perspectivas. Las mismas les sirven para proyectarse, lanzar demonios e improperios fuera y ser ellos mismos, pero con un punto de afán experimentador sin complejos. Da la sensación de que tenían los Mutantes la necesidad de sentirse libres, de ampliar sus miras, pero sin por ello perder su esencia. Lo consiguen con sus habituales retazos de letras llanas, cargadas de las experiencias de unos tipos comunes, amables y normales, con algo de mala baba y ganas de criticar aquello que les desagrada, siendo capaces de hacer trallazos sin miramientos que alternan con canciones de hondura y calado. No sé si hablar de su mejor disco sería un tópico tan manido que quizás huela. De lo que no me cabe la menor duda es que salen a jugar, arriesgan y una vez más ganan. ¿Se puede pedir más? Me temo que no.